Parapetados tras el escudo del terrorismo o del amotinamiento frente a los poderes establecidos se lanzan a la batalla los servicios mediáticos del ejército. ¿Qué se puede informar de lo que esté sucediendo? ¿Cómo relatar los hechos para ganar la batalla mediática? ¿Cómo adaptar el mensaje al entorno cultural, religioso, geográfico que corresponda?

Estrategia comunicacional pero dirigida desde el puesto de comando. Erich Mosblech, teniente en activo, no nos hace descubrir nada que no sepamos, pero esta suerte de sincericidio nos muestra desde el costado teórico cómo se elaboran las estrategias que utilizaron, por ejemplo, los 129 mil ISAF que actuaron en Afganistán.

La capitán Valeria Diefenbach relata desde la experiencia operativa de las misiones realizadas, mostrándonos los ejemplos empleados en Afganistán (canales de televisión y antenas de radio, publicaciones de distintos tipos), incluso los contenidos de los programas, las líneas editoriales y ejes de la información, los idiomas en los que se transmitía. Las consignas precisas a la población: no salir a la calle, no asustarse de las acciones de los soldados, pedido de información sobre la posición de los “rebeldes”.

La guerra de la comunicación ocupa a la armada que despliega todo su arsenal propagandístico. La periodista serbia Zana Cimili nos permite conocer cómo fue el funcionamiento en Kosovo y cuál es la situación actual. Evidentemente la información confidencial no circula, pero este acercamiento nos permite comprender mejor por qué fue el ejército alemán el que informó a los soldados franceses la ubicación precisa de Muanmar Khadaffi para que ellos pudieran enviar a sus sicarios locales, exaltados con la posibilidad de ser ellos quienes matasen al dictador libio.

El dilema sobre la independencia de los medios no obtuvo una respuesta franca de la parte de los militares, esgrimiendo la necesidad de servir a la patria y de salvar la vida de niños inocentes los militares se reservan el derecho de controlar los medios que necesiten para hacer cumplir sus objetivos. Que se trate de fuerzas armadas que responden a países democráticos parece servirles de coartada para justificar sus actuaciones.

**Guido Westerwelle**

Así como los militares no cambiaron una coma de los textos que traían preparados, y seguramente confirmados por sus superiores, el ministro de asuntos exteriores teutón, Guido Westerwelle tampoco se distanció de un milímetro de la doctrina corporativista alemana que tiene de rodillas a media Europa.

Intentando mostrarse como un tipo simpático y jocoso su discurso inevitablemente recordaba a esos líderes que embebidos de sus suprapoderes se creen con autoridad para dictarle al resto del mundo cómo son las cosas. ¿Qué necesidad había de discutir sobre cómo hacer evolucionar la educación en una dirección de cultura de paz? El señor Westerwelle ya tiene la respuesta. ¿Para qué plantearse transformar las instituciones hacia una forma más democrática y que contemple al ser de humano como centro de los cambios y no como un espectador o un simple consumidor? No hay por qué preocuparse, Guido tiene todas las respuestas y tiene la generosidad de compartirlas con todos.

Un fotógrafo de Bangladesh lo cuestionó y lo dejó bastante mal parado: “Señor Westerwelle, usted dice que la educación conduce hacia a la paz, que fomentando la educación llega la paz. Sólo quería decirle que quienes andan tirando bombas por el mundo son personas muy buen educadas. Y cuando usted habla del rol de las Naciones Unidas me parece que se olvida que existe el Consejo de Seguridad que controla y censura todas las resoluciones de los demás miembros. Ese consejo lo integran los 5 mayores fabricantes de armas del mundo, Poner la paz y la seguridad en manos de ellos es como dejar a nuestros hijos al cuidado de una horda de pedófilos”.

Reproducir aquí la evasiva respuesta del ministro podría ser considerado como parte de una campaña de desprestigio del político alemán. Es interesante ver como la ausencia de debate, de confrontación ideológica alimenta esa sensación de supremacía intelectual que arrastran los ejecutivos teutones. Habría que ver qué sucede si se discutieran los mandamientos del divino Banco Central Europeo y se le pidiera al FMI y al Banco Mundial que exhibieran algún ejemplo de país, ciudad o barrio que haya conseguido progresar siguiendo sus recetas. Evidentemente, sin devastar a otros.