Su caída desencadenó una onda de choque en la región, inspirando revueltas desde Egipto hasta Bahréin.

Sin embargo, estas elecciones, las primeras en un país de la *’Primavera árabe’*, se han visto eclipsadas por situaciones interiores difíciles, e incluso por violentos disturbios como en Siria, Libia y Yemen.

En Egipto, donde los habitantes siguieron con fascinación el levantamiento tunecino, y donde los *revolucionarios»* de ambos países intercambiaron consejos a través de las redes sociales, *»actualmente la situación interior es bastante grave»* para que todo lo que no esté vinculado con ella pase a segundo plano, afirma el analista independiente Issandr el Amrani, radicado en El Cairo.

El 9 de octubre, 25 personas murieron en la capital egipcia en enfrentamientos entre manifestantes cristianos y fuerzas del orden, los peores desde la renuncia de Hosni Mubarak ante la presión popular.

Por otra parte, Túnez es *»un pequeño país situado en la periferia. La revolución fue la primera vez que Túnez fue un modelo para los otros países árabes»*, señaló el Amrani.

Sin embargo, este experto considera que aunque la campaña no desata un gran interés, el desarrollo de la votación y su resultado *»probablemente interesarán»* al mundo árabe, ahora que Egipto también se dispone a ir a las urnas a partir del 28 de noviembre para elecciones legislativas.

Rafic Khoury, el jefe de la redacción del diario libanés independiente Al Anwar, explica por su parte que *»la prensa libanesa está interesada en lo que sucede en Siria, Arabia Saudí, Egipto, Irán, países que influyen directamente en Líbano»*.

En el Golfo, *»esas elecciones provocan poco interés, pues los políticos de la región no quieren propagar la cultura electoral entre sus ciudadanos»*, afirmó por su parte Mohamad Mesfer, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Qatar.

Sin embargo, en el cercano Magreb se presta más atención a estas elecciones cruciales para una transición a la democracia en Túnez. *»Nosotros tenemos grandes esperanzas de que la elección de la Asamblea Constituyente abra el camino a una consolidación de los cambios en favor de la democracia, la libertad y la justicia social»*, declaró a la AFP Jalid Naciri, portavoz del gobierno y ministro de Comunicaciones en Marruecos. *»Túnez lo necesita, y de esa manera contribuirá mejor a la construcción de un Magreb de estabilidad y democracia»*, agregó.

Usama Jlifi, uno de los fundadores del movimiento contestatario marroquí llamado del 20 de febrero, afirma que *»ese proceso electoral es una mutación cualitativa para el pueblo tunecino, y una primera prueba para llegar a la democracia»*. *»Esta experiencia difícil mostrará sin duda si habrá efectivamente una verdadera transición democrática»*, consideró el joven marroquí.

Pero en la vecina Argelia, todavía traumatizada por la década de violencia islamista que siguió a la anulación de las elecciones legislativas de 1991, domina el pesimismo debido a la aparición de integristas musulmanes, aunque muy minoritarios, en la vida tunecina.

*»En Túnez, al igual que en Egipto, las fuerzas de la contrarrevolución son activas. Sin embargo, más en Túnez que en El Cairo, los grupos salafistas tratan de bloquear el proceso de cambio»*, afirma el diario francófono Le Soir.

*»Sólo los románticos podían creer que la revolución tunecina iba a desembocar en una democracia abierta»*, sostiene por su parte el cotidiano Liberté, refiriéndose *»a la ola islamista»* en el país vecino.