Por Gustavo Herren (especial para ARGENPRESS.info)

En los discursos del ex presidente Kirchner y la actual presidenta, se pueden hallar indicios de la conducta paradójica del gobierno nacional (y provinciales) frente a Malvinas, pretendiendo construir soberanía mientras son entregados al extranjero meramente como mercancías recursos naturales estratégicos del país, como en megaminería e hidrocarburos. No es casual que el gobierno considere a los recursos naturales dentro del área de ‘Protección’ Nacional, y no de Defensa Nacional. Simultáneamente con la fuerte militarización de la base británica Mount Pleasant, entra oficialmente en operaciones la primera base paramilitar del Comando Sur de los Estados Unidos en territorio continental argentino. Encubierta como centro de respuestas a emergencias naturales, se trata de un centro de Inteligencia militar, monitoreo y adoctrinamiento de la población civil dirigido por el coronel Edwin Passmore, activo de Irak, Afganistán y Kuwait y expulsado de Venezuela por espionaje.

En 2003, al principio de su mandato cuando debía exponer su perfil económico ante el poder real local y global, Néstor Kirchner anunciaba la reconstrucción en Argentina de ‘…un capitalismo nacional’; lo propio hizo Cristina Kirchner en 2007, cuando se refirió a ‘…un capitalismo con fuerte participación estatal’. Coherentemente, en 2011 durante la reunión del G20, habló de la responsabilidad social en la economía capitalista en Argentina y la necesidad de volver en el marco mundial a un verdadero capitalismo, un capitalismo en serio que regule a los sectores financieros que estén fuera de control, además de considerar al consumo como parámetro relevante. Las menciones pueden tener cierta obviedad pero no son triviales, ya que muestran una concepción de país que en última instancia no está basada en una tercera posición peronista, ni en un socialismo sino en el mismo capitalismo, lo que implica no salir de un sustrato axiomático unívocamente definido, como es el modo de producción capitalista y el gran capital como condición necesaria, la asimetría estructural por su acumulación, y la propiedad privada y de los grandes medios de producción.

Por otro lado, la Presidenta mencionó que ‘…Argentina no es un país imperialista …somos un país con una independencia razonable’. Estas afirmaciones dan una aproximación respecto a la ubicación del país en la Estratificación Jerárquica Internacional.
La posición de los Estados en el contexto mundial, se puede establecer desde el punto de vista de su capacidad y voluntad para proyectar poder económico y militar e influenciar sobre las relaciones, autodeterminación y soberanía de los demás Estados, lo cual configura un orden jerárquico relativo. La política exterior argentina estará entonces acotada según una posición de país en la escala internacional, que una mayoría de las dirigencias de los Estados menores asume prefijada e inamovible, y dentro de la lógica y dinámica del capitalismo mundial.

En América Latina, a pesar de los cambios de tendencias ideológicas en las máximas dirigencias después del fracaso para los pueblos del capitalismo liberal de mercado, no son pocos los países cuyas autoridades a cambio de gobernabilidad siguen insertándose en el mercado internacional en base a las ventajas comparativas, como exportadores de recursos naturales no renovables y materias primas asociadas a un tímido desarrollo industrial. La alta demanda mundial y el alto precio coyuntural de determinadas commodities, beneficia a estos procesos extractivistas que históricamente, durante el capitalismo mercantil en los siglos XVI a XVIII han resultado en un fracaso brutal para los desarrollos regionales, al no poder concretarse una vigorosa producción de manufacturas e industrialización con generación de conocimiento propio en gran escala dirigido, a las necesidades de los pueblos. Con el agravante, que las grandes potencias en connivencia con las quintas columnas, los traidores y corruptos locales, sabotean sistemáticamente esta clase de desarrollo endógeno, como fue el histórico caso del Paraguay industrial del mariscal Solano López, hacia mediados del siglo XIX. Fracaso que fue confirmado recientemente por el mismo Banco Mundial, cuando a través de su vicepresidenta para América Latina y el Caribe, Pamela Cox, elogió el proceso extractivista latinoamericano ‘… Los países de la región llegaron a estar entre los más prósperos del mundo gracias a la producción de metales preciosos, azúcar, caucho, granos, café, cobre y petróleo …la explotación de los recursos naturales no ha sido una maldición para la región y las perspectivas a corto plazo son halagadoras por los altos precios del mercado …Las exportaciones de bienes primarios siempre han activado las economías de la región, llenando las arcas de los gobiernos, y América Latina puede derivar beneficios significativos por ser yacimiento minero y granero de las economías centrales’. Justamente, Latinoamérica debería hacer exactamente lo contrario de lo que ‘elogia y recomienda’ el Banco Mundial, herramienta de los intereses occidentales del norte imperialista. Sin embargo, la exportación de materias primas con bajo valor agregado constituye en promedio el 25% de los ingresos fiscales (con casos que alcanzan al 50%). Con la reserva de Brasil, que ha iniciado una expansión como potencia regional escalando en el marco de la multipolaridad global, los principales países con economías regionales relevantes tienen un impacto significativo de sus materias primas en los ingresos fiscales de al menos un 10%. Argentina (a través de las exportaciones agropecuarias y la minería en auge), Chile (cobre, frutas y madera), Colombia (petróleo), México (hidrocarburos), Perú (minería), Venezuela (hidrocarburos), sin descartar a Ecuador y Bolivia.

