Gracias a la película homónima, muchos saben lo que significa *»Los diamantes de sangre»*. Es decir esas piedras preciosas que provienen de regiones de África y cuya explotación permite financiar guerras civiles y diversas milicias. Pero no sólo los diamantes, también para diversos materiales imprescindibles para la fabricación de teléfonos celulares y otros artefactos electrónicos se libran guerras civiles, se emplean niños soldados y se cometen violaciones y abusos de todo tipo.

Hablamos del tantalio, necesario para la batería, el tungsteno, para las vibraciones y el coltán para diversos usos. Muchos de estos materiales provienen de países sumamente frágiles como el Congo. En este país, la violencia ya se ha cobrado la vida de casi 5 millones de personas en las dos últimas décadas. Por supuesto que las materias primas de nuestros teléfonos no son responsables de todas esas muertes y desolación. Pero muchos de estos *»señores de la guerra»* financian sus actividades y cambian los minerales y metales por armas. Si bien hay movimientos sociales que desde hace varios años realizan campañas para llamar la atención sobre estos *»materiales conflictivos»* hasta ahora nadie ha podido asegurar que no estemos en posesión de un *»teléfono de sangre»*.

El año pasado en Estados Unidos se aprobó la ley Dodd-Frank, que obliga a los fabricantes a revelar el origen de estos *»materiales conflictivos»*, con el fin de evitar que lucren estos señores de la guerra. También en Europa se está tratando de legislar este aspecto. El problema estriba en que muchos fabricantes tercerizan la adquisición de sus materias primas, con lo cual se hace más complicado establecer exactamente la procedencia. Mediante pruebas geológicas se puede determinar esa procedencia, pero ello encarece el producto, y eso … es un grave pecado en este rubro regido por las leyes de la competencia comercial.
En todo caso, nuestro afán consumista puede estar contribuyendo a que poblaciones enteras estén sufriendo severas violaciones a los derechos humanos.

Al otro lado de la cadena de estos artefactos electrónicos tenemos otro grave problema. Qué hacer con las toneladas y toneladas de aparatos que se van desechando cada año. Países europeos optan a veces por enviar estos desechos electrónicos a países africanos, donde la población local obtiene ingresos desarmando y extrayendo los materiales valiosos, pero en condiciones laborales deplorables.

El año pasado, la Plataforma Regional de Residuos Electrónicos en Latinoamérica y el Caribe, RELAC, y la Unesco, lanzaron el libro *»Los Residuos electrónicos: Un desafío para la Sociedad del Conocimiento en América latina y el Caribe»*. En la introducción de esta obra se establece que *»muchas computadoras y celulares terminan en la basura común, por lo que sustancias peligrosas contaminan las aguas cercanas a los vertederos. El libro analiza el marco político y legislativo de la gestión de residuos electrónicos y muestra proyectos de inclusión digital, reacondicionamiento y reciclaje de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay»*.