Tal como las ráfagas de viento obstaculizan el paso por los cruces cordilleranos, las tormentas políticas se abaten sobre los intentos de alcanzar niveles más altos de integración entre nuestros países de América del Sur.

Hoy en Mendoza están reunidos los Presidentes de Brasil, Argentina y Uruguay. Días antes, lo habían hecho mediante teleconferencia en la que discutieron posibles alianzas comerciales con China. Todo anticipaba un avance importante para la región y altas expectativas para esta 43a Cumbre del Mercosur.

Los vientos frustraron las expectativas. Las discusiones previas, como también las largas horas de trabajo para preparar los acuerdos a firmar en esta ocasión, quedaron relegados a segundo plano por los sucesos acaecidos en la hermana República del Paraguay.
El ambiente en torno al Hotel Intercontinental de Mendoza, las conversaciones entre los periodistas acreditados presentes y las notas en los medios que cubren la cumbre, no nos informan de nuevos avances en la integración regional, como era de esperarse. El gran y único tema es la ausencia de Paraguay.
Es que las grandes decisiones se toman en calma y no en medio de condiciones turbulentas.

Cuando en el equipo de Pressenza preparábamos nuestro viaje a través de las montañas andinas, nos enteramos de los primeros vientos que podrían dificultar este paso hacia un mayor nivel de integración. Bolivia, Colombia, incluso la anfitriona Argentina, y por sobre todo Paraguay, se remecían bajo ráfagas desestabilizadoras diversas.

Vienen a la memoria las siempre presentes perturbaciones de la atmósfera latinoamericana en cada intento anterior de integración: el Pacto Andino, el ALBA, la UNASUR y el mismo MERCOSUR, fueron acompañados, en su nacimiento, por las críticas, los vaticinios de fracaso y las descalificaciones, tanto desde el interior, como desde los intereses mayores que se veían amenazados con cada intento de colaboración mutua e independencia.
Es que no es fácil tomar las riendas de la propia vida luego de siglos de tutelas imperiales.

Esta 43a Cumbre del MERCOSUR no colmará nuestras aspiraciones de convertirnos alguna vez en una región unida, fuerte y solidaria, pero al menos nos deja en evidencia aspectos que nuestra adolescencia debe afrontar.

Así como los vientos se originan por las diferencias de temperatura, las divisiones internas en nuestros países dan cuentan de la falta de cohesión que padecen.
La integración regional con la que todos soñamos, es una integración mucho más amplia que un simple conjunto de tratados comerciales.
En la 15a Cumbre Social que se realizó el día previo al encuentro de los mandatarios, ese sueño se expresó en los lienzos y las consignas coreadas por los asistentes. También quedó manifiesto en la participación de las etnias, en el reconocimiento a los líderes progresistas que concitan una admiración que trasciende las fronteras, en la suelta camaradería que se advierte entre dirigentes y militantes de los distintos países presentes…

El MERCOSUR, así como el ALBA y la CELAC deben dar respuestas a aspiraciones que son mucho más que comerciales: El libre tránsito de las personas, el reconocimiento de una “nacionalidad latinoamericana” con todos sus derechos,la eliminación de las fronteras que escinden nuestros pueblos originarios, entre otras, son metas a alcanzar, pero ellas requieren un nivel de madurez a{un no alcanzado por nuestros gobernantes.

La calma que exige la toma de acuerdos de tal envergadura se puede encontrar en el cariño que compartimos como pueblos hermanos. Las divisiones políticas que marcaron el inicio de esta cumbre del MERCOSUR dan cuenta de que nuestros “representantes” no están a la altura de ese cariño.

Desde Mendoza,
Juan Guillermo Ossa
Micky Hirsch
Luis Felipe García