El caso de la actual industrialización argentina, es una muestra del rol prioritario que el gobierno asigna al gran capital. Si bien se opone a la des-industrialización liberal que tuvo su máximo destructivo en los ’90 con un país de servicios, la actual industrialización toma como impulsor para el desarrollo nacional al capital extranjero.
Salvo en unas pocas ramas del mercado interno (como calzado, indumentaria, cuero, algunos electrodomésticos, cierta parte de la actividad metalmecánica agrícola entre otros) el eje se desplazó desde la importación casi total hacia el ensamblado, en que la mayor parte de la tecnología proviene del exterior sin transferencia relevante, creando así una alta dependencia, con el agregado que la integración nacional en el valor de estos productos es baja. Se confunde, tal vez deliberadamente, la producción e industria ‘nacional’ con esta clase de pseudo-industrialización. Un caso testigo es la industria automotriz con sus plantas fabriles de multinacionales extranjeras. La ciencia y la tecnología son condición necesaria para la cadena de valor pero no bastan, ya que el gobierno deja actuar al capitalismo concentrador por naturaleza, dentro de las principales cadenas de valor, que termina estructurando las relaciones de poder internas al inhibir y subordinar al gran capital el desarrollo de los pequeños actores locales.

Hacia finales de los 60’s cuando aún no se conocían los potenciales recursos energéticos en la región marítima austral, un sector del gobierno británico comenzó a tratar discretamente con autoridades argentinas el traspaso de soberanía de Malvinas. La predisposición para negociar fue rápidamente entorpecida por sectores conservadores con negocios en el archipiélago.
A principios de los ’70, Londres propuso al gobierno del general Perón el condominio de las islas. Sin embargo, en 1976 poco tiempo antes del derrocamiento, el gobierno de Isabel Perón había expulsado al embajador de Inglaterra por la intromisión del buque RRS Shackleton enviado para prospección petrolera, que exactamente a los 143 años de la expulsión de los argentinos (3 de enero de 1833) arribaba a las islas con el hijo del explorador antártico Sir Ernest Shackleton a bordo, y que fue obligado por la fuerza naval argentina a replegarse a Puerto Argentino. Sin embargo, la misión británica fue completada luego del golpe cívico-militar, interviniendo British Petrolleum (BP) y empresas estadounidenses como Western Geophysical y Geophysical Services Inc. Como resultado, el geógrafo y político Lord Edward Shackleton publicó un informe económico que tuvo impacto en la política exterior británica en la región y marcó un punto de inflexión, al plantear la probable existencia de significativos yacimientos de hidrocarburos en los alrededores de las islas, con una futura rentabilidad según sea su precio internacional : ‘…Una riqueza enorme, compuesta de proteínas, gas natural y petróleo podría ocultarse en la zona que rodea a las Islas Falkland (Malvinas)… Se obtuvieron suficientes pruebas geológicas como para asegurar que habrá gran interés en la exploración del petróleo frente a sus costas, así como del gas que allí se encuentra.’

