En la campaña electoral venezolana parecen brillar más las frases delirantes que las propuestas e ideas para gobernar y solucionar los problemas del país.

Por David Padilla*

Doce sillas dispuestas en forma de media luna indican que el comienzo de la corta campaña de 10 días del presidente encargado de Venezuela, Nicolás Maduro, sería con un toque informal desde el polvoriento patio de la casa natal de la familia de su antecesor en Barinas, tierra del ahora conocido “Comandante Supremo”.

En algún segmento de la conversación, transmitida por la estatal Venezolana de Televisión, el también candidato oficialista revela que orando solitariamente en una pequeña capilla se le apareció una pequeña ave que se comunicó con él a través de silbidos. “Yo sentí el espíritu de él (…) lo sentí ahí dándonos una bendición”, dijo concluyendo que fue el fallecido mandatario Hugo Chávez quien se le apareció en forma de “pajarito chiquitico” para consentir su marcha electoral.

Hasta allí cientos de venezolanos lo vieron. No porque voluntariamente hayan podido acercarse al botón de apagado sino porque el servicio eléctrico, cuya crisis se superó tres años antes y hoy se presenta con severas fallas en varias entidades de Venezuela, los dejó a la intemperie sin poder trabajar o ver la telenovela de la tarde.

“¿Vieron lo que dijo Maduro?”, se deja colar en Twitter, uno de los escapes inmediatos que tiene el país con las tasas más altas por uso y posesión de teléfono celular en América Latina. Un país que utiliza el humor para escabullirse de temas que rozan en lo cotidiano como la desaparición cíclica de productos de la canasta básica alimentaria (hoy la más intensa en los últimos 5 años tomando como referencia cifras del Banco Central) o los niveles de inseguridad de los que no son comunes las publicaciones de cifras oficiales.

Una campaña hecha chiste
El tema rueda por la red social como cuchillo caliente ante barra de mantequilla. Chistes, memes, las llamadas “cadenas” por el servicio de mensajería Blackberry, mensajes de texto, audios y videos compartidos. Quien no ha visto las declaraciones y tiene un móvil, ya se las sabe. Quien no tiene un aparato, también se ha enterado porque se lo ha dicho el compañero de al lado en el transporte público o la persona cercana en la cola del banco, del supermercado y hasta del gimnasio.
Al final de la tarde, cuando los programas informativos de radio y televisión han comentado lo que ya se ha hecho noticia, las declaraciones de Maduro se convierten en una pieza más del entramado político que aparentemente no define el voto en unas ajustadas elecciones por la silla presidencial con apenas 10 días de campaña.

Fervor al candidato
Los afectos al oficialismo defienden y defenderán por todos los medios al ungido por Hugo Chávez para ocupar el más alto cargo en Venezuela. Incluso, alabarán el hecho de que al comienzo de su campaña haya recibido más atención que su competidor más cercano, Henrique Capriles Radonski. El público adverso, con las toldas políticas agrupadas bajo el nombre de Mesa de la Unidad Democrática, seguirá protegiendo a su abanderado y destacando sus virtudes por encima de lo que representa la continuidad de lo que se ha visto, para bien o para mal, durante casi 15 años al poder.

El elemento histórico también ha jugado un papel importante en esta toma de decisiones. El próximo 14 de abril Venezuela elegirá Presidente de la República luego de haber realizado este mismo proceso hace menos de seis meses y haber pasado en el camino por unas elecciones regionales, una semana antes de navidad.
En esta oportunidad, el candidato oficialista es otro pero, mantiene la visión del que figuraba en la boleta electoral el pasado 7 de octubre. Por la oposición es Capriles Radonski quien regresa para pedir la bendición de los venezolanos y ocupar la silla presidencial por los siguientes seis años, como lo establece la Constitución.

Toripollo, un apodo desafortunado
El gobernador elegido por el estado Miranda (justamente en las elecciones de diciembre) realizó un giro al utilizar un apodo (“Toripollo”) para referirse al adversario oficial. Eso, junto a otras decisiones, lo llevó a un campo que los académicos de varias universidades del país lo subrayan como un descalificativo de fondo y de forma que sólo habían visto con el oficialismo y que hoy demuestra –citando a Raisa Urribarrí, de la Universidad de los Andes, que a su vez incluye en uno de sus textos al filósofo y lingüista Ludwig Wittgenstein- una pobreza cognitiva y espiritual de quien insulta y disminuye el lenguaje.

Será en el ecuador de abril cuando sea visible si esta estrategia sirvió para la oposición venezolana o si la política criolla tendrá su continuidad hasta el 2019 y quizás hasta más allá, tal como lo soñó Hugo Chávez.

*David Padilla es periodista, trabaja en la coordinación de las redes sociales de LuzFM Radio en Maracaibo, asociada a Radio Nederland.