Verónica Huilipan explicó a ACTA que «tratamos de lograr una herramienta que nos permita ser escuchados, queremos que el Parlamento sea un instrumento para terminar con la impunidad de quienes nos roban la tierra, aún nuestras vida como en La Primavera».

Huilipan recordó que Formosa vive una realidad feudal. El gobierno de local no es una excepción ya que las leyes que dan protección a los pueblos originarios son pisoteadas en casi todas las provincias donde no dejan de extranjerizarse las tierras.

Huilipan recordó que se lograron a través de una historia de luchas y movilizaciones leyes específicas que, si bien significan un avance, no han servido de mucho para evitar los desalojos de comunidades enteras. También señaló que las superposiciones legislativas son aprovechadas por quienes depredan sus tierras, a la par que sufren la injerencia de empresas, principalmente transnacionales, y de las ONGs.

Esto define, un reconocimiento a la violación histórica a nuestras culturas y derecho a vivir en comunidad sin dejar los territorios que nos pertenecen ancestralmente», señaló un documento elaborada por el Parlamento. Posteriormente, en el año 2000 la Argentina ratificó, como país firmante del Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes».

Lo cierto, es que la sangre derramada en la comunidad La Primavera continúa impune. Los Qom siguen acampando en la Avenida General Paz acompañados por organismos de derechos humanos, sindicatos, actores, legisladores, han marchado por las calles de Buenos Aires pero en el gobierno nacional nadie los atiende. La historia recuerda al Malón de la Paz que en 1946, después de recorrer 2000 kilómetros llegó a Buenos Aires para pedir por los derechos indígenes. Una multitud los acompañó por las calles y en Casa de Gobierno fueron recibidos por entonces presidente Juan Perón.

Fueron alojados en el viejo Hotel de los Inmigrantes. A la madrugada los despertaron de malas maneras, como ganado los metieron en un tren y los volvieron del sur, donde los latifundistas volvieron a tratarlos a rebencazos como pensaban se merecían, por su osadía.