Es mucho lo que puede decirse sobre nuestro proceso conjunto, y por cierto que una descripción que pretenda ser completa excedería el marco de esta breve charla. Asimismo, son muchas las ópticas que pueden usarse para esto, y más numerosas aun las interpretaciones que pueden existir. Como no podría ser de otra manera, este será un relato a grandes rasgos, en base a una de las miradas posibles acerca de nuestro proceso conjunto. Uno de los intereses que me motivan es intentar dar una panorámica de tal proceso que ponga algunos aspectos importantes en una relación coherente e integradora, destacando la intención que le da dirección a futuro. Para quienes deseen más precisiones, las fuentes en las que me baso están al alcance de todos en nuestra bibliografía y, en particular, los remito al sitio [http://silo.net](http://silo.net)

El surgimiento y desarrollo de lo nuestro no se explica exclusivamente en función de sí mismo, sino que siempre se lo ha explicado en relación a la situación y proceso del medio psicosocial.

Desde el alba de la historia humana, las civilizaciones surgieron, se desarrollaron y declinaron en un relativo aislamiento. A lo largo del tiempo los contactos entre ellas fueron aumentando gradualmente. Así los pueblos y sus culturas se relacionaron entre sí básicamente por el comercio, la guerra, la conquista y la migración.

La tecnología fue impulsando tal comunicación e interacción de manera lenta pero incesante, y esto se fue acumulando y acelerando en el transcurso de los siglos. En este ultimo siglo ya no queda pueblo o cultura que pueda quedar aislado del resto en este proceso de mundialización. El mundo se está haciendo uno. Todos los pueblos y culturas están interrelacionados e interconectados en una red planetaria. Esta condición única en la historia de la humanidad, y su correlato en la conciencia, hace que estemos cerca de un salto hacia un nuevo paso evolutivo del ser humano.

Pero esto no está ocurriendo sin problemas. Las crisis de cambio también pueden estar acompañadas por erupciones de violencia de distinto tipo. Las guerras convencionales, los accidentes nucleares, los desbordes sociales, las guerras civiles, las secesiones, el colapso de sistemas financieros y productivos, interrupción de los servicios básicos (agua, electricidad, transporte, etc.), y mucho desequilibrio mental e incluso suicidios: nada puede ser descartado en una situación mundial inestable que nadie controla.

¿Qué podemos hacer nosotros para evitar esto? Casi nada. No tenemos ni los medios ni el poder de evitar estos desafortunados eventos. Son parte integral de la agonía de un mundo deshumanizado. Sin embargo, dentro de condiciones limitadas, podríamos tener una cierta influencia que puede impedir o disminuir casos de violencia. De todos modos, nuestro objetivo principal no es sostener o emparchar un sistema violento que se cae por sí solo, sino intentar convertirnos en guías positivos en la transición hacia un nuevo mundo.

Los individuos en su ciclo vital van creciendo, pasando de una etapa vital a otra, y cada cambio de etapa vital es acompañado por una crisis. Esto se debe a que hay un cambio de necesidades de desarrollo. Lo viejo ya no funciona, mientras que lo nuevo aún no está consolidado. La transición de una etapa a otra es en cierta medida dolorosa, porque mientras lo antiguo ya no nos resulta atractivo o ya no funciona como antes, lo nuevo todavía es incierto o incipiente. Aun cuando se estuviera apegado a lo antiguo, el cambio es inevitable. El ser humano en esa transición tiene un pie apoyado sobre cada etapa, la vieja y la nueva. Esta posición es inestable ya que la brecha entre las dos etapas tiende a crecer inevitablemente, no dejando más alternativa que abandonar el pasado.

Hoy en día, así como sucede con los individuos, también los pueblos y las culturas están atravesando un proceso de cambio global y acelerado. Van perdiendo su identidad original al incorporar modelos, productos y usanzas que se originaron en paisajes ajenos. Lo viejo ya no funciona, mientras que lo nuevo es aún imperceptible o dudoso. El mundo viejo ha desaparecido, mientras que el nuevo sólo puede ser entrevisto o anhelado. Nada de lo viejo puede dar una respuesta mundial para construir el futuro que se avecina, ya que lo viejo fue formado en el pasado y fue parte integral del mismo.

Como ocurre con los cambios sistémicos, será inútil pretender que se produzca el cambio emparchando lo viejo, o por un humanitarismo que no acomete la raíz congénita de la violencia, o por reciclar lo viejo presentándolo como si fuera nuevo. También será inútil la ilusión de que una organización, partido o gobierno del mismo sistema pueda cambiarlo integralmente en su raíz. El sistema violento deberá necesariamente desarticularse para dar lugar a lo nuevo que se diferencia esencialmente de él.

