Hace veinte años, como miembro del primer gobierno democráticamente electo luego de la era de Pinochet, tuve la oportunidad de contribuir a la Cumbre Mundial de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro aportando la preocupación del gobierno chileno respecto a la necesidad urgente de crear una conciencia ambiental que pudiese conducir hacia un desarrollo sustentable.

Una generación completa de jóvenes ha crecido desde entonces. Ellos, a diferencia de nosotros, fueron educados y formados en valores ambientales y hoy en día a nadie se le ocurriría sostener un tipo de desarrollo que no considera la dimensión ambiental.
El mundo en que vivimos ha cambiado velozmente pero es también un planeta en el que demasiadas personas van quedando marginadas de los beneficios del desarrollo.

Ahora que acaba de concluir la reunión de Río+20, observamos en su documento oficial una creciente preocupación respecto del futuro. Ha emergido un poder financiero que concentra cada vez en menos manos el destino no sólo de los individuos sino también de organizaciones, instituciones, países e incluso zonas completas del mundo.

Esta tremenda concentración es una forma demasiado evidente de violencia que deja a la mayoría de la gente fuera de la posibilidad de participar de una democracia real, impide a demasiadas familias de contar con el derecho a la educación, salud, vivienda y jubilación, deja al 99% de los habitantes del planeta en la marginalidad. La injusticia social parece estar creando actualmente un terreno sumamente fértil para la violencia. Y cuando hablamos de violencia no nos referimos solamente a la agresión física, que es su expresión más evidente. Hay muchas otras formas de violencia. Hay violencia económica cuando existe explotación; violencia política cuando no hay acceso a la participación; violencia religiosa cuando se imponen creencias y fundamentalismos; hay violencia institucional cuando se abusa del poder y se promulgan leyes injustas; en el campo cultural hay violencia cuando determinadas culturas son excluídas; existe una forma de violencia étnica cuando los derechos de un determinado pueblo o comunidad no son respetados; hay una violencia de género y una violencia sexual, psicológica, etc.

Actualmente la sustentabilidad debe ser entendida también en términos de su dimensión humana, como “sustentabilidad humana”, ya que es nuestra especie la que cada vez sufre más y encuentra mayores dificultades para llevar adelante una vida con la dignidad que le corresponde.

Por ello es que este año en la reunión de Rio+20 estuvimos presentes dando el máximo de cobertura posible a las voces de los Pueblos, representados por las organizaciones de base cuyas voces no están presentes en los medios de los grandes conglomerados multinacionales. Hemos trabajado hasta ahora cubriendo a todos quienes no tienen voz pública, así como lo estamos haciendo con el movimiento Occupy, con el clamor de los Indignados en todo el mundo, con los estudiantes chilenos y canadienses, con todos aquellos que reclaman un mundo diferente y llevan adelante sus luchas mediante la noviolencia.

Cada día estamos más convencidos del hecho de que no habrá desarrollo si no es de todos y para todos. No habrá sustentabilidad si la situación humana no es considerada y priorizada.

Nos hemos centrado en cuatro pilares fundamentales desde los cuales organizamos la comunicación y tratamos de contribuir a la creación de una nueva conciencia. Ellos son el Humanismo, la Noviolencia, los Derechos Humanos y la No-discriminación.

Obviamente, no educamos sobre estos temas, ya que nuestra función como agencia es la de comunicar noticias. Pero intentamos, diariamente, dar prioridad a todos aquellos hechos que está poniendo en marcha esa nueva sensibilidad, enfatizando en las propuestas que surgen del clamor por un mundo mejor en el que podamos todos vivir, apoyando a la gente que busca construir una Nación Humana Universal.

¿Cómo podría lograrse la paz si no es con la participación de todos? ¿Cómo puede convertirse en un valor tal como ya lo es la sustentabilidad ambiental? Suscribimos todos los esfuerzos que actualmente están llevandose a cabo en el mundo para el logro de una democracia real por medios noviolentos.

En particular, respecto a la Educación, consideramos de suma importancia contribuir a la creación de una conciencia noviolenta, y por ello estamos apoyando los esfuerzos que hace el gobierno argentino desde el Senado con los Diálogos de NoViolencia con las organizaciones de base, impulsados por Lía Mendes; estamos dando la mayor cobertura posible a los Consejos Permanentes por la NoViolencia que pone en marcha Juan José Pescio desde La Comunidad para el Desarrollo Humano en distintos países de Sud América; patrocinamos el documental sobre la organización Tupac Amaru del norte de Argentina por su empeño en devolver dignidad a los seres humanos; apoyamos el reclamo noviolento de los estudiantes chilenos y canadienses que apuntan a crear conciencia respecto a la discriminación que el sistema impone desde los primeros años y durante todo el proceso de educación formal.

Esos efectos demostración, así como otras iniciativas que en el mismo sentido se generan, constituyen la esperanza de un futuro diferente, en el que prime la fraternidad y la justicia.

En otras palabras, estamos convencidos que en tanto el desarrollo no sea de todos y para todos los seres humanos, persistirán las condiciones que arriesgan actualmente la vida social y personal.