“Aquí se recibe Túmin”, anuncia un letrero pegado a una computadora de un cibercafé de este pequeño pueblo de la sierra del Totonacapan, cuatro horas al norte de Xalapa y cuatro horas al sur de la franja limítrofe con Tamaulipas. El mismo sitio donde el narcotráfico dejó cadáveres decapitados y baleó autobuses de pasajeros la Navidad pasada.

La dueña de Ciber Castell, Irene Fidencia Castellanos, es una maestra jubilada de mirada dulce y temperamento decidido. Ella presume el letrero que promueve los “túmin”, palabra totonaca que significa dinero. Son los vales usados en el sistema local de trueque de bienes y servicios que tiene ansioso al gobierno federal, ya que considera que el pueblo incurre en rebeldía monetaria. Su cabello recogido y la blusa blanca con flores amarillas le dan un aire fresco, animoso. Pero sus ojos resplandecen cuando ejemplifica el funcionamiento del túmin: ella recibió de una niña el pago del servicio de internet por una hora. En cualquier lugar el costo sería de diez pesos. Aquí la niña paga ocho y entregó dos túmin con la imagen de Emiliano Zapata. Cada uno equivale a un peso. A la niña le dio los túmin su mamá, que es la dentista del pueblo, porque algún paciente le pagó una parte proporcional de su servicio con ellos. La maestra a su vez los usará para completar su compra de leche, carne, huevos o tortillas.

“Es magnífico”, opina la maestra del proyecto de mercado alternativo en el que participa desde hace un año y que incluye un centenar de comerciantes y prestadores de servicios. Dice que le alcanza más el dinero, se promueven productos regionales, sus relaciones con otros socios son cada vez más cercanas, se estimula la microproducción y su municipio, sumido en el olvido y la pobreza, gana identidad y visibilidad. Todo por el túmin.

—¿Se siente orgullosa de ser tumista? —ella inventó el término para los asociados, la mayoría mujeres.

—Sí, claro que sí, estoy orgullosa de ser tumista.

Y cómo no va a estarlo, si el proyecto que echó a andar un grupo de maestros de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) comienza a extenderse al municipio vecino de Papantla, ya despertó el interés de otros municipios y de comunidades en polos distantes del país, y llamó la atención de la prensa nacional e internacional. También del Banco de México (Banxico), la institución reguladora de la política monetaria en el país. Esos papelitos de apariencia inofensiva, de ocho centímetros de largo por cuatro centímetros de ancho, con denominaciones de 1, 5, 10 y 20 túmin son de naturaleza explosiva. Están diseñados de forma artesanal, con la obra de pintores mexicanos, en cuyo frente se lee: “Mercado alternativo y economía solidaria”, y en el dorso: “Sembremos justicia y el fruto será paz”, con el sello y nombre de sus promotores: Juan Castro Soto, presidente, Álvaro López Lobato, secretario, y Blanca Xanath García Cruz, tesorera. A un año de estar en circulación provocaron un cisma en Banxico, que pidió la intervención de la Procuraduría General de la República (PGR) para abrir una investigación contra ellos: consideran que es un fraude sustituir al peso. Domingo buscó una entrevista con Banxico pero la institución no la otorgó.

La maestra Irene rechaza la postura de Banxico y dice que por sí mismo el papelito no tiene relevancia, sino lo que mueve en las conciencias y la cotidianidad de sus usuarios. “No es una moneda, es un vale, somos nosotros quienes le damos el valor”. Cuenta que ella le dio “gracias a Dios” cuando el proyecto del túmin echó a andar en noviembre de 2010. Arrancó como un gesto de desobediencia popular en el contexto del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, ante las políticas económicas decididas desde el poder. “Ahora sí nos va alcanzar nuestro dinero”, recuerda que decían los socios fundadores. Su mecanismo es sencillo: únicamente la red de comerciantes y prestadores de servicios que voluntariamente se suman son provistos de 500 túmin que circulan entre sí. Cada quién establece la parte proporcional de pesos y túmin a recibir a partir del 10 por ciento de la cantidad total a pagar. De esta manera, por ejemplo, si la maestra quiere comprar un kilo de carne a otro tumista, en vez de pagar 70 pesos paga 50 pesos y 20 túmin. A ella le sale más barata esta carne, por lo que no la comprará en un supermercado de las ciudades cercanas de Papantla o Poza Rica. El carnicero a su vez usará esos 20 túmin en otro bien o servicio tumista. Así se diversifica y fortalece el mercado espinalense para bien de la población general.

