*“América Latina importa tres veces más productos norteamericanos que China”* confesaba seguidamente. Para alabar la ahora duradera democracia de la región, remarcando que Cuba debería seguir ese ejemplo.

Luego de haberse paseado por las favelas en mangas de camisa, ayer volvió a ser el portavoz del espíritu corporativista americano y se justificó por la intervención en Libia.

El que fuera galardonado, al igual que Henry Kissinger, con el Premio Nóbel de la Paz, muy rápido ha demostrado el inmerecimiento de dicho premio, que no ha servido para convertirlo en un abanderado de la paz.

Otro Nobelizado, Adolfo Pérez Esquivel, ha criticado con dureza sus palabras, tildándolo de hipócrita y pidiendo una inmediata reforma de las Naciones Unidas, *“que no pueden seguir apresadas por las potencias militares”*. *“En realidad lo que no dicen es que todo esto lo están aprovechando para apoderarse del petróleo, quieren controlar la región y los recursos energéticos. Esa es la intención de estas potencias, yo nunca podría estar de acuerdo con estas atrocidades”* agregó.

Para terminar criticándolo de nuevo por haber hecho oídos sordos a la propuesta de Hugo Chávez de crear una comisión internacional que negociara una solución al problema libio sin llegar a este derramamiento de sangre grotesco.

Obama también ha mostrado un gran desconocimiento de la realidad latinoamericana al equiparar a las Damas de Blanco con las Madres de Plaza de Mayo, un concepto que debe haber generado malestar en ambas organizaciones, profundamente antagónicas.

Mientras está llegando a El Salvador, última escala de esta gira, su primera visita al territorio austral deja sabores enfrentados, para unos el orgullo, para otros la vergüenza.