Intentaremos en pocos minutos y en el contexto de esta mesa sobre el conocimiento, pasar revista al modo en que el hombre se ha planteado, a lo largo de su historia, el conocer.

Comencemos diciendo que, así como ha sido clave para el desarrollo de las distintas civilizaciones la visión del ser humano sobre sí mismo, hecho que destacara De Vita en su presentación de ayer, también consideramos clave el modo en que se ha planteado el problema del conocimiento.

La mente humana se nos presenta con una doble capacidad. Por un lado la de percibir los fenómenos que hasta ella llegan y por otro la de detener esta experiencia y desplegarla a través del pensamiento en el intento de comprenderla, significarla y dar respuestas ante los requerimientos del medio.
Esta capacidad del pensamiento es la que le ha permitido al hombre conocer y transformar su medio y a sí mismo en su proceso de adaptación y liberación creciente de las condiciones de origen.
Pero los procedimientos para conocer, es decir los métodos empleados para hacerlo, se han ido planteando de diferentes maneras a través del tiempo.

Vamos a realizar una sucinta revisión que abarca la experiencia que comenzó en Europa hace aproximadamente 26 siglos, con los llamados pensadores presocráticos y llega hasta nuestros días.
A fin de no entrar en excesivos detalles vamos a describir, a grandes rasgos, algunos de los métodos que se desarrollaron a lo largo de estos siglos y en esta civilización occidental, entendiendo que no estamos considerando la rica y profunda experiencia
que en relación al conocimiento se desarrolló en Oriente.

Estas formas de encarar el conocimiento a su vez no son ajenas al contexto que en cada momento histórico ponen la sociedad y la cultura.

Encontramos una primera etapa en este recorrido desde los pensadores griegos que comenzando con Tales, Parménides y Heráclito, pasa por Sócrates, Platón y Aristóteles para llegar hasta el final de la Edad Media con Tomas de Aquino. En esa etapa, sea que se partiera del Mito, del Ser, de la Idea o de Dios, lo común fue que lo que daba significación y coherencia al conocimiento era algo que estaba por encima del hombre. Entidades eternas, inmóviles, imposibles de alcanzar y comprender por las limitadas capacidades humanas que solo habilitaban a obedecer.
Esto llevo al desarrollo de distintos métodos que tenían la particularidad de ser Deductivos. Es decir que iban de lo general a lo particular. De arriba abajo.
Esto significa que habiendo asumido la verdad de ciertos principios o verdades universales de allí se desprenden otras proposiciones particulares que son necesariamente verdaderas. Es Aristóteles el que desarrolla así la lógica, que plantea las reglas que deben relacionar una proposición con otra para que el razonamiento, el
pensar, vaya por la senda correcta. Un pensar estricto y lineal.
Esta forma deductiva de ordenar el pensamiento y el mundo, se traslado luego a las llamadas ciencias formales y aún hoy es el método utilizado por ciertas disciplinas como las matemáticas y la lógica.
Pero no pensemos que este modo de ordenar el pensamiento es exclusivo de la ciencia. Cotidianamente hacemos este tipo de desarrollos creyendo en su validez.

A modo de ejemplo recordemos que hasta hace poco tiempo una información se consideraba válida solo por el hecho de ser realizada en un programa de televisión.

Esto implica un razonamiento como el siguiente:
La televisión es un medio de información serio que dice la verdad.
Esta información la comunican a través de la televisión.
Esta información es necesariamente veraz.
Y si observamos aquello que pensamos veremos que cotidianamente hacemos este tipo de razonamientos sin mayor rigor o critica.

Avanzando en la historia, llegamos así al comienzo del Renacimiento. En ese momento entró en crisis la autoridad de la Iglesia, la idea de que la tierra era el centro inmóvil del universo y que las verdades reveladas eran inmutables. Es decir que todo lo que
daba referencia y cohesión a la vida personal y social cayó.

Entonces la mirada humana comenzó a observar con otros ojos el mundo circundante y empezó a buscar explicaciones y sentido en lo inmediato y observable.
Es decir ya no era Dios, o la autoridad religiosa o el rey, quien podía dar respuestas, sino que estas debían buscarse en el mundo a través de la razón.
Así comienza el reinado de la razón y lo que llamamos ciencia se pone en marcha y dejando de lado las explicaciones religiosas provenientes de la verdad revelada, da los primeros pasos para tratar de comprender ese mundo extraño, con el auxilio de la
observación, la razón y la comprobación experimental.

Esta vía de conocimiento racional, crítico y sistemático que caracterizo a la ciencia dio desarrollo al razonamiento inductivo.
Este pensamiento que no partía de principios inmutables, sino de la observación de lo diverso de la experiencia fue buscando el modo de enunciar las leyes que se escondían en esa diversidad.

Así las ciencias llamadas fácticas (de hechos), fueron desentrañado el comportamiento de la materia y transformándola a través de la tecnología en elementos que podían mejorar la vida de las sociedades humanas, aunque en muchos casos, bueno es recordarlo, esa tecnología también sirvió para destruir.

En este sentido la pregunta fundamental de la ciencia era por las causas de los fenómenos y el método que mejor permitía conocerlas se denominó Método Hipotético Deductivo.

Este, partiendo de la observación genera hipótesis que luego busca corroborar a través de nueva observación o de la experimentación.
Más recientemente, a partir del desarrollo de las matemáticas y sobre todo con el aporte de la tecnología informática comienzan a desarrollarse los métodos inductivos estadísticos, que a través de una serie de procedimientos permiten fundamentar las afirmaciones, con el agregado de un concepto proveniente del siglo XVII, la
probabilidad. Es decir que las afirmaciones no son verdaderas o falsas sino probables abriendo un nuevo frente para la discusión epistemológica.