La maestra reprocha que el gobierno federal no vea las bondades del túmin. Pero su rostro no pierde la serenidad cuando narra cómo en la primavera pasada, a cuatro meses de haber iniciado el proyecto, un desconocido tocó a la puerta del Ciber Castell.

El hombre se identificó como agente de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) de la PGR e indagaba sobre el sistema del multitrueque. Ella dice que no se amedrentó por su presencia. “Como todo ser humano merecía ser atendido y le ofrecí un café”, narra con un dejo de ternura. “Decía mi madre que una gota de miel hace más que una gota de hiel”. Entre sorbo y sorbo de café, el agente le preguntó a la maestra del presunto uso fraudulento del túmin, su convencimiento para utilizarlo, su circulación, su futuro. Dice que le respondió tranquilamente a todo.

—¿Por qué usan el túmin? —le preguntó el agente, muy instalado en el comedor.

—Porque simple y sencillamente nuestra moneda ha subido tanto que no nos alcanza. No queremos defraudar ni nada. Es muy bueno que la Procuraduría venga aquí, pues eso me hace sentir que mi túmin es grande, que vale la pena, y es la piedrita que la PGR siempre va a traer en el zapato porque no se la va a quitar.

—¿Le da larga vida al túmin?

—Sí, porque nosotros tenemos la conciencia de que funciona y ya hay personas de Coyutla, Tabladero, Mizantla, de la región, que quiere conocer su funcionamiento.

La maestra cuenta que el agente se marchó. Sólo él sabe qué reporte entregó. Ella siguió usando el túmin. También la tortillera, el pastelero, el farmacéutico, la verdulera, la vendedora de pollo, el carnicero, la abarrotera, el panadero, el herrero, la vendedora de tacos de comida, la dentista, la estilista… En este pueblo fundado por piratas se consolida el intercambio monetario más revolucionario en México, en plena debacle de la macroeconomía global.

**EL PAPELITO QUE MUEVE CONCIENCIAS**

Espinal debe su nombre a los árboles de espino blanco que abundaron alguna época en la cabecera y el municipio con el mismo nombre. Ahora son escasos en el paisaje. La cabecera municipal tiene poco más de dos mil 500 habitantes. El municipio rebasa los 24 mil habitantes, cerca de la mitad son indígenas totonacas. Espinal es un municipio pobre en el que la mitad de su población carece de agua potable y drenaje. La cabecera se erigió a orillas del río Tecolutla que desemboca en el Golfo de México. Se dice que al pueblo lo fundó un pirata de nombre Lorencillo, que luego de hacer sus fechorías en el Golfo navegaba río adentro y se ocultaba en esta región de verdes intensos, cálida y húmeda, con lluvias abundantes en verano.

Unosdicen que Lorencillo era flamenco, otros que mulato, que francés, que holandés. Lo describen como alto o chaparro, solidario o desalmado. El caso es que el tal Lorencillo está en el escudo de Espinal pintado al interior del palacio municipal. El diseño lo hizo un maestro de secundaria con elementos significativos de la región: los espinos blancos, Lorencillo con un parche en un ojo y el otro de un azul color alberca, el maíz y cítricos cultivados en la zona, y los voladores de Papantla, recientemente reconocidos como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por parte de la Unesco. Los voladores están en el escudo del municipio porque aquí dicen que no son originarios de Papantla, sino de Espinal.

Del túmin, eso sí, nadie cuestiona su origen espinalense. Basta con que uno camine el pequeño centro del pueblo para constatar que la gran mayoría de los comercios son tumistas: 115 asociados conforman la red, un centenar de Espinal y el resto de Papantla. Cuentan con un pequeño local/oficina a unos pasos de la presidencia municipal. Ahí se exhiben productos hechos por algunos asociados: mermeladas caseras, galletas, joyería artesanal, ropa bordada, palanquetas de granola, tinturas medicinales y artículos diversos de tiendas de los alrededores, casi la generalidad de origen nacional.También ahí se realizan las asambleas bimestrales para evaluar logros y circular su modesta publicación Kogsni, palabra totonaca que significa El Volador, que hace la Red Unidos por los Derechos Humanos (RUDH).

