Poco podría agregar a las propuestas sobre esta nueva Arquitectura
Financiera Internacional, sino más bien decir que me he ilustrado con ellas.
Tal vez podría agregar que, habiendo vivido de cerca la experiencia de
Argentina en los últimos 10 años, les puedo asegurar que los hechos avalan
contundentemente muchos de lo que aquí se ha dicho.
Y esto hay que destacarlo, porque es común que los formadores de
opinión que predominan en los medios de comunicación masiva,
descalifiquen o ignoren toda propuesta de cambio, asumiendo que son
propuestas *“poco serias”*, todas aquellas que contradigan al “pensamiento
único” de la economía neoliberal y a los devotos del *“Dios Mercado”*. Y
son precisamente ellos los que deben ser descalificados, ya que la crisis
internacional fue provocada por las políticas que defienden, y en este
momento sus recetas de ajuste ortodoxo están generando un desastre en
Europa.

Pero yendo a la experiencia argentina, podemos decir que, mientras
los formadores de opinión y los economistas *“serios”*, decían que la salida
de la convertibilidad hundiría al país, la realidad fue que lo que lo hundió
fue esa creencia, y lo que lo sacó a flote fue la recuperación del manejo de
su política cambiária. Cuando decían que después del default, no
podríamos financiarnos porque quedaríamos aislados del mundo, la
realidad indicó que gracias a quedar aislados de los especuladores y
usureros, pudimos financiar el crecimiento con nuestros propios recursos.
Y mientras decían que ya no habría inversiones en Argentina, la realidad
indicó que cesaron las inversiones especulativas, mientras que la inversión
productiva fue aumentando y se generaron 5 millones de puestos de
trabajo.

Queda claro que los economistas del establishment siempre
defenderán los intereses de quienes hacen grandes negocios con el
endeudamiento de países, empresas y personas. Porque ese es
precisamente el negocio de la Banca, manejar el flujo financiero para que
todo dependa del crédito privado, y así generar ganancias con la usura,
alimentar burbujas especulativas y tomar ganancias antes de que estallen.
Los especuladores de las finanzas conocen mejor que nadie las
propiedades del dinero, propiedades a veces incomprensibles para el
común de la gente. Yo siempre recomiendo la lectura de un libro de John
Galbraith, *“El dinero”*, donde de manera muy sencilla y didáctica se relata
la historia y los atributos de este instrumento. Y conociendo esto, cuando
uno ve la debilidad y la falta de respaldo de los instrumentos financieros
con los que se han ido construyendo estas burbujas, y contrasta con ello los
valiosos recursos con los que cuenta nuestra región, queda en evidencia la
total viabilidad de una nueva arquitectura financiera apoyada en nuestras
propias fortalezas.

Tan fundamentales resultan los instrumentos financieros para el
desarrollo de la economía, que su utilización debiera ser considerada de
patrimonio público. Porque así como las calles, las rutas y los ríos son
públicos, para garantizar la libre circulación de las personas, así también
la circulación del dinero debiera ser manejada fundamentalmente por
los estados, y no depender de la arbitrariedad y la voracidad de la Banca
Privada.

En este sentido, es indudable la necesidad de una nueva arquitectura
financiera dentro de los países, con Bancos Centrales que respondan a los
intereses del pueblo y no a los intereses del Gran Capital. Y también se
hace necesario que los estados que necesitan financiamiento, no tengan
que acudir a las sanguijuelas privadas, ni a sus representantes como el FMI
o el Banco Mundial, sino que puedan acudir a instituciones regionales
comprometidas con el desarrollo y el bienestar de nuestros pueblos. Eso
implica un Banco Regional de Desarrollo, una moneda regional y un
Fondo Regional.

Con respecto al tema de la Soberanía y la Integración Regional, creo
que nuestra región ha ido consolidando a través de la UNASUR, una
verdadera integración política que es un pilar en la defensa de la soberanía
de nuestros países y de sus democracias. Ahora debemos avanzar en
acuerdos que aseguren la complementación antes que la competencia, para
garantizar la soberanía alimentaria, energética y financiera. Ello no
solamente implica una creciente independencia de los factores extra-
regionales, sino que además debe implicar una gran equidad y solidaridad
en la distribución dentro de la región, para asegurar un equilibrio
sostenible.

Y sobre todo es importante comprender que la soberanía de la región
no es la mera sumatória de las soberanías nacionales, sino que implica
políticas conjuntas, y compromisos para que entre todos aseguremos que a
ningún país de la región le falten los alimentos, la energía, o los recursos
financieros.

Es importante también que los derechos y obligaciones emergentes
de los acuerdos regionales, se constituyan no desde los intereses de los
grupos económicos, sino desde las necesidades de las poblaciones. En ese
sentido, las prioridades en la integración económica, deben estar en la
generación de empleo, y no en las ganancias empresariales de las
multinacionales.

