Silo, apodo de Mario Luis Rodríguez Cobos, murió el 16 de septiembre de este año en Chacras de Coria, provincia de Mendoza, Argentina. Donde residió toda su vida. En permanente movimiento, todos sus viajes terminaban volviendo a ese pueblo pequeño donde todos se conocen y donde todos lo respetaban y querían.

En París, a más de 11 mil kilómetros de distancia también era respetado y querido. Por eso parte de sus cenizas fueron esparcidas en el Parque de Estudio y de Reflexión de La Belle Idée, situado en la Fertoise, al este de la región parisina. Un espacio creado desde la inspiración humanista para profundizar, divulgar y extender su obra. Una obra compuesta por una docena de libros, traducidos a una treintena de lenguas. Pero sobre todo una obra colectiva, de estudios, de recopilación, de redescubrimiento y de adaptación de experiencias, rituales y conocimientos ancestrales que tienen que ver con la superación del dolor y del sufrimiento, y con el sentido de la vida y el significado de la muerte.

Sus reflexiones y propuestas han encontrado eco en numerosas latitudes y han iniciado procesos muy diversos que se han desarrollado en los campos culturales, asociativos, políticos, sociales y espirituales. De ese aliento nacieron los Partidos Humanistas que se crearon en más de cincuenta países, La Comunidad para el Desarrollo Humano, reconocida por las Naciones Unidas desde los años ’80 y el Centro de Estudios Humanistas, nacido en colaboración con la Academia de Ciencias de Rusia, entre otros.

Su última visita a Europa, coincidió con el paso de la Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia en noviembre del año pasado, aprovechando la visita para encontrarse con los premios Nobel de la paz, durante su cumbre en Berlin, donde dio su último discurso público.

**La crónica**

El 6 de noviembre amaneció lloviendo. Persistente y penetrante lluvia que acompañó las ceremonias de dispersión de cenizas.

Primera, a los pies de un inmenso cerezo, consistió en un pedido de bienestar y donde se propuso que una pizca de esas cenizas irradien su mensaje, siendo guardadas en un depositario. La pieza, obra de un artesano mendocino radicado en Bruselas, consistía en dos molduras de yeso con un receptáculo interior basado en las salas para guardar reliquias de las pirámides, con una adaptación representando el símbolo del infinito.

La segunda se desarrolló a orillas del estanque que hay dentro del Parque. Leyendo un párrafo del primer libro publicado por Silo en 1972: La mirada interna.

*“Así, hoy vuela hacia las estrellas el héroe de esta edad. Vuela a través de regiones antes ignoradas. Vuela hacia afuera de su mundo y, sin saberlo, va impulsado hasta el interno y luminoso centro”*. Para terminar luego arrojando sus cenizas a puñados, entre llantos, aplausos y pétalos de flores que también volaban por los aires.

Los conmovidos participantes de la ceremonia tararearon el *“Himno de la alegría”* entre abrazos y lágrimas, guiados por una cantante lírica llegada desde Marsella para no perderse este momento.

Inmediatamente por los altavoces comenzó a escucharse la voz de Silo, en una grabación hecha en México a principios de los ochenta, donde comunica su seguridad de que la muerte no existe y donde comparte esa experiencia sin intentar convencer a nadie, pero manifestando que sería innoble no contar a otros esta certeza. Haciendo un llamado a la verdadera solidaridad y a una apertura de espíritu multiconfesional.

A resguardo del frío y de la lluvia, mientras la noche iba cayendo, algunos asistentes continuaron viendo videos recientes y otros más históricos relativos a Silo y a su obra. Para terminar tomándose una sopa al calor de la chimenea del centro de trabajo del Parque. Compartiendo anécdotas, apreciaciones y mirando hacia el futuro.

Los idiomas se mezclaban, de la gente llegada de toda Francia, de Suiza, de Alemania, de Bélgica, de España, de Inglaterra, de Holanda. Pero las miradas fueron reemplazando las palabras y la emoción fue creciendo a medida que la temperatura aumentaba. La despedida estaba llegando a su fin, dando la bienvenida a una nueva atmósfera y a un nuevo sentido para los agradecidos participantes de esta jornada mágica.