También las sospechas de que no sea más que una hábil maniobra “gatopardiana”, es
decir, cambiar para que todo siga igual, no es ninguna novedad desde que el Conde
Giuseppe de Lampedusa escribiera su famosa novela ambientada a finales del 1800.

Lo interesante son los efectos políticos que se generan, algunos deseados y buscados
por los firmantes, mientras que otros, impensados o mal evaluados por ellos mismos.

Lo primero es señalar que en este país derechizado desde hace ya más de 30 años –
basta leer el programa de gobierno del derechista Jorge Alessandri, que a los ojos de
hoy aparece casi progresista- hace que quiénes hoy aparecen de izquierda no son más
que partidos de centro, mientras que quienes se arrogan ser el centro político son
simplemente la derecha y, en tanto, aquellos autoproclamados de centro-derecha son
lisa y llanamente la ultra derecha.

Y es dentro de tal óptica que al analizar el acuerdo hay que reconocer que genera un
desorden y un eventual reordenamiento dentro de esta derechizada geometría política
nacional, congelada – como ya dijimos – por más de 30 años.

Y lo hacen dos de los actores, que hace ya bastante tiempo habían perdido el
protagonismo de sus respectivas coaliciones, transformando este acuerdo -como lo
definió muy bien un analista- en la venganza de los Nerds.

En efecto, que Carlos Larraín – el representante de la Derecha más rancia y tan olor a
naftalina que muchas veces resulta tragicómico escuchar sus repugnantes declaraciones
discriminadoras – sea capaz de plantear el cambio de un régimen presidencial por
un semi presidencial, con elección directa de Intendentes regionales y un sistema
proporcional “corregido” -aunque insuficiente- no es menor, y en realidad puede
resultar bastante más sustantivo de lo que sus propios autores imaginan.

Más allá de que sea un volador de luces o una maniobra gatopardiana, en los hechos
tiene consecuencias profundas pues se está cuestionando la concepción portaliana de
todo el sistema político vigente desde la violenta ruptura democrática por la Dictadura
Militar.

La comisión Ortúzar -que fue la encargada de redactar las bases de la actual
Constitución, con la huella indeleble de Jaime Guzmán e inspirados en postulados
de Diego Portales- se preocupó de institucionalizar una verdadera Dictadura con
elecciones, en donde la figura presidencial tiene poderes impensados para cualquier
democracia representativa occidental, y en donde el Parlamento ocupa un rol
simplemente decorativo.

Entonces, aunque el objetivo de plantear un semipresidencialismo se haga pensando
para quitarle poder a una inminente reelección de Bachelet -creando la figura del Primer
Ministro- tiene el efecto de cuestionar la concepción misma de nuestro actual sistema
político.

Y es por esto la reacción histérica de la UDI, que siempre ha asumido el rol de ser
los feroces Templarios cuidadores del Santo Grial, en este caso, la Constitución del
Ochenta.

Desde luego que es una maniobra “cazurra” –como le gustaba decir al dictador- pues
deja a la UDI aislada y a Piñera –usando un término ajedrecístico- casi en un “mate
ahogado” después que él mismo había llamado vehementemente a los partidos a
ponerse de acuerdo en las reformas políticas. Y de paso, le quita las banderas de lucha
a la fuerte disidencia interna que lo venía horquillando con la Senadora Lily Pérez a la
cabeza.

Por su parte, la DC retoma el protagonismo político perdido desde fines del Gobierno
de Frei y le coloca un verdadero “téngase presente” al PPD y PS que avanzaban
alegremente intentando sellar un pacto con el PC, dejando a la DC casi como “el arroz
graneado” de la Concertación. Y es este “téngase presente” lo que explica el posterior
llamado de Lagos a fusionar al PS, PPD y PR en un solo partido.

No es fácil predecir ni proyectar qué pasará en los próximos días. Puede que no pase
nada y todo quede como una anécdota veraniega o puede que el conflicto entre RN y la
UDI escale a niveles impensados, dejando daños colaterales en el propio Piñera. Aquí
se pondrá a prueba el poder de la UDI que -al igual que los Templarios- ha sido tejido
paciente y acuciosamente en las sombras. De eso Piñera sabe, basta recordar la forzada
y oscura bajada de su candidatura senatorial de 1999 o el 2004, caso Spiniak de por
medio, cuando Lavín lo obligó a renunciar a la presidencia de RN.

Pero más allá de todas estas menudencias, lo importante es la oportunidad que se le
presenta a los partidos de la izquierda extraparlamentaria y a los nuevos movimientos
ciudadanos que emergieron y cobraron relevancia durante el año pasado. El que se
comience a discutir públicamente la concepción misma de la actual geometría política,
ofrece una posibilidad cierta de visibilizar la demanda por una Asamblea Constituyente.

Obviamente pedirle a la centrista Concertación o a la conservadora Alianza que
planteen, acepten e impulsen una Asamblea Constituyente sería pecar de una soberana
candidez. Pero bien podría suceder -luego de todo lo sucedido el año pasado con
la irrupción inesperada de los movimientos, el nuevo poder de las redes sociales y
los coletazos de la crisis económica- que la exigencia ciudadana por ser parte de la
discusión, cobre una fuerza inusitada.

Y ese es el desafío que se nos presenta a quiénes no creemos en estas propuestas
surgidas entre cuatro paredes, por personajes cuya historia de manipulaciones
son demasiadas conocidas. Evidentemente, el peligro del acuerdo DC-RN es que
simplemente sea “un cambiar para que todo siga igual”.

Por el contrario, si el movimiento social va más allá que el simple rechazo de
la propuesta y aprovecha este desafío para trabajar en pos de una Asamblea
Constituyente, que a través de un proceso participativo y democrático defina la
geometría política para los próximos 30 años, se abre una valiosa oportunidad de dar
un salto cualitativo en el proceso democrático de nuestro país.

Por esta razón, – y no por los explícitos o velados objetivos que haya tenido el “Señor
de la Querencia” Carlos Larraín junto al “Príncipe” Ignacio Walker – es que recurro a la
aristocrática palabra “albricias” para denotar el júbilo y regocijo que me ha producido
este inesperado acuerdo.

En twitter: @efren_osorio