A 30 años de la guerra de Malvinas, tras la decisión dictatorial del desembarco, la Presidenta busca insistir en la diferencia entre aquel gobierno y el régimen democrático que pide negociar. El dilema de Irán. La novedad de Egipto. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidos.

Con pocos minutos de demora, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llevó a cabo su discurso en la 67º Asamble General en la ONU. Mientras se espera que renueve el reclamo por las Islas Malvinas, la mandataria comenzó su alocución con un panorama sobre la crisis política en Medio Oriente y financiera en Europa, a la que definió como una «crisis global».

Cristina habló después de las tres de la tarde en una ONU que desde el domingo ya comenzó a parecerse a una zona militarizada. Y, en el plenario de la Asamblea General, se intensificó el movimiento de seguridad como todos los años: policías, agentes del servicio secreto con el cable enrulado directo al oído, lanchas, patrullaje de cazas, helicópteros y cordones no sólo en la ONU, junto al East River en la zona media de Manhattan, sino en los hoteles donde se hospedan los mandatarios más custodiados del mundo. Empezando, claro, por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.

«Es necesario tener un clara posicion de cuales son los principales problemas en este mundo para entender la necesidad de tener politicas diferentes para construir una paz verdadera y duradera. Hay que elegir el lenguaje de la diplomacia, no de la violencia», continuó la jefa de Estado, al tiempo que se refirió al conflicto en la Franja de Gaza.

Del lado argentino la agenda tiene un puñado de temas propios. La exigencia de dialogar sobre la soberanía de las Malvinas es un tema habitual de los presidentes, pero este año Cristina Fernández de Kirchner insiste en su combinación de argumentos de junio, cuando fue al Comité de Descolonización. Por un lado, diferencia respecto de la dictadura. Más allá del principio de continuidad jurídica de los Estados, la estrategia busca crear mejores condiciones políticas para presentar el reclamo argentino de negociar. Por otro lado, el planteo de que la situación colonial en Malvinas, tal como lo definió la ONU en 1965, puede ser hoy un problema regional e incluso mundial por su potencial de desestabilización sobre un área que, como Sudamérica, es la menos conflictiva del planeta.

La Presidenta dedicó una buena parte de su discurso a analizar la crisis financiera mundial y defender la política económica que mantiene desde su segundo mandato, en particular en las restricciones a las importaciones. «Es necesario un replanteo en la guerra comercial a partir de políticas proteccionistas y que sólo son políticas de defensa frente a las principales potencias, que son las causantes de la crisis que se quieren transferir a nuestros países», apuntó.

«En 2008, parecía que era una crisis causada porque los pobres no podían pagar las hipotecas. Esto ya es una crisis global«, exclamó. «Hay países que deben más que su PBI, familias endeudadas para los proximos 30 años por hipotecas», enumeró, al tiempo que tomó a España como ejemplo para mostrar los alcances del ajuste: «En este momento hay represión contra manifestantes que reclaman contra recortes de recetas de políticas de ajuste».

La alocución de Fernández de Kirchner no sólo defendió las medidas del Gobierno nacional, sino que sirvió como un fuerte mensaje contra los organismos internacionales, en especial ante las críticas por los indicadores económicos oficiales.

Aún está abierta la decisión de si la Argentina aceptará o no el diálogo ofrecido, esta vez formalmente, por la Cancillería iraní siguiendo instrucciones del presidente Ahmed Ahmadinejad. Los pros y contras de la resolución están en manos de la propia Presidenta, obligada a sopesar un tablero múltiple: Determinar si un diálogo oficial ayuda o no a la causa abierta en la Justicia.

Analizar una movida de este tipo en la actual situación internacional, justo cuando el gobierno israelí reclama al de los Estados Unidos mayor agresividad hacia Irán.

Prepararse para el mote de “chavismo”, probable por el pensamiento mágico que considera como transitiva la política internacional, es decir que los amigos de los amigos, como Irán de Venezuela, serían automáticamente amigos de la Argentina.

«Esta es la crisis más grande que se recuerda desde los años ’30». «Mi país no es un cuadro de fútbol, es una nación soberana que toma decisiones soberanas sobre su economía y que no va a ser sometida a ninguna presión ni amenaza«, contraatacó. «Si comparamos con el fútbol, el rol del presidente de la FIFA ha sido mas satisfactorio que el de muchos directores del FMI», ironizó.

Evaluar, también, la llegada popular de otro argumento: que sentarse a dialogar no significa emitir una calificación de la otra parte sino solo un momento, un procedimiento, dentro de un curso mayor de las cosas.

«No somos economistas, pero no somos tontos. Estamos ante un nuevo mundo que requiere liderazgos creativos», apuntó la mandataria. «Querer solucionar los problemas actuales con las recetas que las causaron resulta absurdo. El crecimiento en los ultimos 10 años fue sostenido por los países emergentes», destacó. «Tenemos que soportar que nos critiquen de proteccionistas por países que han aplicado esas políticas», interpeló, mientras aseguró que la deuda argentina «tiene un 14% en relacion con el PBI, el nivel más bajo de deuda en moneda extranjera con acreedores extranjeros».

«Estas afirmaciones pueden alterar a algunos organismos de créditos. Algunos quieren amonestarnos para que no cunda un modelo», expresó Cristina. «Este no es problema económico, es un problema político. La politica no encuentra respuestas, nuevos modelos y liderazgos para los nuevos problemas», insistió.

Se realizó también el encuentro bilateral más importante de Cristina, el que sostuvo con el presidente egipcio Mohamed Morsi, el ex líder de la Hermandad Musulmana que llegó al cargo en elecciones democráticas. Es ex líder porque cuando asumió la presidencia decidió seguir siendo un miembro de su fuerza pero ya no el jefe.

Washington criticó la dilación de Morsi de condenar el asesinato de su embajador en Libia y los picos de violencia en la región, pero hasta ahora no dio indicio alguno de que quiera perder la alianza con Egipto, uno de los países que reciben mayor ayuda militar norteamericana junto con Israel y Colombia. Funcionaría el espíritu práctico de considerar que el proceso en el norte de África es irreversible y los Estados Unidos no pueden quedar afuera y, a la vez, la teoría del mal menor que diferencia a un islamismo pacífico del terrorismo fundamentalista de grupos como Al Qaeda. Página12 pudo saber que la reunión con Morsi no surgió en Naciones Unidas sino que viene siendo trabajada por la Argentina y Egipto. La Argentina también busca presencia política y comercial en una de las zonas del mundo que presentan mayores novedades en los últimos años.

 El análisis económico dio paso a los temas más esperados de su discurso: la soberanía argentina en Malvinas y una nueva llamada a Irán para que colabore en la investigación judicial por los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel.