Del mismo modo en que anteriormente rechazamos la violencia con la que Kadafi estaba reprimiendo a sus opositores y señalamos sus contradicciones, rechazamos ahora este supuesto intento de acabar con esa violencia utilizando más violencia.

Somos conscientes de que la situación de Libia representa una verdadera encrucijada, y que no se puede ser indiferentes ante el derramamiento de sangre que se ha venido produciendo, ya que lamentablemente la rebelión social no pudo canalizarse y llegar a buen fin por la vía pacífica, como ocurriera con Egipto. La represión violenta de parte del gobierno de Kadafi por una parte, y los alzamientos armados de un sector de los rebeldes por otra, alimentaron una espiral de violencia que amenaza con terminar en masacre.

Frente a esta compleja situación, la ONU ha tomado la decisión de intervenir, supuestamente para garantizar la vida de los civiles, y supuestamente limitándose a ataques aéreos con ese fin. Sin embargo, ya tenemos antecedentes de cómo luego de los ataques aéreos se pasa a la invasión terrestre. Ya tenemos antecedentes de cómo la ONU suele decir preocuparse por los derechos de los civiles e intervenir, cuando hay petróleo de por medio, como es el caso de Libia. Ya tenemos antecedentes de cómo USA y sus aliados sostienen o toleran dictaduras sangrientas cuando les son provechosas para sus intereses, y luego *“descubren”* que son sangrientas dictaduras cuando sus intereses se ven amenazados.

Francia ha sido el primer país en atacar, y Sarcozy argumentaba que su motivación era *“terminar con la locura asesina de Kadafi”*. Sin embargo, tanto Francia, como Inglaterra e Italia, han tenido vínculos muy estrechos en los últimos años con el régimen de Kadafi.

Tal vez ahora, luego de lo ocurrido en Japón y cuando la oposición popular a la proliferación de plantas nucleares aumenta y de las cuales Francia obtiene la mayor parte de su energía, quieran asegurarse más que nunca el acceso al petróleo de Libia.

Como ya denunciamos los humanistas, durante la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia, que recorriera el mundo a fines del 2009, ni las Naciones Unidas, ni mucho menos su Consejo de Seguridad pueden garantizar la paz en el mundo. Porque la ONU está manejada precisamente por las potencias que son las principales productoras de armas, son las que generan mayor cantidad de conflictos armados, y son las que con tal de asegurar sus intereses económicos, no dudan en sostener dictaduras sangrientas cuando les conviene, o derribarlas a sangre y fuego cuando no les convienen. Y siempre son los pueblos los que sufren la violencia.

Sólo podremos salir de esta encrucijada de la violencia, cuando en vez de depender de las resoluciones de la ONU, el mundo se organice en una verdadera Nación Humana Universal.

Mientras tanto, hay que hacer los mayores esfuerzos por destrabar estos conflictos como el de Libia por métodos pacíficos, y recordar las palabras de Silo en Punta de Vacas, Argentina en el año 2004: *“…con un enfoque violento de la violencia, no resultará la paz…”*

**Equipo Coordinador Internacional**