“Toda verdad es triple” en el sentido de que ha de ser pensada, sentida y actuada. De no ser así, no solamente podría tratarse de una media verdad, sino que podría ser directamente falsa, podría ser un falseamiento.
Así, cuando aún hoy incluso las nuevas militancias más abiertas se alegran por la presencia de x cantidad de cuerpos humanos en una manifestación, en una asamblea o en una red, obtenemos sólo el dato de la “verdad actuada”. Aquellos participantes, efectivamente, han incluido su acción o actuación física.
Pero como el paradigma de época todavía no ha cambiado del todo y sigue siendo de una mirada fundamentalmente externa, social y mundana, aquella alegría no es nada sólida, está totalmente en peligro de accidentación violenta, y fluctúa de tal manera que provoca constantes especulaciones de los analistas sobre qué convocatorias y contenidos funcionan y cuáles no, en las movilizaciones participativas.
Hasta que no nos alegremos por la inclusión de cuerpos, corazones y cabezas, esto no saldrá del estado aleatorio, fluctuante y débil actual.
Es frecuente escuchar la demanda revolucionaria de que “necesitamos manos” o de que es necesario “arrimar el hombro”. Pues bien, “manos” y “hombro” son figuras de la fuerza motriz. “Corazón” es figura de la fuerza emotiva, y “cabeza” es figura de la fuerza intelectual. Y reconociendo esta integralidad del ser humano, será necesario promover la participación del talento intelectual, de la potencia del sentimiento y del poner el cuerpo, los tres aspectos a la vez, en cada ser humano que aparece y se pliega a la construcción colectiva.
La inclusividad intelectual se verifica cuando comenzamos por escuchar a nuestro interlocutor, concediendo la misma importancia que la que concedemos a los propios planteamientos, deseamos genuinamente que su talento y conocimientos encuentren expresión y cabida en el conjunto, y creemos que la rica y buena dirección resultará de la inteligencia conjunta.
La inclusividad emotiva se verifica cuando buscamos compartir sentimientos, cuando la alegría que sentimos al podernos comunicar advertimos que es por la apertura humana que en nosotras busca expandir los vínculos y el afecto entre las personas, en definitiva, el reverso de la frialdad y la “cara de suficiencia”.
Y la inclusividad motriz se verifica cuando la presencia física y la fuerza de trabajo físico pasan a ser una percepción compartida, como ya sabemos.
Los “tics” de impedimento que observo en estas cosas, tienen que ver con inercias de viejas formas de relación, organización y lucha. Y tienen que ver efectivamente con paradigmas de época, que arrastran a una mirada que no revisa la arquitectura de fondo, es decir, neo-dogmatismos.
Por ejemplo, uno de los síndromes de la persona revolucionaria anterior era sentirse siempre en fuerte minoría social. Entonces, sólo concibe pequeñas modificaciones en las aportaciones, que se diluyan armónicamente en el pequeño conjunto del que participa, y al cual valida por su manifiesto compromiso en la acción movilizada. Anota les aportaciones en función de cuántas veces han sido repetidas, señal para ella de que aquello era significativo. Pero seguramente cae en dejar de anotar las aportaciones que haya hecho una sola persona, tendiendo a considerarlas como “rarezas”.
Si verdaderamente se sitúa en el nuevo escenario actual, que ha pasado a ser de un revolucionarismo posibilitariamente mayoritario (ni más ni menos que el de la unión de los pueblos), habrá de reconocer cuántas cosas rompedoras, cuestionadoras y revisiones de fondo (estructura de pensamiento, de emociones y de acciones) van llegando y han de encontrar nueva cabida. En consecuencia, es más que probable que la llegada de estas aportaciones comience por ser nada armónica ni homogénea con el grupo minoritario en el que se siente inserto, ya sea por joven, por izquierdoso, por tradición militante, etc… Y será necesaria una apertura intelectual, emotiva y de acción realmente grande, para no caer en la reactividad que hace ser refractario a estas nuevas aportaciones participativas.
Otro ejemplo muy preocupante lo encuentro en las enormes dificultades de cabida de aquello que vaya más allá de lo político, social y económico. Estos tres aspectos del quehacer humano, pertenecen a la mirada hacia el mundo externo, y por cierto que coincidentemente calificado por todas las místicas de ilusorio.