No se logrará gestar lo nuevo a partir de una sensibilidad vieja, de una forma mental o mentalidad obsoletas, que han sido la esencia de lo viejo y que, precisamente, son las que llevaron al sistema a su necesaria etapa de agotamiento y fracaso, no sólo en la organización social sino, y sobre todo, en el corazón de los hombres y mujeres buenos.

Como ocurrió antes en la historia de la humanidad, una nueva civilización será preanunciada por el alba de una nueva espiritualidad. Esta nueva espiritualidad será el germen del nuevo mundo que luego empezará a percibirse y tomar forma. Pero para que este germen crezca y fructifique deberá ser una verdadera espiritualidad.

¿Qué es la verdadera espiritualidad? La verdadera espiritualidad, como el sentimiento religioso, no depende de templos y sacerdotes, de los dioses y sus estatuas. Una persona puede ser espiritual sea que crea o no crea en dios, sea que adhiera a un credo en particular o no. Como explicó Silo, la verdadera espiritualidad “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa, no es la pesada espiritualidad de las viejas tablas ni de los desgastados valores”.

La verdadera espiritualidad es tratar de mejorar como seres humanos, al tiempo que ayudamos a que otros mejoren como tales. Mejorar como seres humanos significa, en primer lugar, superar el dolor y el sufrimiento en nosotros mismos y en los demás; significa superar la propia violencia y rebelarse ante la violencia que nos rodea. Pero no se agota con esto. Mejorar como seres humanos significa también aprender sin límites, es amar la realidad que construimos: es humanizarnos y humanizar, develando el Sentido más elevado de la vida. Y la fuente de la sabiduría y la inspiración para todo esto, no está alejada de nosotros; sino que está en la profundidad más íntima de nuestra propia conciencia.

Esta nueva espiritualidad es la única manera de salir de la crisis por la que el mundo está pasando. El cambio del que hablamos no podrá surgir de ningún movimiento u organización sin una nueva mística social, sin una nueva espiritualidad que aliente e inspire un cambio esencial y verdadero. En otras palabras, el cambio sólo podrá surgir de lo que no es sistema.

¿Pero de quiénes surgirá esta nueva espiritualidad? Solamente de los seres humanos espirituales que puedan mostrar un nuevo rumbo después que el sistema deje de funcionar y deje lugar a algo nuevo. Y nuestra Obra común, lo que también estamos haciendo en conjunto, es convocar a todos esos seres humanos espirituales de todos los pueblos y culturas, de todas las ocupaciones, de todas edades y géneros, etc. Son quienes ya resuenan con la nueva sensibilidad naciente.

¿Y cómo es que hemos estado y estamos haciendo eso? Hacia el año 1998, el Movimiento Humanista había completado su formación. Desde 1962 hasta 1974, pasó por una etapa en la que uno de los objetivos principales fue reunir un grupo de individuos con suficientes elementos como para lograr que ese movimiento naciente se diferenciara del medio, haciéndose fuerte y creciendo. Fue llamada «etapa de minorías». De 1974 a 1986, el enfoque principal era formar equipos de personas, llamados «estructuras», que tuvieran mayor capacidad organizativa para la acción conjunta. Fue llamada «etapa de cuadros». Por último, de 1986 a 1998, el énfasis cambió a fin de suministrar a esas estructuras los medios y la experiencia mínimos como para influir sobre grandes números de personas. Fue llamada «etapa de masas». Fueron tres grandes etapas de 12 años cada una.

Después de 36 años de proceso, con gran desarrollo y una gran experiencia adquirida, el Movimiento Humanista se convirtió en un cuerpo completo con capacidad de llevar a cabo una amplia gama de actividades a escala mundial. Quedó así dotado de una organización, de una doctrina, y de organismos para la acción en campos específicos del quehacer social.

Luego que dicho proceso llegó a su síntesis en 1998, las palabras de Silo en Punta de Vacas el 4 de mayo de 1999 inauguraron una nueva etapa de lo nuestro y preanunciaron la nueva espiritualidad naciente. De allí en más, el Movimiento Humanista deberá avanzar expresando una nueva visión, una nueva sensibilidad, y una nueva espiritualidad en los campos específicos de lo político, lo social, lo cultural, etc.