El fotógrafo Jorge Serratos, el videoreportero Alberto Torres y yo hicimos un recorrido por el pueblo. Cada tumista tiene su propia visión de las ventajas de ser asociado. Matiana Lorenzo, la señora de cabellera muy negra que vende verduras en la plaza del pueblo, a unos pasos de la iglesia de San José, dice que ella lo recibe porque otros productos le salen más baratos: “Al comprar medicina, que da uno diez pesos de túmin si cuesta sesenta, y diez pesos se ahorra uno”. Al cruzar la plaza se llega al consultorio dental donde la cirujana dentista Ana Bertha Escalante tiene su cartel “Aquí se recibe túmin”.

Ella lo ve como la alternativa local para “enfrentar la recesión económica mundial” y también como medio de integración comunitaria, pues observa que las barreras sociales entre socios se derrumban. Así le pasa en su relación con la costurera del pueblo. “Antes me veía así como: ‘ay, la doctora, buenos días, buenas tardes’, pero ahora en alguna reunión de socios nos sentamos juntas e interaccionamos como parte del mismo proyecto económico”. En el caso del indígena agrónomo Luis García Santiago, su negocio de yougurt casero crece porque redujo costos en los insumos para hacerlo: “Antes vendía 15 vasos de yougur diarios, y ahora vendo más de 40 y eso es muy bueno”.

Eso no quiere decir que no haya detractores del túmin. Algunas personas lo ven como un juego infantil sin sentido. “Dicen que es como jugar con panchólares”, se queja la maestra Irene Fidencia Castellanos, “y es que hace falta el amor y la conciencia de lo que es un proyecto tumista”. Otros simplemente no entienden que el túmin rompe con la idea económica dominante de que el dinero debe acumularse como signo de poder en vez de circular para el bien común. El doctor Juan José Escalante, de la farmacia El Carmen, opina que esa es la principal barrera para quienes no lo admiten: “piensan que es dinero que se les queda ahí, que ellos pierden, no les cabe en la cabeza que lo pueden reutilizar”. Está en lo cierto.

En nuestra gira espinalense hicimos un alto en la oficina del presidente municipal, Salvador Lammoglia, militante del Partido Acción Nacional (PAN). En su oficina está la foto de Felipe Calderón. Debajo de ésta, una imagen de bulto de San Judas Tadeo. El descendiente de emigrantes italianos luce como un ranchero acomodado: sombrero de palma, vestimenta impecable, botines lustrosos. Si bien él ve al túmin como un factor de identidad y promoción del municipio de Espinal, tiene sus reservas para usarlo. Su familia es productora de queso y se le invitó a sumarse a la red. El político tiene sus dudas, y las dice con franqueza: “Si yo me lleno de túmin, esos cinco pesos que yo le doy más barato a la señora, ¿quién me los va a reembolsar?”, me pregunta. Le expreso que según sus promotores el fin no es acumular los vales sino usarlos como herramienta de intercambio de bienes y servicios para estimular el mercado municipal. Insiste: “Es que hay cosas que no me quedan muy claras: si yo junto o almaceno tantos túmin a mí ese dinero quién me lo… a menos que lo siga comercializando nada más, porque nunca voy a ver en sí mi dinero”. No hay manera.

**TUMISTAS CONTRA EL CAPITALISMO**

La Casa del Túmin es en realidad una habitación independiente de la vivienda de la casera. La señora les acepta una parte del pago de la renta con vales. La oficina es color palo de rosa. Una pared hecha con tablones de madera sirve de división. A través de ésta se cuela el sonido del juego y llanto de sus chiquillos. Pero Juan Castro, el creador del túmin y presidente de la red, no pierde la calma. A sus cincuenta años las canas ganan terreno. Tiene pinta monacal de franciscano. Es austero, callado, analítico. “Parece que Juanito hizo votos de pobreza”, me dijo de una tarde su compañero Álvaro López Lobato, el secretario del proyecto. De hecho el hombre de semblante apacible y sonrisa fácil, nacido en Tampico, se formó en el activismo jesuita cuando estudió Ciencias de la Comunidad en el Tec de Monterrey, campus Monterrey.