¿Qué deben querer decir las místicas cuando afirman que el mundo es ilusorio?
No quieren decir que no sean manifestaciones de la energía material medibles, estudiables y que necesiten tener su propio avance. Quieren decir que se trata de una mirada proyectiva comúnmente equívoca, porque lo que proyecta esta mirada es el estado interior del observador, con las enormes consecuencias que esto comporta.
Por tanto, al paradigma del racionalismo de izquierdas, hijo rebotado de las manipulaciones asesinas de las religiones triunfantes ahora hace unos 300 años, no le suena nada bien, en principio, todo aquello que se exprese en términos morales, espirituales, éticos y de noviolencia.
A la mirada racional de izquierdas, con todo el bagaje de sus históricos y valiosos ideólogos revolucionarios, aún le cuesta muchísimo ponerse a revisar las carencias y necesidades de cambio de enfoque que impliquen remover la arquitectura estructural de su pensamiento.
Esto hace que vea como “concreta” a la acción, y como “difusas” y sospechosas las emociones y las nuevas ideas. Es decir, a mi humilde entender, cae en un nuevo dogmatismo en la medida en que pierde el necesario desprejuicio para velar y mantener abiertos los caminos del conocimiento acumulativo (diverso) y de la fraternidad universal humana.
Tratando de sintetizar todo lo que intenta tocar este escrito, diría que advierte de un reduccionismo deshumanizado que se había instalado incluso en las intenciones progresistas. Un pequeño detalle me sirve para ilustrar esto a la perfección: la palabra más repetida y comúnmente usada en las despedidas entre “gente maja” (personas que hoy se consideran revolucionarias, sensibles y solidarias), es “salud”. Y “salud”, a no ser que cambiemos ya de paradigma, hacía referencia exclusiva al cuerpo y a su materialidad, al menos es evidente que así se entiende aún popularmente.
Conduciendo pues la síntesis hacia lo propositivo, se viene a decir aquí que para ir adelante y poder construir este nuevo mundo que ya es ineludible de gestar, necesitamos desearnos “fuerza”, pero la fuerza de la salud corporal y mental; necesitamos también desearnos “sabiduría”, improbable patrimonio exclusivo de una sola corriente cultural y epocal; y necesitamos desearnos “bondad”, como único basamento emocional capaz de producir buenas acciones y buenas ideas. En cualquier vida adulta esto pasa esencialmente por el trabajo de Reconciliación con uno mismo, con el mundo y con todas aquellas personas que nos han herido.
También se puede contemplar todo este planteamiento de necesidad a la luz de los famosos tres tiempos de Conciencia (pasado, presente y futuro). Si nos deseamos “Paz”, hacemos referencia a la integración del pasado. De aquí se deriva la verdadera Paz, fijémonos en la frase “descanse en paz” de cuando alguien parte… Si nos deseamos “Fuerza”, hacemos referencia al emplazamiento en el presente. Así se experimenta la verdadera Fuerza. Y si nos deseamos “Alegría”, hacemos referencia al futuro abierto. De aquí se deriva la verdadera Alegría.
Hagamos triples pues nuestros deseos y verdades. Hagamos que sean pensadas, sentidas y actuadas. Hagamos que cuenten genuinamente con el mejor pensamiento, emoción y acción de las personas a quienes recibimos en interlocución. Hagamos que nuestros deseos y verdades pasen por sonreír y escuchar primero, pasen por el saludable y desprejuiciado intercambio después, para que puedan llegar a la construcción coherente de acciones finalmente.
Estos tipos de propuesta, tan etéreos y morales para algunas personas, no pueden solamente quedar escritos en papeles. Es muy evidente que necesitamos de transformaciones internas en nosotras, requieren de trabajo, de talleres, de claridad efectiva y de registros de avance. Pero he aquí que aquella mirada previa que descalifica pre-dialogalmente todo aquello que no haga referencia práctica a los terrenos político, social y económico, tiende a no ver posible ningún trabajo ni taller efectivo y concreto más allá de estos tres terrenos. Por tanto, tiende también a secundarizar su importancia, creándose entonces serias dificultades de comunicación y tapones en las vías de participación y nueva experimentación.
Pero mediante el franco diálogo, la disponibilidad física y las buenas ideas que esperan turno, lo conseguiremos sin duda.