Podríamos agregar también, que la integración regional no debiera
verse como un *“regionalismo”* al estilo de un *“nacionalismo ampliado”*.
Porque si bien es una necesidad en esta etapa, fortalecernos como región
frente al caos mundial, los ataques especulativos, y los intereses
colonialístas. También debemos entender la integración regional como un
paso hacia la integración planetaria. Será bueno entonces articularnos, pero
favoreciendo la integración con otros pueblos del mundo, al cual
seguramente podremos hacerle un gran aporte en estos tiempos de crisis.
Y este es un punto que quisiera desarrollar. El gran aporte que
América Latina, y en particular América del Sur puede hacer en este
momento histórico. El de ser un ejemplo a seguir en el desarrollo de un
nuevo modelo de crecimiento económico.

Porque ya hemos visto la importancia de contar con un sistema
financiero regional para nuestro desarrollo. Pero también será importante
analizar qué tipo de desarrollo queremos. Podríamos hablar de un
desarrollo sustentable, y de una justa distribución del ingreso, pero eso
solo no nos explicará todo.

El término desarrollo sustentable puede tener muchísimas
interpretaciones; desde aquella publicación del Club de Roma, *“Los límites
del Crecimiento”*, en 1972, muchas cosas se han dicho y han pasado,
algunas desmintiendo y otras confirmando los futuribles enunciados
en aquellos tiempos. Hay quienes hablan de la posibilidad de crecer
indefinidamente, porque todo se irá autorregulando, otros dicen que hay
que frenar el crecimiento, hay quienes dicen que hay que decrecer, y hay
quienes piensan que al mundo le sobra gente.

Pero la sustentabilidad, no pasa solamente por el equilibrio ambiental
y el cuidado de los recursos naturales; la sustentabilidad también debe
ser social, económica y política. Y está claro que con la actual matriz de
producción, de consumo y de distribución del ingreso, será imposible
revertir la marginalidad de miles de millones de personas en el mundo.
Hoy India y China se están constituyendo en los motores de la
economía mundial. No se trata de dos países cualquiera, ya que entre
ambos superan los 2.500 millones de habitantes, es decir más de un tercio
de la población mundial. O sea, que son las poblaciones en definitiva las
que están motorizando la economía. Ahora bien, para que estos países
alcancen en su desarrollo el PBI per cápita que hoy tienen Europa y USA,
tendrían que multiplicar en promedio 8 veces su PBI actual. Es decir, que
si el horizonte fuera la sociedad de consumo del denominado primer
mundo, seguramente habría problemas para crecer lo necesario para que
todos los países accedan a él.

Pero además, está probado que cuanto más se crece, si bien algunos
índices relacionados con la pobreza absoluta mejoran, la brecha en la
distribución del ingreso aumenta. Esto significa que si pretendiéramos
crecer con la actual matriz distributiva del capitalismo, hasta que toda la
población mundial alcance los mínimos estándares para una vida digna, la
proyección sería aún mayor. Por ejemplo, el PBI per cápita promedio en el
mundo es de unos 10.600 dólares anuales (parecido a Brasil), unos 30
dólares por día. Pero sabemos que casi un tercio de la población mundial
vive con 2 dólares diarios o menos. Con la matriz distributiva actual habría
que crecer 15 veces en todo el mundo para que los más pobres lleguen al
promedio actual, y habría que crecer 60 veces para que los mismos
lleguen al nivel de los países del primer mundo.

Evidentemente tendremos problemas de abastecimiento, salvo que
conquistemos el universo en el corto plazo.

Seguramente que algunos de los que piensan (aunque no lo digan)
que al mundo le sobra gente, apostarán a que una autorregulación
maltusiana diezme la población y entonces se equilibren los mercados.
Pero nadie dice esas cosas porque quedan mal, lo que todos dicen es que
hay crecer sustentablemente, sin perjudicar el medio ambiente, y
satisfaciendo las necesidades de toda la población. De acuerdo, pero
¿cómo? ¿Acaso quienes proponen el cese del crecimiento o incluso el
decrecimiento, suponen que China, India y Latinoamérica debieran
congelarse en la situación actual, con más de mil millones sumergidos en
la pobreza? Desde luego que no dirán. Pero entonces, como haríamos
¿Detenemos el mundo en este momento, repartimos el PBI mundial por
partes iguales y cada cual subsiste con los 30 dólares diarios que le tocan?
Muchos exclamarán ¡Sí, firmo ya mismo!; y muchos otros mirarán para los
costados y explicarán que *“en realidad las cosas no deben ser tan así”*,
*“somos progresistas pero no tanto”*.

