Intervención en la presentación del libro «Perspectivas desde el Humanismo sobre las encrucijadas del mundo actual»

Quisiera desarrollar brevemente el eje de la no violencia, modificando un poco el punto
de vista que habitualmente se tiene. Hablaré por supuesto de la no violencia en tanto metodología de acción,
como bien podría suponerse, pero también hablaré de la no violencia, de la superación de la violencia, como
objetivo a largo plazo.

Utilizaré para comenzar una frase de Silo que nos puede servir como pre-dialogal: «Hasta tanto el ser humano
no realice plenamente una sociedad humana, es decir una sociedad en la que el poder esté en el todo social
y no en una parte de él (sometiendo y objetivando al conjunto), la violencia será el signo bajo el cual se realice
toda actividad social. Por ello, al hablar de violencia hay que mencionar al mundo instituido, y si a ese mundo
se opone una lucha no-violenta debe destacarse en primer lugar que una lucha no-violenta es tal porque no
tolera la violencia. De manera que no es el caso de justificar un determinado tipo de lucha sino de definir las
condiciones de violencia que impone ese sistema inhumano».

En este contexto, la labor que realiza la Agencia de noticias Pressenza cobra un doble significado, ya que
denuncia y visibiliza situaciones de violencia en todo el mundo, pero además resalta y rescata los fenómenos
no violentos que podemos percibir en los nuevos movimientos sociales, en organizaciones que recorren todo el
planeta, poniéndolas como modelos posibles de acción.

En el Diccionario del Nuevo Humanismo [1] encontramos una definición que será útil para lo que quiero
desarrollar. Allí dice: “La violencia se manifiesta como despojo de la intencionalidad del otro (y, por cierto, de su
libertad); como acción de sumergir al ser humano, o a los conjuntos humanos, en el mundo de la naturaleza”.
Así es que tomamos por violencia todo acto de anulación o supresión de la intención y la libertad del otro,
tome ésta formas físicas, psicológicas, sociales, etc. Por cierto que tomaré en cuenta las diferentes formas
de violencia que existen, la violencia racial, psicológica, sexual, moral, económica o física. Sin embargo, me
centraré en aquella forma de violencia que no se observa directamente. El fenómeno violento no solo se
expresa de modo directo -despojo por parte de A, de la intención de B-, sino también por la generación y
reproducción de condiciones para su manifestación, expresados en forma de opresiones cotidianas a la
libertad y la intención de las personas. Quizás alguien pueda no ser violentado en su intención y su libertad de
modo directo por otra persona, pero el efecto de esos condicionamientos, que son generados o reproducidos
por personas, se expresan de modo cotidiano en su vida. ¿O acaso qué libertad tiene aquel niño que despierta
una mañana en su casilla de latón y ni siquiera puede imaginar su futuro más inmediato porque lo encuentra
completamente cerrado?

¿Cómo describir entonces esta situación social en referencia a la violencia? Diré sintéticamente que el poder
está en manos de una parte que somete y objetiva al conjunto, y no en el todo social. Ello es lo definitorio,
como bien lo expresaba la cita inicial de Silo. Esta situación de apropiación es el origen y fundamento de la
violencia en el medio social, y hasta tanto no se modifique, será realmente imposible transformar la situación
de violencia que se vive socialmente.

Es a partir de esto que se genera un sistema de relaciones sociales que lleva a la dominación de una parte
por sobre el todo, con el objeto de reproducir la situación inicial. Así se ha desarrollado un tipo de relaciones
sociales que predomina en la constitución del medio social, y tiene en su esencia una búsqueda constante
de su reproducción a partir de la violencia, es decir a partir del despojo de grandes conjuntos humanos de su
intencionalidad y su libertad, generando con ello sociedades con este signo característico.

Ello tiene diversas formas de condicionar la vida de las personas: ha pasado entre otros ejes, por la exclusión
y naturalización de razas y culturas, por la dominación moral y religiosa, por la exclusión política en la toma
de decisiones, hasta llegar actualmente a la dominación económica, que como epicentro irradia hacia las
demás esferas de lo público sus condicionamientos.

Dicho esto, si mi objetivo, y por tanto mi real interés, se refiere a la superación de toda forma de violencia (aun
en sus formas larvadas), no encontraré justificación alguna para utilizar otras metodologías de acción, pues
me alejaría de mi objetivo, de mi interés. Así es que vamos acercándonos al punto. Es en la profundización
de la no violencia activa como metodología de acción, o dicho de otro modo, como búsqueda de superación
de la violencia, que encontraremos la real solución para este problema que nos azota día a día. No admite
distracciones ni desviaciones: para superar la violencia, el interés debe estar en superar la violencia.

Ahora bien, si el objetivo es superar la violencia a nivel social ¿cómo puede pensarse una sociedad, una
política, una economía que tengan el signo de la no violencia? Dejo algunas reflexiones iniciales en esa
dirección:

En primer término, si afirmo que el ser humano es un ser histórico y social que transforma (y se transforma)
sin cesar, niega la posibilidad de fundamentar un orden social en suposiciones respecto de una “naturaleza
humana”. Dicho de otro modo, el ser humano puede comportarse de modo “bueno” o “malo”, pero ello no
deriva de una presunta naturaleza. Así las cosas, los fundamentos del orden social deben buscarse por otra
vía y no en tanto compensación a ciertas características inmutables que cosifican y nos cosifican.
En segundo término, se puede asegurar que si lo característico es la inexistencia de una naturaleza y
lo propio es la transformación, las instituciones políticas deberán ir en esa dirección. De este modo, cualquier
limitación a la dinámica social o intento de limitación al progreso será contraria a los intereses buscados.
En tercer término, una teoría de las instituciones políticas sin fundamentos en una naturaleza inmutable
debe buscar sus bases en la esfera de lo propiamente humano, y con ello ubicar al ser humano como
preocupación y valor central.
En cuarto término y a modo de síntesis, se puede afirmar que una teoría de las instituciones políticas
basadas en la presente concepción del ser humano deberá primeramente propiciar la superación de lo viejo
por lo nuevo, generando estructuras flexibles y dinámicas en la sociedad, que tiendan a una adaptación
creciente.

Por último, y en conclusión, diré que si queremos superar la violencia debemos partir de una concepción
del ser humano que apunte a desnaturalizarlo, y con ello se oriente directamente a su humanización y a su
liberación respecto de posibles cosificaciones. Partiendo de esta base, cualquier teoría de las instituciones o
justificación de un orden social estará en íntima relación con nuestra libertad y liberación.