Por Magdalena Rosas Ossa

Hoy es un día fatídico para la región de Aysén y para Chile.

Es el día en que debiéramos pensar especialmente, en  la estrechez mental; la inmediatez del sistema; la falta de visión; la ignorancia del futuro, que vive esta sociedad contemporánea libremercadista, tercermundista, pequeña, pequeña que se cree muy grande.

Hace exactamente dos años, una comisión integrada en la región por representantes de los Ministros de Obras Públicas, Bienes Nacionales, Minería, Vivienda, Agricultura  entre otros, aprobó la evaluación de impacto ambiental presentada por Hidroaysén. El comité de Ministros, que por ley tenía sesenta días para reunirse y tratar el tema, después de dos años, todavía no lo hace.

Hace dos años, en un gesto cuyo único precedente de enfrentamientos con las policías  lo tenían los pescadores, todos salimos a la calle. Nos sentamos, esperamos y fuimos testigos con lágrimas rodando por nuestras caras y la rabia inundando nuestros corazones, como estos obedientes funcionarios daban el si a un proyecto a todas luces aberrante. Hay que ser justos, solo el representante del Ministerio de Salud se abstuvo de votar, salió a los pocos meses del gobierno.

Esa noche llovieron piedras y gritos de calma, un heroico ciudadano se subió al guanaco, para arrancar de cuajo la manguera que nos bañaba con agua pestilente, sin saber que un año y medio después ese mismo guanaco, sería quemado en las riberas del RíoTurbio, en batallas valientes donde los policías de Fuerzas Especiales, llegados a la región en aviones Hércules,  tuvieron después de horas  que retroceder a sus cuarteles.

El 9 de mayo de 2011 , fuimos testigos de una evaluación de impacto ambiental llena de irregularidades y errores denunciados por los mismos funcionarios. Ellos después de levantar informes adversos a la empresa,  fueron víctima de cambios de informes, amenazas y despidos. Fuimos testigos de la impunidad de una autoridad que se impone por la fuerza y que después se extraña de no ser querida.

Pero no se trata de este o aquel gobierno: la candidata Bachelet dice en la publicación The Clinic hace semanas: “Cualquier proyecto de esta envergadura  no será a cuenta del patrimonio ambiental del país, de sus bellezas naturales y sin considerar a quienes habitan en los lugares”. En su gobierno, del cual fui parte y del cual salí luego de un año por este mismo tema, pudimos escuchar a sus Ministros diciendo que Hidroaysén es una necesidad para el país. El mismo ex ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar, me dijo en una reunión sostenida en la región: “Que duda le cabe que estos proyectos se van a hacer”.

Si,  efectivamente, en su gobierno no se aprobaron estos proyectos, pero todos sabemos, que si se dieron todas las facilidades para que el proyecto avanzara a esta aprobación de hace dos años. Varias veces el gabinete de Seremis de la época, se reunió con la empresa.

¿Cuántas veces se reunió el mismo gabinete con las organizaciones contrarias a la instalación de represas ? Ni una.

Cuando veo a esas autoridades de antes,  marchando ahora  me pregunto:  ¿Qué van a hacer si es que son el próximo gobierno? ¿Marcharán de nuevo gritando ¡Patagonia sin represas!?

Resulta preocupante que los medios de comunicación, que manejan lo que piensa, siente, dice y cree la mayoría de la gente, impongan la idea de que estas represas son necesarias para el país. Un discurso que se instala y que pareciera irrebatible.

¿Usted se ha preguntado porqué en Chile no hay campañas de ahorro energético? ¿Por qué no se educa con fuerza a la comunidad sobre el uso de la energía eléctrica?

Simple: Mientras usted más consume, más paga y mientras más paga, la empresa generadora  y distribuidora de energía, más gana.

Porque hoy en Chile la energía eléctrica, así como el agua, son entendidas como una mercancía y no como un servicio.

Así de simple: Un sistema que se  amarra solito y que trata de convencernos de que es el único que funciona.

Todos sabemos, el 70 % de los chilenos lo ha dicho:

Queremos una Patagonia sin represas!.

Hay razones técnicas, económicas,  sociales, medioambientales, emocionales, para no quererlas.

Hay razones locales y razones de país para pensar que estas represas son un tremendo negocio, que destruirá un territorio que es de todos los chilenos.

Los ríos Baker y Pascua son los únicos ríos del mundo sin contaminación desde su origen a su desembocadura.

Sabemos que Hidroaysén está obsoleta, que la usarán y en cien años la Patagonia  quedará destruida de manera irreversible

Tenemos la responsabilidad de cuidar las reservas de agua dulce del planeta.

Queremos una Patagonia sin represas porque no podemos seguir siendo tan tontos los chilenos de regalarles el agua para que ellos pongan sus represas y después, más encima, les paguemos la cuenta de la luz.

Queremos una Patagonia sin represas, por  los nietos de nuestros nietos.