Aunque en Occidente se la trata de interpretar con clave religiosa e islámica, estos levantamientos parecen más bien tratarse de una nueva generación que busca respirar aires de libertad, que quiere expresarse con apertura, sin temor al control y a la represión, despercudirse de la tontera humana tan propia de los gobernantes que detentan el poder por la fuerza.

Si se trata de la expresión de una nueva generación asfixiada y en busca de nuevos caminos de libertad, estamos ante un fenómeno que podría extenderse de la plaza Tahrir egipcia a la plaza Tiananmen de Beijing, a California, Nueva York, México… en desbordes sociales que podrían irrumpir mundialmente. El sentimiento de asfixia provocado por la falta de libertades políticas, podría asemejarse a la represión de toda expresión que se vive en China o la asfixia y cierre de futuro que se experimenta en las democracias occidentales debido a la concentración económica. Es sabido que en Occidente la concentración del poder económico en la banca multinacional esta siendo apuntada cada vez con más conciencia como la responsable de la crisis económica y el empobrecimiento general.

El carácter no violento de las manifestaciones y la respuesta desproporcionada y asesina de los dictadores ha provocado la vergüenza de los gobiernos occidentales que les está siendo muy difícil seguir apoyándolos. También ese carácter no violento ha provocado reacciones en los ejércitos que al menos en Egipto se negaron a disparar contra su pueblo y optaron por ponerse al lado de los manifestantes.

En Libia sabemos de militares que han desertado para no disparar sus armas, mercenarios contratados en Chad que también se han negado ha disparar, pero la situación es dramática y confusa y los acontecimientos parecen tomar ya carácter de guerra civil, mas allá que de una manifestación no violenta de la población. Gadafi quedara dentro del panteón de los asesinos en masa que conoció la humanidad en el siglo pasado.

Dos protagonistas han aparecido en el escenario de los eventos que están ocurriendo: los jóvenes y el ejército. Los jóvenes abriendo el camino de la libertad y la no violencia, y el ejército debiendo decidir si se pone al lado de los dictadores, del poder económico o de su pueblo.

Hasta ahora estábamos acostumbrados a que las manifestaciones nada cambian, los gobiernos controlando los medios de comunicación, comprando sindicatos, dando unos pesitos a algunos y unos palos a otros lograban ridiculizar las manifestaciones sociales, dividir a la población y hacer creer que las leyes económicas son leyes absolutas. Creo que cambió el momento, cambió por una nueva generación que no busca consumir más, sino que busca un horizonte de libertad y de sentido más amplio. Podría ocurrir que esto que comenzó en Tunez, siguió en el Cairo, se traslade en los próximos meses a varias capitales del mundo y sin importar cual sea la chispa que desencadene la onda psicosocial, podremos reconocer el mismo trasfondo de búsqueda de libertad y sentido.

Estos desbordes sociales fuera de todo control que estamos visualizando podrían llegar a tener un carácter transformador si se canalizan hacia una lucha no violenta en que la vida y la libertad humana sean los valores centrales que orientan las movilizaciones de la población. Un nuevo tipo de organización basada en la no violencia, sin jerarquías pero coordinada y sintonizada, tendría que aparecer en la base de la sociedad para poder dar continuidad y mantener la dirección de los cambios hacia la ampliación de la libertad humana. En caso contrario las movilizaciones no pasaran de catarsis colectivas hábilmente reprimidas y degradadas por los poderes establecidos.