Los manifestantes, muchos de ellos con banderas egipcias, confluyeron hacia la Plaza Tahrir (Plaza de la Liberación), epicentro de la rebelión que según datos de la ONU pudo haber dejado hasta 300 muertos.

En la multitud había familias enteras, con niños que jugaban a la guerra mientras sus padres coreaban una de las consignas del día: *»¡Mubarak se va, nosotros nos quedamos!»*.

Los transeúntes aplaudían al pasar delante de un maniquí que representaba al mandatario colgado, con una estrella de David en la corbata y fajos de dólares en los bolsillos.

Los militares cerraron por la mañana los accesos a la capital y otras ciudades donde fueron convocadas marchas, e impedían el paso de vehículos.

Pero el ejército -uno de los pilares, junto a la policía, del régimen autoritario egipcio- dejó claro el lunes que consideraba *»legítimas»* las reivindicaciones del pueblo y anunció que no recurriría a la fuerza contra los manifestantes.

Una marcha similar a la de El Cairo fue convocada en Alejandría, junto al Mediterráneo, como respuesta a la decisión de las autoridades de interrumpir el tráfico ferroviario desde el lunes.

Un comité de fuerzas opositoras afirmó que rechazaba cualquier negociación con el poder mientras Mubarak permaneciera en el poder.

La oposición reúne a fuerzas políticas de todo cuño, desde la oposición laica a la islamista, pasando por una nebulosa de cibernautas que desencadenaron el movimiento.

El ex diplomático Mohamed ElBaradei, que se está imponiendo como uno de los referentes de esa coalición, instó a Mubarak a abandonar el poder *»a más tardar el viernes»*, en declaraciones a la televisión Al Arabiya.

Y los Hermanos Musulmanes, el grupo de oposición más influyente del país, llamaron a seguir con las manifestaciones hasta que el régimen se desplome.

Mubarak esbozó en los últimos días gestos de apertura: formó un nuevo gobierno sin las figuras que causaban más irritación popular y pidió a Suleimán entablar negociaciones inmediatas con la oposición.

Pero todo eso parece haber llegado demasiado tarde, y sus adversarios decidieron no darle tregua.

El balance de víctimas de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad de esta semana de rebelión podría llegar a 300, muy por encima de los 125 manejados hasta ahora, según datos aún sin confirmar comunicados por la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay.

Los organizadores de las marchas también llamaron a una huelga general, en un país que de todos modos ya está paralizado, sin trenes, con los bancos y la bolsa cerrada, las gasolineras con las reservas a menudo agotadas y los cajeros automáticos vacíos.

Egipto, el más poblado de los países árabes (80 millones de habitantes), es un aliado de Occidente y administra el Canal de Suez, esencial para el aprovisionamiento petrolero de los países industrializados. Es, además, uno de los dos países árabes (el otro es Jordania) que firmó un tratado de paz con Israel.

Por todo eso, el desenlace de la crisis genera ansiedad mundial.

La Casa Blanca urgió el lunes a la calma y se dijo complacida por la *»moderación»* exhibida por las fuerzas de seguridad egipcias.

El jefe de la Liga Arabe, Amr Musa, ex ministro egipcio de Relaciones Exteriores, pidió por su lado una *»transición pacífica»*.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, exhortó a Mubarak a responder *»sin vacilación»* a la *»voluntad de cambio»*.

Y Francia dijo que *»el baño de sangre debe cesar»* en Egipto.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, agitó el espectro de un régimen al estilo iraní en caso de que, al amparo del caos, *»un movimiento islamista organizado tome el control del Estado»*.

El canciller iraní, Ali Akbar Salehi, afirmó el martes que la rebelión egipcia *»va a desempeñar un papel en la creación de un Oriente Medio islámico»*.

Las autoridades trataron en vano de obstruir los contactos de los organizadores de las marchas con la población. El lunes, dejó de operar el último proveedor de internet, con lo cual los egipcios quedaron cortados de la red.

El barril de petróleo se negocia desde el lunes por primera vez en dos años por encima de los 100 dólares el barril.

La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, hizo el martes un llamamiento para que *»se proteja el patrimonio cultural en Egipto»*, ante degradaciones señaladas en algunos objetos (entre ellos dos momias) de de la época faraónica del Museo de El Cairo.