—¿Nunca has hecho algo extravagante en tu vida? —le pregunto con curiosidad genuina.

—Pues el túmin.

Su presencia sosegada encubre un activismo radical y tozudo. Con la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 Juan Castro se hizo militante zapatista y desde entonces asumió como suya la lucha por los derechos indígenas y por un mundo más equitativo. Por años estudió otras experiencias de monedas alternativas en el mundo, como el “Ithaca Hours”, en Nueva York; “Lets”, en Canadá; “Lionza”, en Venezuela; “Eco”, en España; “Libra Brixton”, en Inglaterra; “Cheimgauer”, en Alemania, usados no tanto por necesidades económicas sino como herramientas políticas de lucha contra el sistema capitalista. En México está el “Tláloc” y “Trueke”, en el Distrito Federal; “Mezquite”, en Dolores, Guanajuato; y “Cajeme”, en Sonora, que funcionan especialmente en ferias donde se ofertan productos alternativos. Pero Espinal necesitaba una propuesta permanente que atenuara la crisis económica. “Ahí estaba la naranja, la verdura, la carne echándose a perder porque no teníamos el medio para adquirirlo, que era el dinero”. Así nació el túmin: “La gasolina para hacer que las cosas circularan y pudiéramos consumirlas”.

Como maestro de la UVI Totonacapan, la universidad pública de la región con enfoque multicultural, el tampiqueño concretó el arranque del proyecto como una propuesta de maestros y estudiantes egresados. Al equipo impulsor le tomó meses socializarlo entre los asociados potenciales. Se decidió que sólo fuera entre comerciantes y prestadores de servicios para incentivar directamente la producción y oferta de mercado. De esta manera, también amas de casa, estudiantes o desempleados se verían motivados a crear microempresas de elaboración de tejidos, mermeladas, shampoos, jabones, miel, yougurt.

Entre los socios potenciales se consultó de igual manera cuáles a su entender deberían ser sus derechos y obligaciones. Pero el equipo convocante estableció una premisa fundamental: “Al entrar al túmin todos dejaban de ser clientes para convertirse en compañeros”. La idea central era que la gente tomara conciencia de su relación con el dinero y cómo desde el poder se crea competencia y desigualdad. En contraste, “nosotros podíamos diseñar una economía basada en la solidaridad, donde no hay intereses ni fraudes, ni nadie busca acumular la riqueza”. Fue decisión de todos los socios que el proyecto fuera gratuito, cada uno entrara y saliera con libertad y estableciera su propia cuota de túmin, partiendo del 10 por ciento de la cantidad total a pagar.

El túmin nació en noviembre de 2010, conmemoración del centenario de la Revolución Mexicana, con medio centenar de participantes. La noticia circuló en medios locales y nacionales. Su difusión en el programa Primero Noticias conducido por Carlos Loret de Mola en Televisa llamó la atención de Banxico. Al aire, el periodista advirtió a la institución de una posible sustitución monetaria del peso. Las reacciones afloraron. El presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en Xalapa, Miguel Aguilar Morales, declaró al diario Imagen del golfo que el túmin es un “capricho local” que generaría inflación y estancamiento económico. Y el coleccionista de monedas más prestigiado de Veracruz, José Zaydén, lo tachó en el mismo periódico de “ilegal”, razón por la cuál sus promotores podrían ser encarcelados por el delito de “delincuencia organizada”.

El túmin sorteó las críticas en su contra y su número de asociados aumentó. No obstante en la primavera de 2011 la PGR notificó a la comisión de maestros impulsores, Juan Castro, Álvaro López y Blanca Xanath García, que se abría en su contra la averiguación previa AP/PGR/VER/POZII/107/2011, por lo que debían presentarse a declarar con un abogado defensor a la Segunda Agencia del Ministerio Público de la Federación ubicada en Poza Rica.