A partir de aquí el gobierno británico tomó una posición rígida, que como resultado neto empantanaba sistemáticamente toda negociación sobre soberanía con Argentina.

Una alternativa considerada por el gobierno militar de facto con Galtieri y su quinta columna liberal, a la que pertenecía su ministro de economía Roberto Alemann representante de los bancos suizos, era que como colorario de una breve ocupación a las islas se negociara una soberanía compartida, recurriendo a la mediación de Estados Unidos. Sin embargo, la confianza en el gran país del Norte dada por la visión e Inteligencia estratégica del gobierno militar de facto no tardó en materializarse, pero con el envío en 1982 para Gran Bretaña de, entre otros, 200 misiles aire-aire Sidewinder que mataron a la mayoría de los pilotos argentinos, 150 Harriers repintados en isla Ascensión, misiles antibarcos Harpoon, sistemas de cañones de defensa aérea Vulcan Phalanx, 8 sistemas antiaéreos Stinger, parque de munición de 40 mm de alto poder, parque de munición para morteros de 60 mm trazadores, parque de munición variado, antiparras para visión nocturna, sistemas Snake de radar de rastreo de misiles aire-tierra, más de 12 millones de galones de gasolina para aviones; también facilitó el uso de satélites y aeronaves de reconocimiento U-2 y SR-71; puso en órbita un satélite Big Bird, equipado con una cámara fotográfica con poder de resolución del orden de 10 centímetros, y a disposición de Londres el portaviones Forrestal. Al punto tal que John Lehman, secretario de Marina de Estados Unidos en 1982 y principal colaborador de Caspar Weinberger (secretario de Defensa de Estados Unidos, condecorado por Londres en 1988 con el título de ‘caballero’ por su apoyo incondicional y asistencia durante la Guerra de Malvinas), expresó años más tarde: ‘…Sin la asistencia militar norteamericana, Gran Bretaña no hubiera podido reconquistar las Islas Malvinas durante la guerra con Argentina en 1982. Gran Bretaña debería haberse retirado de las Islas, si el gobierno de Ronald Reagan le hubiera negado respaldo. El resultado hubiera sido muy diferente de no ser por el flujo de datos de Inteligencia, ayuda logística, respaldo técnico, comunicaciones, y elementos como el SideWinder, suministrado por los Estados Unidos’. Como comentario, para entender para qué sirven los ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos, en vísperas de la guerra el ex jefe del Estado Mayor de Defensa de Gran Bretaña, Lord Lewin, solicitó a su colega de la Marina estadounidense, John Lehman, un cálculo de la eficiencia operacional de las fuerzas argentinas, sabiendo que ambos realizaban maniobras conjuntas de manera regular. Lewin declaró: ‘…como respuesta me envió prácticamente un libro, que fue extremadamente útil, particularmente acerca de las tácticas argentinas de guerra submarina’.

En 1986, los ingleses que controlaban 12 millas náuticas alrededor de Malvinas decidieron extender unilateralmente su jurisdicción a 200 millas, para explotar el potencial pesquero. El gobierno de Alfonsín, con el canciller Caputo, opuso tibias protestas formales en la ONU que fueron ignoradas por Inglaterra, lo que consolidó la maniobra ilegal. Desde los Acuerdos-Tratados firmados en 1995 por el gobierno de Menem, con Cavallo como canciller, la Argentina pasó a compartir la soberanía en los hidrocarburos descubiertos alrededor de Malvinas, pero Gran Bretaña licitó en forma unilateral las concesiones de explotación. Buenos Aires respondió con una débil protesta en el marco de la política de ‘relaciones carnales’. En 2007 el acuerdo fue derogado por el presidente Néstor Kirchner. En 2009, el Reino Unido hizo una presentación ante la ONU en donde extendió a 350 millas el borde externo de la plataforma continental de islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Lo propio ha hecho Argentina como Estado ribereño.

