El primer día de la parte formal de la Conferencia de ICAN sobre las consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares terminó hoy con un flujo implacable de extraordinaria información sobre cómo incluso un intercambio nuclear limitado dejaría a una parte de la humanidad sobreviviendo con el probable deseo de haber muerto.

Según los organizadores, se reunieron alrededor de 440 participantes provenientes de 70 países de todos los continentes del mundo en Oslo para el foro organizado por la Campaña Internacional Contra las Armas Nucleares.

La sesión de la mañana se abrió con las presentaciones que trataron desde física básica al tema del activismo, la conferencia intergubernamental y la religión. El Cardenal John Onaiyekan, Arzobispo de Abuja, Nigeria, se extendió sobre el tema de la inmoralidad del uso de armas nucleares a la inmoralidad del uso de cualquier arma.

Gry Larsen, Secreatario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores, habló sobre el rol del Gobierno Noruego al organizar la reunión Inter-Gubernamental y sobre la necesidad de una participación decidida de la sociedad civil. “Sin la sociedad civil no alcanzaríamos nuestros objetivos,” señaló.

Refiriéndose a la conferencia Inter-Gubernamental puso al tanto a todos respecto de que ya hay 132 países registrados para participar este lunes y martes, mientras que en relación al boicot de los países P5 del Consejo de Seguridad de NU, citó al Ministro de Relaciones Exteriores de Noruega quien dijo, “Sus argumentos no fueron muy convincentes.”

Lo sustancial de la conferencia, las consecuencias humanitarias, fueron brutalmente presentadas en la sesión plenaria de la tarde, antes que nada a través de horrorosos testimonios de dos sobrevivientes a la bomba. Rev. Yutama Minabe, cuyos padres y hermano mayor sobrevivieron a la bomba de Hiroshima mientras que Minabe nació poco después. Explicó el estigma, el silencio y la discriminación que debieron enfrentar los sobrevivientes, además de los altísimos índices de cáncer y mortalidad. Explicó que su familia pudo sobrevivir gracias a que su padre había sido obligado a enrolarse en el ejército, de modo que logró tener acceso a comida y atención de salud.

Dr Terumi Tanaka estuvo en Nagasaki y sobrevivió a la bomba, relatando el horror de los primeros días inmediatamente después de la explosión; los muertos, los incendios, el río lleno de cuerpos y la desesperación de la gente buscando en vano a sus seres queridos. Un testimonio muy conmovedor que deberían escuchar los políticos del mundo entero.

Luego de ello, los científicos nos hicieron oír impresionantes presentaciones, como las de Dr Andy Haines, del London School of Hygiene and Tropical Medicine, Dr Alan Robock de Rutgers University, Dr Ira Helfand de International Physicians for the Prevention of Nuclear War, y de Dr. Rianne Teule de Greenpeace International.

Las 0presentaciones fueron brillantes pero tremendas. Un pequeño intercambio de unas pocas bombas entre India y Pakistán, por ejemplo, liberaría suficiente humo en la atmósfera como para bloquear efectivamente al sol durante una década, especialmente en el Hemisferio Norte, reducir las temperaturas globales creando un invierno nuclear y generando hambre para miles de millones de personas.

Dado que la comida almacenada probablemente no duraría más que 60 días, sería inevitable el hambre para quienes viven incluso en zonas que no hubiesen sido bombardeadas.

Dr Helfand delineó las implacables consecuencias de una bomba sobre Nueva York, de 3km de radio alrededor de la zona cero, sosteniendo que las temperaturas serían mayores que las de la superficie del sol luego de una millonésima de segundo, en los 3 km siguientes la onda de shock causaría destrucción y muerte de todo lo viviente, la siguiente zona de 3 km experimentaría una bola de fuego que como todo material inflamable combustiría instantáneamente quemando todo el oxígeno. Un poco más afuera la devastación sería menor pero todavía muy significativa. Estos serían los efectos inmediatos, sin considerar el envenenamiento de la radiación consecuente y los efectos climáticos.

Dr Teule de Greenpeace relacionó el tema de las armas nucleares con el tema de la energía nuclear y destacó los problemas de estigmatización por radioactividad que la gente está enfrentando como efecto de combustibles nucleares y del uso de materiales radioactivos en guerras en Medio Oriente.

Los científicos advirtieron que sus modelos predictivos eran sólo eso, modelos, pero que sus números siempre subestiman lo que la realidad podría llegar a ser, que siempre han desafiado a sus colegas a encontrar los errores que sus modelos pueden tener o aportar datos más exactos. Pero los resultados son siempre los mismos: la Tierra experimentará un invierno nuclear, las cosechas serán inutilizables durante años, y la humanidad será llevada al filo del desastre. Y en sus modelos trabajan considerando una detonación de una fracción pequeña de las 19.000 cabezas nucleares que existen en el mundo.

En el intercambio, el Dr Helfand mencionó un interesante punto al señalar que existen 2 generaciones que han nacido desde el final de la Guerra Fría y que no tienen información sobre el tema nuclear y que las generaciones anteriores a ellas francamente quieren olvidar el horror y el miedo que se produjo durante los años 60, 70 y los 80. Corresponde a las generaciones jóvenes informarse al respecto y presionar por el desarme.

Un tema que no fue tocado, pero que parece ser muy relevante en este foro es que cualquier ataque nuclear causaría tan terribles consecuencias en el suministro de electricidad y combustibles de respaldo, que dentro de poco las centrales nucleares comenzarían a sobrecalentarse, fundirse y terminar explotando. Habría que agregar eso al invierno nuclear y además de la falta de sol, la atmósfera sería radioactiva.

A la luz de toda esta información resulta claro que no hay justificación para poseer armas nucleares, porque ya sea por diseño o por accidente una guerra nuclear no afectaría solamente a las partes en conflicto, sino que devastaría a la humanidad y a todas las demás formas de vida del planeta. El asunto entonces de si estas armas son legales o no, resulta absolutamente irrelevante.

El boicot de los países P5 no puede por lo tanto ser visto más que como cuando los niños se tapan los oídos porque no quieren oír que ha llegado la hora de irse a dormir. El complejo militar-industrial-económico-mediático-gubernamental que hoy existe está logrando ganancias inimaginables a partir de la industria de armamento nuclear y simplemente no está dispuesta a escuchar estos argumentos.

Existe la esperanza entonces de que, aún en ausencia de los países P5, de que el resto del mundo se sienta tan incómodo ante las descripciones gráficas de las consecuencias humanitarias, que reaccionen con movimientos unilaterales para negociar un tratado conducente a la abolición de las armas nucleares y que los P5 no tengan otra opción que alinearse con el deseo general de la humanidad.