En un momento histórico de profundas transformaciones sociales y culturales
donde los avances científicos y tecnológicos han permitido la creación de vida
artificial, la clonación, la fecundación in vitro, época donde el horizonte de
cambios se acelera vertiginosamente, quisiéramos hablar acerca del tema que
está a la raíz de nuestras creencias y que se refiere a aquello que define lo
humano.

En cuanto a la definición de vida humana hay diametrales diferencias de puntos
de vista. Hay corrientes que sostienen que el ser humano se constituye en el
momento de la fecundación. Otros, entre los que nos incluimos, consideramos
que es en el momento del nacimiento. Es pues un tema de creencias el que
opera en el trasfondo de la discusión sobre la interrupción del embarazo
no deseado, mas allá de los argumentos teóricos, sicológicos, estadísticas
sociales, amenazas y temores que se esgrimen a favor o en contra.

El primer caso corresponde a la Iglesia Católica y su postura parece hoy
inamovible. Sin embargo se puede constatar las modificaciones que ha hecho
en su larga historia para definir el momento en que un embrión es considerado
humano, el momento en que el alma es insuflada en el cuerpo para convertirse
en humano.
Para el Nuevo Humanismo inspirado en los planteos de Silo, este hecho se da
en el nacimiento, el momento en que se manifiesta en el mundo es lo que lo
convierte en humano. De acuerdo a esta concepción, el ser humano es un ser
abierto al mundo y a la sociedad, y ese momento se produce en el nacimiento.
Antes no hay vida humana, ya que el ser humano no es lo natural, no es su
cuerpo lo que lo caracteriza como humano (cuerpo que puede y está siendo
modificado por los avances científicos) sino que se va constituyendo humano,
es un ser histórico y lo que define su ser no es “la naturaleza” que es un medio,
sino su intencionalidad creciente en el mundo.

Antes de nacer es un proyecto humano, un ser natural, biológico que puede
convertirse o no en ser humano. El nacimiento, para los humanistas, es la parte
fundamental de cambio de medio, en donde el ser humano se abre al mundo.

Toda madre que quiere tener un niño, está pensando en un proyecto de
vida, pero esto no vale necesariamente para toda mujer que se embaraza.
Averigüemos primero qué es lo que dicen esas madres, cuáles son sus
condiciones de vida y cuáles son sus creencias.

Todos estamos a favor de la vida, pero detrás de las decisiones que se
toman están operando visiones diferentes que se fundamentan en creencias

diferentes y bien sabemos cómo algunos tratan de imponer sus propias
creencias a un conjunto de personas que no las comparten.

La postura de la Iglesia Católica considera que cuando se produce el
entrecruzamiento entre el espermatozoide y el óvulo, una chispa divina
llega a ese ser que es ya un ser humano. Si se tiene esa concepción del ser
humano, ese ser en formación es no sólo un ser humano, sino además un ser
humano con alma y con una cantidad de atributos propios de sus creencias.
Consecuentemente con esa creencia quien cometiera un aborto, estaría
pecando absolutamente.
Pero sucede que muchos no adhieren a ese punto de vista. Por ejemplo en
nuestro caso, tenemos una visión del ser humano donde creemos que mientras
el feto está en gestación y no ha salido al mundo, es un ente natural, biológico,
es un proyecto pero no es aún un ser humano.

La gente quiere tener hijos, aspira a que se conviertan en seres humanos,
quiere tener descendencia. Pero decimos que únicamente en el momento del
parto, en el momento de la apertura hacia el mundo, que es lo que caracteriza
la esencia del ser humano, únicamente en ese momento, aparece un ser
humano al mundo.

Entonces, lo que hay que aclarar en profundidad es la propia concepción del
ser humano, avanzar hacia el respeto de las diferentes creencias personales y
alentar la coherencia en la libertad de opción.

Hay dos concepciones muy diferentes: la de la Iglesia Católica y el planteo del
Humanismo. Y cada cual tendría que justificar su postura y su coherencia.
Esta discusión es necesariamente amplia, donde son las mujeres las que
tienen el protagonismo, pero sin argumentos tortuosos, sin amenazas de
ultratumba, sin acusaciones de querer acabar con la vida, o la disolución
de la familia o destruir los valores occidentales. Bastante maltrechos están
estos valores que han sido vaciados de su significado por la incoherencia y la
hipocresía de quienes sustentan el poder de lo establecido.