Como en el caso anterior este tipo de razonamiento inductivo también se emplea cotidianamente cuando a partir de un par de observaciones que se repiten estamos tentados a proclamar una suerte de ley universal.

Por otro lado es en el siglo XVII donde se produce una revolución en el pensamiento filosófico a partir del Racionalismo Cartesiano y el Empirismo de John Locke y David Hume.
El primero plantea que el conocimiento verdadero es a priori de la experiencia y se encuentra en la propia conciencia. Así Descartes dirá “pienso, luego existo” dando un vuelco fundamental a la filosofía anterior. Por su parte los Ingleses a partir de Francis
Bacon, Hume y Locke desarrollan el inductivismo y el empirismo generadores de conocimiento a posteriori de la experiencia.

Más adelante, cuando, en el siglo XIX comienzan a desarrollarse las ciencias del hombre, estas toman el modelo exitoso de la física matemática y tratan con escaso éxito de utilizar los métodos propios de las ciencias naturales y será ya avanzado el siglo XX cuando estas disciplinas comienzan a desarrollar los métodos cualitativos que se ajustan mejor a su necesidad de comprensión del fenómeno humano.

Como vemos los métodos desarrollados si bien descansan sobre una lógica Aristotélica han ido evolucionando, permitiendo entender y predecir los fenómenos naturales con bastante éxito, aunque poco han aportado a la comprensión del hecho humano.

En este sentido hay, por lo menos, dos críticas a realizar a la metodología utilizada hasta aquí. La primera se refiere a la pretendida objetividad de la ciencia hoy sumamente cuestionada, siendo que se va comprendiendo como la mirada del investigador modifica lo observado en la medida que recorta o adjudica significados que no están en lo observado sino en quien observa.

La segunda relacionada al conocimiento referido a las ciencias humanas, donde lo observado siempre tiene intención y no puede ser comprendido si se lo observa desde afuera como si se tratara de un objeto natural.

Está claro que el crecimiento del conocimiento ha sido exponencial, que esto se ha registrado mayormente sobre el mundo natural a través de las ciencias físico matemáticas, que su aplicación a través de la técnica ha traído mejora en las condiciones de vida, aunque estos beneficios no se han repartido de modo equitativo.

Podemos afirmar que se ha producido un fuerte desarrollo en el conocimiento de la materia, pero poco parece avanzar el conocimiento de lo humano.
Y si una nueva civilización se pondrá en pie deberá acompañar a una nueva concepción del ser humano con una nueva visión respecto al conocimiento.
En lo ético está claro que éste nunca puede estar dirigido a la destrucción de la vida humana y a la expoliación del medio ambiente que le da sustento.

En lo metodológico el Nuevo Humanismo plantea que si se quiere avanzar en el conocimiento, no habrá que mirar al inmutable espacio celestial, ni a los variables fenómenos que se dan a nuestro alrededor, ambos correspondientes a una mirada externa, sino que habrá que revertir la mirada y comprender como es que nuestra
conciencia estructura y significa lo observado. Entonces se verá que el método adecuado es aquel que parte no de ideas o teorías acerca del conocimiento, sino de la observación y descripción de los mecanismos del pensar.

Esto nos lleva a plantear que el observador y lo observado, el acto y el objeto, la conciencia y el mundo no son términos separados y desconectados, sino que conforman una estructura indisoluble.

Y estas afirmaciones que ya se vislumbran en los desarrollos de Ortega y de Husserl a comienzos del siglo XX, cobran total claridad y definición en los desarrollo hechos por Silo en los espacios de estudio del Nuevo Humanismo.

Y así se observa que cuando se plantean diferentes métodos como los que proceden deductiva o inductivamente, en realidad no se atiende a como procede el pensar, sino a como se presentan las argumentaciones que apoyan lo que ya se tenía realizado en el pensamiento.
En cambio, si se observa el pensar se verá que este procede de un modo característico, siempre igual.
El pensar parte por detener artificialmente el transcurrir para, a partir de allí, diferenciar, relacionar diferencias y sintetizar diferencias de diferencias.

Llevado a un método de conocimiento diríamos que este debe permitir construir un conocimiento coherente, integrado e integral, definiendo el objeto y el interés del estudio, diferenciando los distintos elementos que lo conforman, relacionándolo con el medio en el que se encuentra y ubicando al fenómeno en el momento de proceso
en que se encuentra. Dicho en otros términos el método debe contemplar el interés del observador y responder por la composición la relación y el proceso, permitiendo así una visión completa del fenómeno estudiado. A esto llamamos Método Estructural
Dinámico.

Por último y en el caso del estudio de situaciones donde esté comprometida la intensión humana, la ubicación del observador no puede ser otra que la que lo coloca inserto en el fenómeno, llevándolo, el estudio, a una compresión profunda y a una
necesaria transformación del modo en que aprende y actúa en el mundo.

Resumiendo lo dicho, el ser humano ha intentado, hasta ahora, conocer a partir de creencias y teorías que lo han ubicado fuera del fenómeno estudiado, tal vez sea el momento que pueda, ubicándose como parte de lo estudiado comprender con mayor profundidad y construir así una nueva imagen del mundo y de sí mismo.

Si una nueva civilización se despliega, si un nuevo ser humano y una nueva sensibilidad se ponen en marcha, no dudamos que será acompañada de una nueva concepción y un nuevo ejercicio del conocimiento y por tanto de sus métodos.

Sea este un aporte en esa dirección.