[/media-credit] Enviado ONU

Lakhdar Brahimi, nuevo enviado internacional de Naciones Unidas para Siria, aseguró hoy que su misión resulta casi imposible y expresó pesimismo ante la creciente violencia de una oposición respaldada por Estados Unidos y sus aliados.

Sé lo difícil que es. No puedo decir imposible, pero es casi imposible, afirmó tras asumir el cargo el exministro de Asuntos Exteriores de Argelia, quien también ha cumplido trabajos de la ONU en zonas de conflicto como Afganistán.

De excelente reputación en la ONU y considerado independiente por las grandes potencias, su nombramiento es visto con beneplácito incluso por el gobierno sirio, según el sitio digital BBC Mundo.

Brahimi vio fracasar como mediador a su antecesor, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, quien dijo que ya no hallaba cómo cumplir su misión y renunció en medio de una ola de acciones terroristas y la consiguiente respuesta gubernamental.

Tengo miedo porque es una gran responsabilidad. La gente está muriendo y, ¿qué estamos haciendo? No estamos haciendo mucho. Eso en sí mismo es un peso terrible, afirmó en declaraciones a la publicación británica.

Durante la toma de posesión el sábado último, Brahimi exhortó a las partes del conflicto a detener el derramamiento de sangre.

Naciones Unidas dio por concluida en agosto la misión de observadores que se había encargado de supervisar el alto el fuego.

Por su parte, los grupos antigubernamentales que piden una intervención armada de la OTAN mostraron hoy escepticismo ante la capacidad de Brahimi para cumplir su cometido.

A pesar de la tregua mediada inicialmente por Annan y a partir de ahora por el diplomático de origen argelino, los combates y atentados terroristas aumentaron en los últimos días y se estima en más de un millón el número de sirios que ya huyeron del país.

Las autoridades denuncian cada vez con más frecuencia los ataques con explosivos de las bandas terroristas en Damasco y Aleppo.

Este domingo detonaron dos bombas cerca de un puesto de control militar en el barrio de Abu Rumaneh, en pleno centro de Damasco, con saldo de cuatro heridos, según la televisión estatal.

Apenas 24 horas antes medios de comunicación oficiales confirmaron que la explosión de un carro bomba en el suburbio sur de Sbeneh mató al menos a 15 personas. En contraste, los círculos de poder occidentales multiplican su respaldo político y material a las agrupaciones que combaten al gobierno del presidente Bashar al-Assad y demandan su caída.

Recientemente el mandatario francés, Francois Hollande, exigió a la oposición siria, articulada en el exterior en medio de la crisis en ese país, formar un gobierno «provisional, integrador y representativo» al que prometió reconocer de inmediato.

Sin embargo, los llamados opositores se muestran cada vez más disgregada, sin un liderazgo efectivo ni aglutinador, lo cual suscitó quejas recientes de la secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton. Medios internacionales coinciden en que las declaraciones de Hollande no solo constituyen una mayor presión contra el gobierno de su par, Bashar al Assad, sino también un incentivo adicional para que la fragmentada oposición deje a un lado sus contradicciones.

Hollande recibió hace unos días en París al presidente del Consejo Nacional Sirio (CNS), Abdel Baset Sayda, principal grupo enemigo de al Assad.

Tras el encuentro de casi 45 minutos, Sayda reconoció ante la prensa los obstáculos que dificultan a su organización formar un gobierno de transición.

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