Juan Castro dice que la directiva de la Universidad Veracruzana (UV), de la cual depende la UVI, si bien en un primer momento se mostró orgullosa y solidaria con el proyecto, tomó distancia y les negó acompañamiento legal. La UVI además canceló la reanudación de su contrato académico, tras cinco años de relación laboral. De un momento el maestro se quedó sin empleo y en la vulnerabilidad legal. Sara Itzel Arcas, coordinadora de la UVI Totonacapan, niega que la razón fuera la investigación de la PGR, sino que el activista tiene el certificado de la licenciatura pero no el título. “Entiendo que la universidad le dio un tiempo límite para su entrega y ésta se fue aplazando, y estuvimos esperando más de dos años el documento”. Él rechaza su dicho. “No es cierto”, responde. Le extraña que impartió clases durante cinco años sin impedimento alguno. “No recuerdo que me dieran ningún plazo”. Juan no puede titularse porque dejó un adeudo antiguo en la universidad que no puede pagar. Y el Tec no acepta túmin.

**PERSECUCIÓN CONTRA LOS REBELDES MONETARIOS**

La mujer que ronda los 50 años no es tumista. Su blusa color café luce un escote desbocado. De su cabellera caen bucles hechos con tenazas eléctricas, van en tonos cobrizos y dorados. Hacen juego con los aretes metálicos que le cuelgan hasta el hombro. Lleva la ceja tatuada y las pestañas postizas. Está sentada frente a su escritorio. Es Manuela Barradas, agente del Ministerio Público de la Federación, titular de la Mesa Segunda en Poza Rica, encargada de la investigación penal de la PGR contra el equipo impulsor del mercado alternativo espinalense. Heredó el caso de su antecesor.

La licenciada me ofrece asiento. Con su mano roza sus bucles y las uñas postizas resplandecen: están adornadas con florecistas azules de cristalitos y diamantina.

—Me encuentro impedida a hablar sobre cualquier tipo de prueba —masca un chicle sin pudor.

—La averiguación se está integrando a fin de resolver conforme a derecho —agrega la licenciada.

Salimos de su oficina. Entonces la licenciada dio instrucciones a dos judiciales para que recorrieran el trayecto de dos horas de Poza Rica a Espinal y buscaran a Juan Castro. Los hombres llegaron a la Casa del Túmin con actitud altanera a pedirle que les mostrara los documentos de la organización. Juan Castro no lo hizo. “El Ministerio Público ya los tiene”, les dijo. Se marcharon. Al día siguiente el activista y su abogado Óscar Espino llegaron voluntariamente a hablar con la licenciada Manuela Barradas para explicarle el proyecto. Y ella les escuchó.

Óscar Espino, un joven moreno y avispado de rasgos indígenas, cuenta que la licenciada les manifestó que Banxico estudiaba la posibilidad de orientar la investigación hacia un posible fraude.

Esa idea le parece “absurda” porque “la participación en el intercambio es por voluntad expresa de los socios de manera libre, sin presión, engaño o dolo alguno y no se obtiene por parte de los socios o de la dirigencia algún lucro o ganancia indebida”. Así las cosas, el abogado observa que la intención real del Estado “es criminalizar los modos comunitarios e indígenas porque éstos consolidan procesos autonómicos locales, no existe otro motivo”. Sabe lo que dice. El espíritu del túmin comienza a prender en otras partes. Desde Campeche, Chiapas y Michoacán ya buscaron a los creadores de este sistema multitrueque para echar a andar sus propios proyectos.

La red tumista no se doblega con nada. “No nos vamos a dejar”, apunta Óscar Espino. Estos días está por salir de la imprenta un nuevo tiraje de 50 mil túmin para otro centenar de asociados de Espinal y Papantla. Por consenso general en esta edición viene la imagen de los danzantes famosos por lanzarse de cabeza desde las alturas. Qué aventados. Ah, y por cierto: los días de nuestra visita a Espinal, Banxico declaró a EL UNIVERSAL que por la crisis económica mundial prevé un “evento catastrófico” en México para este año 2012. Y no se refería a las trágicas profecías mayas. El dólar y el euro están en crisis. Del peso, ni hablar. Todo indica que nos adentramos a una nueva era monetaria. Apuesto un túmin.

**Laura Castellanos**