Con la estructura capitalista de consumo exponencial, la lucha feroz por el Atlántico Sur y la Antártida es un hecho. A diferencia de los Estados menores, las grandes potencias no planifican en términos de micro-historia, sino de macro-procesos históricos es decir, la geoestrategia para las próximas décadas.
La política aparentemente autoritaria y caprichosa de Londres de ‘no negociar’, es una estrategia en la que está ganando tiempo para ocupar espacios en cuanto al reparto de áreas de influencia en el proceso de multipolaridad global y configuración de nuevas potencias emergentes, como Brasil y China, que están cambiando su posicionamiento en la estratificación jerárquica internacional.
Por lo tanto Gran Bretaña se despliega en el corredor oceánico Isla Ascensión- Malvinas -Georgias del Sur- Antártida y fortifica la base aeronaval Malvinas que controla el Cabo de Hornos, paso vital si fuera bloqueado el canal de Panamá, y sirve de apoyo para la ruta Atlántico-Indico sobre la costa africana y el Cabo de Buena Esperanza, junto con las islas Tristán da Cunha y Santa Helena (hoy parte de los territorios ingleses de ultramar), que serían claves si fuera obstruido el canal de Suez. Mientras tanto, su socio histórico Estados Unidos, busca presencia con el Comando Sur (USSOUTHCOM). En Argentina gracias al gobernador del Chaco Jorge Capitanich, educado en Estados Unidos, y cipayo que manifestó ‘…Desde América del Sur vemos con tristeza que Estados Unidos no nos considere un aliado’, y con la cooperación del ex-ministro Aníbal Fernández, cristalizó después de cuatro años un caballo de Troya. Fue inaugurado oficialmente en el aeropuerto de la capital del Chaco, el Centro de Seguridad Cooperativa (Cooperative Security Location; CSL) de ayuda para control de catástrofes, publicitado como una iniciativa humanitaria en la nueva alianza estratégica con Estados Unidos. Se trata en realidad, de un verdadero puesto de avanzada para-militar encubierto y de Inteligencia del USSOUTHCOM, a cargo del coronel Edwin W. Passmore, activo de Irak, Afganistán y Kuwait, y expulsado de Venezuela por espionaje. En 2009 la Ministra de Defensa Garré hizo desalojar al grupo de militares estadounidenses que ocupaba desde 1960, un piso en el edificio Sede del Ejército Argentino, a cuyo cargo estaba el mismo Coronel Passmore. También estuvo Implicado en el incidente de Ezeiza a principios de 2011, cuando como agregado militar intentó introducir material clandestino para espionaje y armamento de guerra de las Fuerzas Especiales de la 7 Brigada de Paracaidistas del Ejército de Estados Unidos (en Carolina del Norte), oculto en una aeronave C-17 Globemaster III de transporte militar pesado estratégico y táctico. Por su parte el consejero de la Embajada estadounidense Jefferson Brown, afirmó respecto del CSL ‘…Este es uno de los proyectos más importantes que el gobierno norteamericano tiene con Argentina. Se trata del primer Centro de respuesta a emergencias que demandó una inversión de 3 millones de dólares y que fue ejecutado a través de la donación de la Embajada de Estados Unidos’. El paquete de entrega firmado con los Estados Unidos, también incluye una inversión en el Chaco de 100 millones de dólares por la empresa Forbes Energy para producir bioetanol a partir de la caña de azúcar. La planta del combustible incluye la siembra de 50 mil hectáreas.

En el Atlántico Sur, el USSOUTHCOM desplegó la IV Flota Naval que opera en las bases aeronavales de uso práctico conjunto, como Ascensión y Malvinas (ya que los intereses estadounidenses también participan en el negocio petrolero en este área), avanzando en la ocupación del propio continente antártico con asentamientos de la Guardia Costera, la proyección de su poder aéreo, y hasta una base en actividad permanente (Amundsen-Scott, hasta ahora catalogada como estación científica) situada casi sobre el mismo eje de rotación terrestre: el Polo Sur geográfico.

