En el encuadre de este simposio que organiza el Centro Mundial de Estudios Humanistas encontramos una afirmación sintética y certera respecto de la crisis que atraviesa la actual civilización a comienzos del siglo 21.

Leo: *“El ser humano se encuentra en una encrucijada histórica en la cual los viejos paradigmas ya no dan respuesta, ya no sirven para orientar su acción. Está buscando un nuevo paradigma que cumpla con sus aspiraciones de un Destino Mayor, y no se conformará con los remiendos que pretenden rescatar del naufragio a un sistema
malherido y violento”*.

La Segunda Guerra Mundial abrió, al concluir, un espacio para la construcción de una nueva realidad social a la luz de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en 1948. Pero fue sólo un ensueño de intelectuales y la Guerra fría barrió con él. Desde entonces, en forma paralela al crecimiento exponencial de la
tecnología, la sociedad de consumo y el apogeo del individualismo se encargaron de crear condiciones de vida insostenibles para el 80 por ciento de la población, que volvía a ver el resurgimiento de la lógica imperial con su correlato de violencia, miseria y opresión. La crisis social se hacía personal en cuanto las acciones humanas carecían de sentido y trascendencia en una sociedad donde el
valor fundamental se representaba con la figura de un gordo con un habano en Wall Street.

La construcción social es –desde los años 60- el modo de nombrar una vieja preocupación: la de imaginar un futuro para todos. Es la sociología la que instala la interrogación por el proceso que tiene esa construcción social. Berger hace alusión –lo cito- *“a un doble carácter de la realidad como “facticidad objetiva” y como “complejo de significados subjetivos”*, dos conceptos que llegan desde
Durkheim y Weber y que permiten hablar de una realidad social objetiva y otra realidad subjetiva. En síntesis, el análisis de la construcción social de la realidad es resultado de comprender cómo el hombre de la calle establece una realidad y cómo ésta cristaliza.

El rescate de la subjetivid como elemento insoslayable a la hora de la construcción social ha sido reivindicado por Silo en la charla sobre *“La crisis de la civilización y el humanismo»* dada en Moscú en 1992: *“Y si hoy se quisiera encontrar una nueva respuesta al tema de la civilización ya no se podría eludir la dificultad (o facilidad) del paisaje cultural en que nos hemos formado y del
momento histórico en el que nos toca vivir. Hoy deberíamos preguntarnos por las condiciones de nuestra propia vida si es que queremos comprender ese devenir y con esto humanizaríamos el proceso histórico sobre el que reflexionáramos. No lo haríamos por interpretar externamente a los hechos producidos por el ser
humano, como se hace en un libro de historia, sino por comprender desde la estructura histórica y dotadora de sentido de la vida humana lo que ocurre en la situación en que vivimos”*.

En esa misma conferencia Silo advierte: *“Estamos avanzando hacia una
civilización planetaria que se dará una nueva organización y una nueva escala de valores y es inevitable que lo haga partiendo del tema más importante de nuestro tiempo: saber si queremos vivir y en qué condiciones queremos hacerlo. Seguramente, los proyectos de círculos minoritarios codiciosos y provisionalmente poderosos no tendrán en cuenta este tema válido para todo ser humano pequeño,
aislado e impotente y, en cambio, considerarán como decisivos a los factores macrosociales. Sin embargo, al desconocer las necesidades del ser humano concreto y actual serán sorprendidos en unos casos por el desaliento social, en otros casos por el desborde violento y, en general, por la fuga cotidiana a través de todo tipo de droga, neurosis y suicidio. En definitiva, que tales proyectos
deshumanizados se atascarán en el proceso de implementación práctica porque un veinte por ciento de la población mundial no estará en condiciones de sostener por mucho más tiempo la distancia progresiva que lo va separando de ese ochenta por ciento de seres humanos necesitados de condiciones mínimas de vida”*.

La construcción social que corresponde a la nueva Civilización, que ya está vislumbrándose como una sensibilidad difusa, reconoce un antecedente precoz en los grupos de estudio de aquellos años 60 que dieron origen a lo que se denominó luego Siloísmo y más tarde Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista. El propósito manifiesto de aquellos grupos -que se mantiene desde entonces-, fue formulado de un modo muy accesible para que llegara a toda la población y no se
incurriera en el error del vanguardismo intelectualista. Se trataba -decíamos entonces- de lograr la transformación simultánea del individuo y la sociedad.

La reivindicación de la subjetividad no era poca cosa en esos años porque las concepciones en plena vigencia negaban la categoría por considerarla incluida en lo social o la llevaban a tal extremo que individualismo pasó a ser sinónimo de neoliberalismo. A su vez, algunas corrientes del existencialismo exhibían un sentimiento trágico de la vida que resultaba desalentador para cualquier proyecto
de cambio a nivel planetario.

