Hay motivos para pensar que cualquier solución que se aplique en Egipto deberá incluir a la islamista Hermandad Musulmana que exige la restitución del derrocado presidente Mohamed Mursi.

Aunque el gobierno interino de Adli Mansur culpó a este grupo de ser el principal obstáculo para lograr la paz luego del fracaso de las gestiones encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea, los seguidores de la Hermandad continúan con sus campamentos de protestas en El Cairo, la capital egipcia.

Mursi, el primer presidente elegido democráticamente, gobernó el país desde el 30 de junio de 2012 hasta que fue derrocado el pasado 3 de julio. Desde entonces se encuentra arrestado junto a varios de sus principales dirigentes.

Sus detractores lo acusan de debilitar el poder judicial, utilizando el aparato de seguridad y a los jueces para silenciar las criticas contra su gobierno, y varios grupos de derechos humanos rechazaron las leyes aprobadas durante su gestión e incluso las compararon con las de la dictadura de Hosni Mubarak.

Incluso la organización humanitaria Amnistía Internacional, con sede en Londres, señaló que hay indicios -incluidos testimonios de sobrevivientes- que señalan que simpatizantes de Mursi torturaron a varias personas en uno de los campamentos en donde se llevan a cabo protestas contra el gobierno interino.

El Frente de Salvación Nacional, una coalición formada por fuerzas de izquierda y partidos liberales, justificó los arrestos de los seguidores de Mursi y acusó a la Hermandad Musulmana de incitar a la violencia llamando a la “jihad (guerra santa) y al martirio” después del derrocamiento de presidente electo.

La Casa Blanca no condenó el golpe de Estado ni canceló la ayuda anual de 1500 millones de dólares que Washington otorga a ese país, y el secretario de Estado norteamericano, John Kerry,  definió la intervención de los militares egipcios como la “restauración de la democracia” en el principal país árabe.

Un mes después del golpe militar, las protestas para restaurar en el poder a Mursi dejaron por lo menos 300 muertos y centenares de heridos, según informes de prensa.

Sin dudas, Washington prefirió aceptar un gobierno tutelado por los militares egipcios que a un presidente electo apoyado por la  Hermandad Musulmana, considerada una versión árabe del fascismo por el filósofo francés Bernard-Henri Lévy.

Aún así, los Hermanos Musulmanes que triunfaron en las últimas elecciones con el Partido Justicia y Libertad continúan siendo una fuerza considerable, especialmente en las afueras de El Cairo.

“Con  una fragmentada y polarizada situación política, junto con los partidos liberales electoralmente discapacitados, la Hermandad es una fuerza política que sostiene la llave de cualquier mayoría en general y centrista en particular”, dijo el analista Nino Saivano, en un artículo del 4 de agosto del Daily News de Egipto.

“Egipto parece haber regresado a la era de Mubarak. Los militares son el poder en la sombra mientras los líderes de la Hermandad Musulmana están presos y la organización está siendo conducida a la clandestinidad. Hay, sin embargo, una diferencia clave: las elecciones democráticas están en curso.  No puede haber un Egipto democrático sin una Hermandad participando positivamente”, afirmó.

A pesar de que los militares están otra vez en el poder, la situación no está para nada clara en Egipto, un país cuya democracia es considerada vital para la llamada “Primavera árabe”, la rebelión que se inició en Túnez en febrero de 2011 y que siguió en marzo de ese año con el derrocamiento de Mubarak.

Lo peor, sin embargo, podría ocurrir si el gobierno interino desaloja por la fuerza a decenas de miles de seguidores de Mursi, tras fracasar una mediación de paz impulsada por Estados Unidos, la Unión Europea, Qatar y Emiratos Arabes Unidos.

Mientras el presidente electo se encuentra en prisión, el general golpista Abdel Fattah al Sisi parece tener sueños de grandeza comparables a los del fallecido líder egipcio Gamal Abdel Nasser, máximo héroe contemporáneo de ese país.

Muchos negocios de El Cairo están adornados con fotos de Nasser y del general al Sisi, según señala Martin Chulov, del diario británico The Guardian.

Nasser, que nacionalizó el Canal de Suez y fue uno de los fundadores del Movimiento de Países No Alineados, es también reverenciado por la Hermandad Musulmana que apoya a Mursi.

La crisis que vive Egipto tampoco es ajena a Irán, dado que el líder supremo de ese país, el ayatolah Ali Jamenei, dijo esta semana que “la posibilidad de una guerra civil se refuerza cada día (…) Esto es una catástrofe”.

Si no logra controlar la situación, son muchos los riegos que corre el presidente interino Mansur, especialmente por las dudas que despierta su gobierno apoyado por las fuerzas armadas, ya que los militares egipcios demoraron dieciséis meses en entregar el poder tras el derrocamiento de Mubarak.

Actualmente, controlan varias empresas comerciales, entre ellas una fábrica de pan y una embotelladora de agua, lo cual representa el 8 por ciento de la economía del país, según informes del diario estadounidense The Christian Science Monitor.

Hasta ahora, lo único que parece claro en las nuevas autoridades  es la convocatoria a elecciones legislativas para antes de 2014, tras lo cual se definiría la fecha de las probables elecciones presidenciales.