Respecto de Inglaterra, una causa coyuntural para la militarización del Atlántico Sur está asociada al manejo por la administración Cameron de la crisis política y la revuelta social interna por la desocupación, pero otra causa de fondo es que desde 2000 la producción de hidrocarburos en el Mar del Norte está decreciendo. Sus principales compañías petroleras como BP y Shell lo están abandonando, buscando yacimientos mas rentables en Irak, Oriente Medio, Asia Central y en Africa (el último en Libia). El Reino Unido está pasando de exportar a importar gas. Está previsto el paulatino cierre y desmantelamiento de las plataformas petroleras del Mar del Norte hasta el 2035. Los potenciales hidrocarburos en el mar malvinense podrían sustituirlos, pero además junto con la pesca, constituyen el vértice de la proyección de los derechos que pretende Gran Bretaña para la exploración y explotación energética del Atlántico Sur y del océano y continente antártico. En este continente helado, futura fuente mundial de agua dulce, se han detectado también yacimientos de hidrocarburos y minerales (en especial abundante carbón justamente en la región central del Polo Sur). Londres suscribió al Tratado Antártico que congela para los países, hasta 2048 la explotación minera y la militarización de aquellos territorios insulares y continentales al sur del paralelo 60 grados sur, pero sin que implique la renuncia de la soberanías reclamadas, sin embargo hay presiones muy fuertes por parte de las corporaciones y sus gobiernos para liberar antes de esa fecha los recursos del continente, y algunas naciones podrían renunciar al Tratado antes de tiempo.

La situación actual en el Atlántico Sur es que aquellas islas situadas al norte del paralelo 60 grados sur, no están sujetas al Tratado Antártico y en la actualidad están bajo control militar inglés y reclamadas solo por Argentina, como las Georgias del Sur donde hubo escaramuzas durante la guerra de Malvinas, y actualmente existen dos bases con unas pocas decenas de efectivos, y las Sandwich del Sur actualmente deshabitadas, y donde funcionó la base argentina Corbeta Uruguay (isla Morrell del grupo Thule) hasta junio de 1982. Por el Tratado Antártico, las demandas de soberanía de las islas al sur del paralelo 60 permanecen congeladas. Así en las islas Orcadas del Sur existe una base argentina y una estación británica, en las Shetland del Sur próximas a la península Antártica, una docena de países tienen 17 bases, Argentina tiene 3, Inglaterra ninguna. En la Antártida, Argentina tiene 4 bases permanentes, Inglaterra 2.

Hay al menos tres medios con los que un país puede aplicar presiones a otro para reclamar sus derechos: el diplomático, el militar (que no necesariamente implica una ofensiva sino el manejo del factor disuasivo) y el económico.

El gobierno de Argentina, parece aplicar una variante de la teoría de la interdependencia compleja entre los países, asumiendo que la disuasión económica es mas efectiva que la militar, y más aún renunciando a esta última lo que por un lado da una señal de garantía para la operación de las grandes multinacionales. Pero en su concepción de política exterior insertada en el capitalismo mundial, la disuasión en la dimensión económica no deberá ir mucho más allá del plano político y propagandístico de forma de no bloquear significativamente los flujos del gran capital, lo que se puede observar por ejemplo en el reconocimiento integral y tratamiento de la deuda externa, llamada ‘soberana’ por la presidenta de la Nación. Al menos desde hace una década, la acumulación capitalista global viene migrando en gran parte desde el sector financiero y el mercado de capitales a los sectores hidrocarburífero, megaminero y agrícola. Respecto de los dos primeros, existe en Argentina un entretejido complejo de capitales británicos y estadounidenses que operan con ‘banderas de compromiso’ de corporaciones de terceros países. El anonimato característico del capitalismo, le otorga a estos grupos anglo-estadounidenses, generalmente dueños de bancos internacionales y fondos de inversión, la impunidad suficiente para minimizar su perfil diversificándose en una variedad compleja de empresas, como las megamineras que operan en el territorio continental argentino.
Pero ocurre que además, son dueños de las petroleras transnacionales que exploran en lo que llaman zona económica exclusiva Falkland (Malvinas). Se puede advertir en los hechos, la debilidad de las presiones económicas aplicadas por el gobierno nacional y los provinciales por ejemplo en la ambigua aplicación de la ley 26.659/2010 que prohíbe a los Estados nacionales, provinciales y municipales contratar empresas que tengan intereses, filiales o conexiones con empresas que se encuentren explorando hidrocarburos en Malvinas. O en los permisos de exploración en el mar argentino entre las islas y el continente que el gobierno concedió a una unión transitoria de empresas, que incluye a Repsol, Pan American Energy, Petrobras todas con mayoría de capital accionario de fondos estadounidenses y británicos, utilizando además buques ingleses de la empresa Stena (que no dudan en arriar bandera falsa) cuyo armador es el mismo que hizo logística a los buques y submarinos nucleares de la marina británica durante la guerra de Malvinas.