Una nueva civilización habrá de exhibir una confluencia de la realidad social en aspectos objetivos y subjetivos en franca integración porque las utopías que se afirmaron sólo en una de esas columnas han fracaso sin lugar a dudas. El comunismo versión Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fracasó, de modo incomprensible para quienes creyeron que la alta calidad de vida masiva para toda una población ocultaría el anhelo individual de libertad. La vieja dicotomía inserta en la literatura y en la médula social rusa entre pan y libertad se resolvía a fines del siglo 20 de un modo casi romántico a favor de la libertad (dicho todo esto en sentido alegórico para no volar bajo entre los escombros
ideológicos y el sinsentido de la vida). A su vez, las creencias religiosas que hicieron hincapié en la superación moral de los individuos han fracasado en cada una de esas expresiones, ya sea porque se aislaron del mundo, porque se convirtieron en estructuras de poder terrenal, porque pusieron a un dios por encima y afuera de los seres humanos o por otras razones.

Que hoy -primera década del silgo 21- afrontamos una crisis social y personal nadie lo duda. Pero su precisa anunciación a finales de los 80 y comienzos de la década del 90 fue hecha por Silo en Cartas a mis amigos, un texto ineludible del Nuevo Humanismo. Allí leemos: *“En cuanto a la temática, no se ha dejado de destacar el campo de crisis dentro del que se inscriben tanto las sociedades como
los individuos. Al concepto de “crisis” lo consideramos en su sentido más habitual de término de un acontecer que se resuelve en una dirección u otra”*.

Frente a la necesidad de dar respuestas a las crisis individual y social que plantea el humanismo como instalada –la crisis- y de inminente desenlace es necesario dar los primeros pasos en la dirección de construir una nueva realidad social que se
corresponda con una nueva civilización y debemos exponer cuáles son las consideraciones previas a ese planteo. Sabemos que los cambios de civilización significan cambios de valores y que los nuevos son radicalmente opuestos a los axiomas caídos.

Recodemos un caso paradigmático en la historia de Occidente. El paso de la civilización pagana del Imperio Romano al Cristianismo. Silo ha explicado las razones geopolíticas de la aceptación de Constantino de esta religión que podía contener la desmembración del imperio y a ellas nos remitimos. Ahora vamos a señalar ese aspecto compensatorio de los nuevos valores que aportaba esa religión
inorgánica, sin ritual, que hablaba en griego y carecía de imágenes simbólicas salvo un pez que pintaban desprolijamente en las paredes. Esa poca gente, pobre e ignorante, exaltaba la vida humana, integraba la mujer y los hijos -propiedad del padre en el Imperio- a una nueva institución llamada familia, reconocía como humanos a ciudadanos y bárbaros, es decir a los extranjeros. Ese fue, a grandes
rasgos, el relato del cristianismo y la razón de su arraigo en la masa. Esto sólo es un ejemplo porque la civilización que tuvo el sello del cristianismo instaló muchos otros valores y fue un significativo avance en aquel momento histórico. Muchos de
esos elementos han llegado hasta ahora, otros se han distorsionado, hay nuevas necesidades y una insatisfacción subjetiva que se expresa de diversos modos pero que es de fundamental importancia:
Si ha quedado claro que una nueva construcción social fundante de una nueva civilización necesita una formulación de valores olvidados o negados en la anterior, arriesgamos otro concepto precedente: la necesidad de un discurso y de ejemplos de vida que lleguen a las poblaciones y las motiven y movilicen hacia el cambio. Este es un aspecto decisivo a nuestro entender porque sin una formulación y sin conductas ejemplares que permitan imaginar cómo será ese mundo es difícil, es lento, y es riesgoso instalar las imágenes del paradigma. Este es -lo creo firmemente- el aspecto más frágil de esta empresa.

Quienes creemos que el humanismo es la propuesta que instalará los valores de la nueva civilización no podemos permitirnos el error de creer que las cosas sucederán fatalmente sino que hay mucho trabajo para hacer. Hay trabajo teórico desarrollando aspectos de la doctrina que han sido esbozados con maestría por Silo pero necesitan adecuación a diversas ramas de las ciencias -por poner sólo un
caso, lo vimos en la mesa precedente- y hay trabajo práctico de difusión y de experimentación. Nada menos que el necesario para que la adhesión de grandes grupos humanos, de personalidades formadoras de opinión y de masas humanas garantice que los valores del humanismo sean los pilares de la nueva civilización.

Recordemos palabras de Silo en Carta a mis amigos: *“es hora de preguntarse cómo el ser humano puede cambiar la dirección de los acontecimientos. A su vez, ¿quiénes podrían producir ese formidable cambio de dirección sino los pueblos que son, precisamente, el sujeto de la historia? ¿Habremos llegado a un estado de madurez suficiente para comprender que a partir de ahora no habrá progreso
sino es de todos y para todos?
“Es (…) a esta alternativa a la que apuestan los humanistas de hoy. Tienen demasiada fe en el ser humano como para creer que todo terminará estúpidamente. Y si bien no se sienten la vanguardia del proceso humano se disponen a acompañar ese proceso en la medida de sus fuerzas y allí donde estén posicionados»*.