Seguro que esta teórica redistribución igualitaria súbita es
materialmente impracticable, por no hablar de lo políticamente posible.
Pero lo que sí debiera ser posible e imprescindible, es ir ya corrigiendo la
matriz distributiva, para que el crecimiento futuro vaya mejorando la
equidad, y para que no sean necesarias tasas inalcanzables de crecimiento
en pos de mejorar unos pocos decimales el ingreso de los marginados.
Simultáneamente con eso habría que generar una reconversión en muchos
renglones del PBI actual mundial, sobre todo utilizando los enormes
recursos que se invierten hoy en armamentos y utilizarlos en la producción
de bienes para satisfacer necesidades humanas. Y al mismo tiempo habría
que ir paulatinamente derivando recursos que hoy van hacia el consumo
suntuario o la especulación financiera, para invertirlos en la producción de
bienes y servicios que hagan a la mejora en la calidad de vida de las
poblaciones.

Lo que estamos diciendo es que no se trata de frenar el crecimiento,
sino de direccionarlo hacia las necesidades de los más pobres. Y junto con
ello habrá que modificar la composición de ese crecimiento, para que sea
racionalmente sustentable. Por ejemplo, si se multiplicara por 10 la
producción mundial de servicios de salud y educación, la población
mejoraría notoriamente su calidad de vida, sin que exista ningún impacto
ambiental adicional, y sin que se agoten recursos naturales. Ahora… si el
mercado dice que lo que hay que multiplicar por 10 es la producción de
automóviles…seguramente que empezarán a colapsar algunas cosas. Si
explotamos racionalmente las tierras fértiles, los recursos marítimos, y
vamos mejorando las tecnologías, seguramente que podremos alimentar a
toda la población mundial, contradiciendo las profecías maltusianas del
Club de Roma. Pero si el mercado dice que hay que usar las tierras fértiles
para producir biocombustible, para que puedan abarrotarse de más autos
las carreteras, seguramente que habrá menos alimentos y mucho más
costosos.

La sustentabilidad del desarrollo tiene que ver con la diversificación
racional de la producción y con la transformación de la matriz distributiva.
Pero eso colisiona con los intereses del poder económico global y con la
cultura del consumismo irracional; las dos caras de una misma moneda
llamada mercado. En algún momento, los desastres de todo tipo generados
por el Dios Mercado en el mundo, obligarán a replantearse este modelo de
crecimiento, pero no será tan fácil encontrar un camino alternativo si no
existe alguna demostración de que el nuevo camino funciona. Y es en ese
sentido que creo que Latinoamérica, y en particular América del Sur
debería cumplir un rol fundamental.

Hoy América del Sur es quizá la región donde convergen mayor
proporción de gobiernos progresistas. Hoy América del Sur es una de las
regiones que más crece, y que mayor potencial de recursos naturales posee.
Somos una región que no solamente tiene el potencial para arribar pronto a
su soberanía alimentaria y energética, sino que además puede ayudar a
alimentar a buena parte del planeta. Y en estos tiempos de emergencia, no
solamente podemos generar respuestas por nuestra región, sino por el
mundo entero.

La pregunta es entonces, ¿Cuál será nuestro modelo de crecimiento
regional?, ¿Acaso el decadente paradigma irracional y consumista que nos
pone de ejemplo el primer mundo? Seguramente que habrá que intentar
otro camino; pero ello implica un esfuerzo para producir un cambio
cultural, y una articulación muy solidaria y muy sabia entre nuestros
países, para generar una mística social que sustente ese cambio.

Entonces, para ir terminando, creo que América Latina tiene dadas
las condiciones para poder integrarse como región, política y
económicamente, para consolidar su soberanía política, para lograr su
soberanía alimentaria, y para diseñar una nueva arquitectura financiera que
le de soberanía monetaria. Pero también creo que los recursos financieros
que podamos generar, a la hora de destinarlos para fomentar el desarrollo
productivo y mejorar los ingresos de nuestra población, debieran
canalizarse mediante un nuevo modelo de desarrollo. Porque mejorar la
situación económica de nuestra gente, no puede confundirse con darles
mayor poder adquisitivo para imitar el modelo consumista del llamado
primer mundo. Y yo veo que algunos gobiernos en la región, si bien
felizmente han abandonado al menos en parte las prácticas neoliberales, lo
que están aplicando, tal vez por falta de un nuevo modelo, son políticas
neokeynesianas, intentando distribuir mejor desde el estado, pero sin
cambiar la matriz distributiva de la economía privada, y sin cambiar el
modelo consumista, y entonces muchos recursos caen en saco roto.
Debemos esforzarnos en producir una integración económica que
contemple un cambio en esta matriz. Y todo ello implica un nuevo desafío,
el de una verdadera soberanía cultural, para adoptar otros paradigmas, que
tal vez algún día el mundo entero adopte.

Finalmente quiero decir que estas conclusiones, acerca de que
irremediablemente para poder lograr un desarrollo sustentable y equitativo,
hay que cambiar el modelo cultural, debo confesar que no sé si son la
consecuencia de un riguroso razonamiento deductivo, o si forman parte de
una verdad apriorística, nacida de mis más íntimas aspiraciones. Pero sea
como sea, me niego terminantemente a creer que para poder avanzar en el
desarrollo material, haya que continuar alienando la mente, domesticando
el corazón, y sacrificando el espíritu.