Después de los mortíferos enfrentamientos con la policía de la semana anterior, las manifestaciones tomaron el miércoles un giro violento, con choque letales entre partidarios del jefe de Estado y sus adversarios, atrincherados en la plaza.

Pero Sahar al Moggi dice que el miedo no le ha impedido volver. *»Tenía miedo. Pero era imposible quedarme en casa»*, asegura. *»Estamos participando en la mayor revolución de la historia de Egipto»*, añade con orgullo.

*»Es necesario que hombres y mujeres tomen parte»* en las manifestaciones, estima Marwa Ibarhim, una joven mujer desempleada de 24 años, pese a un diploma en microbiología, agitando una pancarta en la que proclama en inglés: *»El pueblo quiere que se vaya Mubarak»*. *»El papel de una mujer es exactamente el mismo que el de un hombre»*, añade. *»No queremos a Mubarak, queremos un cambio de régimen. Siempre hemos pedido un cambio de la ley de urgencia»*, añade, en referencia al estado de urgencia en vigor desde 1981.

Muchas familias participaron en las manifestaciones pasando el día en la plaza Tahrir. El viernes, bautizado *’Viernes de la partida’*, mujeres cubierta con velos gritaron eslóganes anti-Mubarak, no muy lejos de un grupo de hombre y mujeres que entonaban cantos patrióticos y tradicionales.

Inas, viuda y madre de tres niños, estima que *»todos los componentes de la sociedad, hombres y mujeres, deberían ser representados»* en la concentración.

Después de haber dejado a sus hijos en casa de su madre para ir a manifestarse, vuelve a su casa por la mañana para cocinar para su familia y se apresura por volver a la plaza Tahrir antes del toque de queda.

El sábado por la mañana, unas cientos de mujeres dieron la vuelta a la plaza gritando *»¿Por qué ha matado a mi hijo, por qué ha matado a nuestra juventud?»*, cuando los otros manifestantes acababan apenas de despertarse tras una nueva noche pasada en Tahrir.

Pese a la multitud, numerosos manifestantes notaron la ausencia de abusos en las concentraciones. El acoso en contra de las mujeres, con o sin velo, es sin embargo algo tan habitual que en Egipto que el Centro egipcio para los Derechos de la Mujer (ECWR) lo ha calificado de *»cáncer social»*.

*»He sufrido en el pasado, pero aquí, este fenómeno no existe»*, afirma Marwa. *»Tengo la impresión de estar aquí entre hermanos»*, añade Inas, determinada a seguir manifestándose.