Dicho lo anterior debemos decir que los hechos del pasado y nuestra propia actividad demuestran que una experiencia tiene un efecto movilizador y es capaz de comprometer a conjuntos humanos con una eficacia superior al esclarecimiento intelectual. En ese sentido y siempre a título de ejemplo, una *“ceremonia”* hecha con encaje involucra a la emoción, al intelecto, a la motricidad y sacude al
cuerpo.

Otro factor insoslayable para asegurar la propagación del discurso y de la experiencia son las relaciones de colaboración que podamos establecer con personas e instituciones con similares aspiraciones. En el encuadre de este simposio se demanda *“abrir nuevas vías de investigación, comunicación y colaboración, nuevos puentes entre “las personas de buena voluntad”, entre representantes de distintas culturas, creencias e ideologías”*. Esta propuesta no atiende sólo la eficacia de la acción sino que también es un reaseguro frente a la
tendencia a refugiarse en una isla frente a un mundo difícil.

Establecida -a nuestro juicio- la importancia del discurso y la experiencia como factores de propagación de los valores humanistas para la nueva civilización recordemos los fundamentos. Citamos nuevamente a Silo, esta vez leyendo en la Carta sexta: *“Los humanistas ponen por delante la cuestión del trabajo frente
al gran capital; la cuestión de la democracia real frente a la democracia formal; la cuestión de la descentralización frente a la centralización; la cuestión de la antidiscriminación frente a la discriminación; la cuestión de la libertad frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida frente a la resignación, la complicidad y el absurdo… Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una nación humana universal. Comprenden globalmente el mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No desean
un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad.”*

Y, al final del Documento, se concluye: *“Los humanistas no consideran sus propuestas como la expresión más avanzada de
la conciencia social, ni piensan a su organización en términos indiscutibles. Los humanistas no fingen ser representantes de las mayorías. En todo caso, actúan de acuerdo a su parecer más justo apuntando a las transformaciones que creen más adecuadas y posibles en este momento que les toca vivir”*.

La sociedad en que vivimos, producto de la inversión de valores que ha provocado el agotamiento de esta civilización, es una sociedad inhumana donde prevalece el dinero y el consumo como objetivos de vida y donde lo trascendente es propiedad de funcionarios religiosos devotos de lo externo (son tantas las cosas que rechazamos de esta civilización y hanque ha demostrado su agostamiento de modo
tan visible que no tiene interés enumerar lo que no queremos).
La nueva sociedad a construir en el contexto de la nueva civilización tendrá esos axiomas generales ya enunciados, que se sintetizan en la *“posición común de los humanistas de las distintas culturas: 1. la ubicación del ser humano como valor y
preocupación central; 2. la afirmación de la igualdad de todos los seres humanos; 3. el reconocimiento de la diversidad personal y cultural; 4. la tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado o impuesto como verdad absoluta; 5. la afirmación de la libertad de ideas y creencias y 6. el repudio a la
violencia.”*

Para quienes esas propuestas puedan resultar demasiado generales puntualizamos el rechazo a toda forma de discriminación y violencia entre individuos y pueblos y la observancia internacional de los puntos de la Marcha Mundial. 1. el desarme nuclear mundial; .2. El retiro inmediato de las tropas invasoras de los territorios
ocupados; 3. La reducción progresiva y proporcional de los armamentos de destrucción masiva; 4. La firma de tratados de no agresión entre países y 5. La renuncia de los gobiernos a utilizar las guerras como medio para resolver conflictos.

En cuanto a nuestro hábitat, el ambiente en donde nos desarrollamos los seres humanos, también hay que precisar posturas vitales para la construcción de una nueva sociedad La naturaleza y los humanos estamos en un segundo plano por acción de grupos de depredadores que explotan con el salario tanto como devastan los recursos que ofrece el ambiente sólo para ganar más y más dinero.

Los males actuales, como el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, la acidificación de los océanos; la desertización de los suelos son consecuencia del capitalismo, uno de los valores configurantes de la civilización que muere.

Insistimos, para que quede absolutamente claro y aunque ya se ha expresado, que reivindicamos una espiritualidad fundamentada en la experiencia profunda de lo humano.

Finalmente, para cerrar esta charla tan deudora de las enseñanzas de Silo queremos hacerlo con las mismas palabras con que él cerró su charla en Moscú: *“debemos hacer el esfuerzo de sobreponernos al desaliento, recordando otros momentos de grave crisis que vivió y superó la especie humana. En este sentido quisiera evocar aquellas palabras, que comparto plenamente, y que vibran ya en los orígenes de la Tragedia griega: “… de todos los caminos, aparentemente
cerrados, siempre el ser humano encontró la salida»*.

Nada más, muchas gracias.