En la década del Bicentenario de Argentina, en el 30º aniversario del comienzo de la guerra anglo-argentina de Malvinas y a 180 años de la invasión británica a las islas, cuando comience la explotación de los hidrocarburos por los ingleses y las multinacionales al parecer hacia 2014, es probable que la diplomacia argentina logre algún tipo de negociación sobre las islas, incluso de soberanía compartida, pero no está garantizado que no sea a costa de replicar y amplificar la entrega como mercancías y el saqueo de los recursos del Atlántico Sur, facilitado con la logística de los puertos argentinos y del continente.

Sin embargo, el gobierno parece advertir que la disputa bilateral por Malvinas es una amenaza que afectará a América del Sur (y Africa) de modo que lanzó una defensiva diplomática proyectando el problema Malvinas a nivel de bloque regional y global, buscando en la ONU adhesión de al menos los países con disputas en los 16 territorios de ultramar británicos, como el caso de España con Gibraltar. Mientras Argentina desde su perspectiva en el orden mundial respeta el Derecho Internacional, estructurado en buena parte por y para las grandes potencias, Inglaterra una de ellas utiliza el garrote y se reserva el derecho de no respeto. La confrontación creciente por los recursos naturales mundiales entre el occidente y el oriente boreal (China) por la marcación de territorios de influencia, incluye que algunas de las grandes potencias europeas atlantistas hayan ‘pulverizado’ parte de Libia, y pretendan el nuevo orden geopolítico del Gran Oriente Medio con la ofensiva imperialista-neocolonialista contra Irán, que es apoyada por el gobierno argentino, sin embargo dentro de esta misma confrontación del Norte entra la militarización del Atlántico Sur. El intento que los buques de Malvinas tengan su propia bandera, junto con el argumento británico por la autodeterminación de los malvinenses, representaría desde el punto de vista soberano de Argentina una verdadera secesión territorial y fue bien rechazado por la diplomacia argentina y la solidaridad latinoamericana. Pero las presiones en el campo diplomático y económico no son suficientes para un problema de la magnitud de Malvinas.

El reparto geográfico por las grandes potencias occidentales para la explotación por sus multinacionales y el control del espacio estratégico de las futuras rutas y corredores económicos conlleva necesariamente, a la militarización de la región por parte de aquellas, aunque no sea el deseo de algunos países sudamericanos y del gobierno argentino que con una visión sesgada, mantienen estancadas a las Fuerzas Armadas argumentando la falta de hipótesis de conflicto regional en el marco de la integración latinoamericana. La militarización del Atlántico Sur ya es un hecho. Londres anunció en un documento que la reducción del 8% en el presupuesto para las áreas de defensa y seguridad no afectará las bases de Malvinas, Gibraltar, Chipre ni Diego García con capacidad operativa conjunta con otros países ‘…estas bases militares permiten que nosotros y nuestros aliados tengamos un amplio alcance geográfico y son plataformas de apoyo logístico para fuerzas desplegadas …y seguirán siendo esenciales en nuestra capacidad para desplegar fuerza militar en el mundo y responder a circunstancias estratégicas cambiantes’.

Dijo la presidenta de Argentina sobre Malvinas: ‘…Somos un pueblo pacífico… De lo que se trata es de defender nuestros recursos naturales… Cuando las grandes potencias los necesitan van por ellos, estén donde estén.’

Si las máximas autoridades consideraran a las Malvinas como argentinas con una planificación estratégica de proyección macro-histórica y no solo en un plano político, las actividades de Inglaterra constituirían de por sí una hipótesis de conflicto por la brutal exacción colonial de nuestros recursos nacionales.

