El religioso moderado asumió como nuevo presidente con la promesa de mantener relaciones constructivas con el mundo, mejorar la situación económica de su país y salir del aislamiento producido por la disputa internacional sobre el programa nuclear iraní.

Rohani juró hoy en el cargo ante el Parlamento y frente a 56 delegaciones extranjeras, un hecho inédito desde la Revolución de 1979, y en su discurso de asunción recordó a las mujeres, discriminadas y dependientes de los hombres, y prometió «atender sus demandas de derechos» y «crear oportunidades iguales».

El clérigo asumió con el apoyo de los sectores reformistas de Irán y, por eso, centró su discurso frente al Parlamento en la necesidad de reconstruir la relación de Irán con el mundo y de crear una sociedad más justa dentro del país.

«La transparencia es la llave para abrir las puertas de la confianza», aseguró el presidente, al referirse a la política exterior de la República Islámica.

Rohani no nombró países ni mandatarios, como solía hacer su antecesor, el controvertido Mahmud Ahmadinejad, pero fue claro al pedir un cambio de retórica a la comunidad internacional, que hace una década presiona a Teherán acumulando sanciones económicas.

«Irán nunca ha buscado la guerra con el mundo y nos centraremos en refrenar a los belicistas (…) Pero si quieren una respuesta adecuada, no nos hablen con el lenguaje de las sanciones, sino con un lenguaje de respeto», reclamó el líder iraní de 64 años, ganándose los aplausos de su público.

«Tiene que haber un diálogo desde una posición de igualdad», agregó.

Estados Unidos y la Unión Europea son los principales impulsores de la estrategia que sostienen que la forma más efectiva de presionar a Irán para que abra su programa nuclear a una inspección internacional, es a través de sucesivas sanciones económicas.

A través de la ONU, estas potencias le reclaman a Teherán que demuestre que su programa nuclear no está escondiendo el desarrollo clandestino de un arma nuclear.

Por ahora la presión no ha surtido efecto, excepto para asfixiar la débil economía iraní y someter a gran parte de la población a la pobreza y el subdesarrollo.

Rohani, un hombre que supo negociar con más diplomacia el tema nuclear con Washington y el resto de la comunidad durante los años 90, quiere desactivar la escala de tensión generada tras dos mandatos de Ahmadinejad, romper el aislamiento internacional y aflojar las sanciones económicas contra su país.

Entre los temas que deberá enfrentar el mandatario se encuentra la ratificación del memorando de entendimiento firmado con la Argentina para posibilitar las indagatorias en territorio iraní a los imputados iraníes por el atentado contra la AMIA, en la que murieron 85 personas.

Rohani es un veterano dirigente con muy buenos lazos con el establishment político de la teocracia iraní, pero hace sólo unos meses se convirtió en el candidato y la máxima esperanza de los reformistas, luego que el Consejo de los Guardianes vetara las candidaturas de los opositores con más chances electorales.

Sin embargo, desde el primer día de la campaña dejó en claro que no seguirá los pasos de Ahmadineyad y que impulsará una política más moderada y dialoguista tanto dentro como fuera de las fronteras iraníes.

La máxima autoridad del Poder Judicial y hermano del presidente del Parlamento, el ayatollah Sadeq Amoli Lariyani, celebró hoy la asunción de Rohani y auguró que con «la juramentación en esta reunión comienza una nueva era en la vida política del país», según reprodujo el canal iraní en español, Hispan TV.

La asunción del clérigo moderado también despertó la expectativa en Washington.

«Si este nuevo gobierno opta por cumplir sustantiva y seriamente sus obligaciones internacionales y encontrar una solución pacífica a este tema, hallará a un socio dispuesto en Estados Unidos», prometió el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, a través de un comunicado, citado por EFE.

Pero mientras Carney califica a Rohani como una «oportunidad» de reanudar las negociaciones multilaterales sobre el programa nuclear iraní, sus socios israelíes se mostraron más escépticos.

«Rohani es un hombre refinado, que se reirá en el camino hacia la bomba atómica si Israel y Occidente no hacen lo necesario», sentenció el ministro israelí de Inteligencia y Asuntos Estratégicos, Juval Steinitz, quien pidió mantener la política de presión contra Teherán, según la radio militar israelí.

En su discurso de asunción, Rohani no mencionó a Israel ni se refirió a los aliados y rivales de la República Islámica en Medio Oriente, pero sí adelantó una posición frente a conflictos internos, como los que hoy azotan a Siria, Líbano e Irak, entre otros países.

«No intentaremos cambiar las fronteras o los gobiernos, pues el régimen político de cada país depende del deseo de su propio pueblo», señaló el mandatario, marcando una nueva diferencia con Ahmadinejad, quien había abiertamente apoyado a movimientos y milicias chiítas en la región.

Después de la ceremonia de asunción, Rohani presentó la lista de nominados para formar su gabinete, entre ellos el ex embajador de Irán ante la ONU, Mohammad Javad Zarif, como posible ministro de Relaciones Exteriores.

Otro de los nombres que ya anunció fue el de Bijan Zanganeh como futuro ministro de Petróleo, cargo que ya ocupó entre 1997 y 2005, durante la presidencia del líder reformista Mohammed Jatami.

Todos los nombres de los nominados deben ser analizados y aprobados por el Parlamento, y más tarde confirmados por el líder supremo de la República Islámica, el ayatollah Ali Jamenei.