Paradójicamente la disuasión por la fuerza militar renuncia al uso de la fuerza, ya que actúa como guerra psicológica no militar sobre el potencial agresor obligándole a evaluar si en un eventual conflicto el resultado neto estará a su favor. Londres utiliza la disuasión por castigo (típica de la guerra fría) mostrando en el área austral volumen ofensivo, poder de fuego y de maniobra, con capacidad suficiente como para superar a las Fuerzas Armadas argentinas enteras en su estado actual y producir una respuesta devastadora para los centros neurálgicos del enemigo. Argentina puede aplicar la disuasión por negación, mostrando que un ataque provocaría una resistencia tal que haga extremadamente difícil sino imposible alcanzar sus objetivos y demande un costo económico sumamente alto.

Para beneplácito de los ingleses, la actual doctrina militar argentina es puramente defensiva, excluyendo también la disuasión militar. La única causa que reconoce el Estado argentino para establecer una hipótesis de conflicto es un ataque militar exterior de otro Estado. Para el Ministerio de Defensa, hoy la Argentina no tiene hipótesis de conflicto, no tiene enemigos regionales ni extra-regionales. Lo que hay es un proceso de cooperación sobre todo regional, en una región de paz. Considera que los recursos naturales están incluidos dentro de la protección nacional, no de la defensa nacional, de modo que en este sentido no hay amenazas concretas que habiliten actividad militar alguna.
Si elementos foráneos saquean nuestros recursos naturales y energéticos utilizando medios pacíficos no son vistos como enemigo externo, sino que dentro del Derecho Internacional solo se debería reclamar su propiedad o negociar. Se adopta una actitud pseudo-pragmática que supone que con los ‘grandes’ lo único que se puede hacer es negociar, sin perturbar significativamente los flujos del gran capital internacional y menos desafiar la dinámica del orden mundial establecido.

La extensión de la jurisdicción marítima británica en 1986, con el trazado de la llamada ‘zona económica exclusiva’ especialmente alrededor de las mismas islas Malvinas que varía entre 250 y 400 kilómetros, no es solo por intereses para la explotación comercial. Un radar en la isla occidental, Gran Malvina, a unos 700 kilómetros del continente, situado sobre uno de sus montes más elevados como el monte Adam de unos 700 metros sobre el nivel del mar, podría detectar, una aeronave en vuelo rasante a unos 100 kilómetros de distancia como máximo, debido a la curvatura de la Tierra. Si el radar se transportara en una plataforma aérea (como un AWACS; Airborne Warning And Control System) a unos 9.000 metros de altura su horizonte aumentará a unos 350 kilómetros. De manera que una aeronave tipo AWACS con trayectoria de vuelo sobre el perímetro Oeste de la zona económica exclusiva británica, puede monitorear la actividad aérea a muy baja altura sobre la costa continental argentina y el estrecho de Magallanes.

A pesar que la cultura que difunde el imperialismo y el colonialismo enseña exactamente lo contrario, con solo observar a Gran Bretaña se comprueba que las grandes potencias mundiales actúan simultáneamente en las tres dimensiones de presión, diplomática, económica y militar, siendo la disuasión militar una herramienta complementaria indispensable, que para Argentina debería ser acompañada de un vigoroso impulso genuinamente nacional en la producción para la defensa.

En 1975, los entonces nuevos submarinos de ataque argentinos clase 209, realizaban campañas de 50 días en el mar en inmersión permanente sin ningún apoyo externo. Su área de operaciones frecuentemente era la bahía de Puerto Argentino (Puerto Stanley), internándose más allá del faro San Felipe (Cape Pembroke) a profundidad de periscopio para relevar fotográficamente los accesos. También permanecían posados en el lecho arenoso de Bahía de la Anunciación (Berkeley Sound), inmediatamente al norte de Puerto Argentino. Hoy día, los submarinos de ataque ingleses a propulsión nuclear como el HMS Sceptre, HMS Tireless, HMS Turbulent (que actuó en el último ataque de la OTAN a Libia) son los que operan impunemente dentro del mar Argentino, a pesar del Derecho Internacional.

Pero Malvinas trasciende a la dictadura militar y es mucho más que un archipiélago, es la punta del iceberg en la lucha de las grandes potencias por ocupar y controlar los últimos espacios no explotados del planeta, y una oportunidad para que Argentina no sea un Estado menor en el orden jerárquico de un mundo multipolar…