Poco después, Silo puso en marcha otras dos nuevas expresiones de esa nueva espiritualidad que crearon una nueva “diferenciación” (en sentido metódico) para seguir avanzando en el proceso creciente de lo nuestro. Y esto lo hizo en base al desarrollo de aspectos que eran parte integral del surgimiento histórico de lo nuestro: el sentimiento religioso y los trabajos sobre la propia conciencia para el contacto con Lo Profundo. Si en el origen mismo de lo nuestro la “Arenga de la curación del sufrimiento” anunció nuestra Obra por el cambio social, “La Mirada Interna” anunció nuestra Obra por el cambio personal. Ambos términos siempre fueron considerados indisolubles y siempre estuvieron presentes, aunque por momentos se pusiera más el acento en uno que en otro.

Surge así La Comunidad de «El Mensaje de Silo» como expresión de la nueva espiritualidad. Esta fue lanzada en 2002, cuando fue publicado su libro: «El Mensaje de Silo». Expresa la nueva espiritualidad en una manera muy simple y concisa, pero con una mística muy fuerte y de gran proyección social. Esta nueva espiritualidad no se presenta de manera dogmática ni excluyendo credos o culturas, sino como terreno en común para todos los seres humanos. Se trata de un nuevo estilo de vida personal y social. Se trata de experiencias profundas que hacen aflorar lo mejor de uno mismo y de la relación con otros, y que luego son compartidas con todos sin distinción. Los aspectos organizativos y las formalidades son mínimos, permitiendo que millones participen con el grado de compromiso que deseen asumir. Todo el que así lo desee puede ser «Mensajero», difundiendo «El Mensaje de Silo» donde quiera y del modo en que lo considere adecuado.

Para aquel entonces, la Escuela ya había empezado a manifestarse con los trabajos iniciales de las Disciplinas. Aquellos que completaron estos trabajos se integraron a la Escuela, haciéndose así Maestros de sus respectivas Disciplinas. Inicialmente unos pocos, se fueron multiplicando hasta llegar a ser centenares en este momento en que estamos hablando. La Escuela es el ámbito que habilita para un acercamiento muy profundo y sistemático a los temas espirituales. Las experiencias y conocimientos de los Maestros son expresados a través de una inspiración profunda que impulsa su acción desinteresada hacia el mundo. También toma la forma de contribuciones escritas sobre temas muy variados, pero relacionadas con las posibilidades más elevadas de la conciencia humana y las direcciones más positivas y concientes para la vida personal y social. Aunque a veces las expresiones que usan podrían resultar muy abstractas o difíciles de aprehender por el ciudadano promedio, esos trabajos luego son traducidos en términos más sencillos de aferrar e implementados para beneficio de todos. Estos trabajos darán fundamento a la cultura de una nueva civilización.

En resumidas cuentas, esas tres expresiones de la nueva espiritualidad que se van definiendo a partir de 1999 surgen diferenciadas entre sí, pero se van relacionando cada vez más en una nueva etapa de 12 años. Hacia el 2010 ya aparecen como una nueva síntesis de proceso, convergiendo en una Obra mayor que las comprende, dándoles dirección y sentido.

Nuestra Obra común queda dotada de los elementos necesarios para ser el germen de la primera civilización planetaria en este nuevo salto evolutivo de la humanidad. La Escuela, como centro de gravedad desde el que irradia la traducción del contacto con lo Profundo, capaz de proveer significados, sentidos y respuestas que no provienen de las fuentes habituales de la conciencia. La Comunidad de “El Mensaje de Silo”, como expresión simple y profunda del sentimiento religioso capaz de inspirar universalmente a millones. El Movimiento Humanista, con sus organismos, como nuestra traducción e implementación ideológica y organizativa de esa nueva espiritualidad en diversos campos específicos del quehacer social. Aunque con características propias, no obstante su esencial identidad, estos tres se moverán ahora de manera sinérgica y convergente. Cada una de ellas es necesaria para la otra, y ninguna de ellas por sí sola podría lograr el objetivo común.

Esta síntesis de la que hablamos también se está expresando entre nuestros amigos, quienes expresan la nueva espiritualidad, conjugando en si mismos la acción por la transformación social en simultaneidad con el trabajo por la transformación personal.

Esas tres expresiones de la nueva espiritualidad tienen sus propios lugares para sus actividades específicas; pero también convergen en un lugar físico llamado «Parque de Estudio y Reflexión.» Los “Parques de Estudio y Reflexión” son muchos, y están diseminados por todo el mundo. Los amigos de la Escuela, de la Comunidad de «El Mensaje de Silo», y del Movimiento Humanista, encuentran en los Parques un lugar en común para sus reuniones, retiros, talleres, ceremonias, encuentros, etc.

No sólo los Parques funcionan como lugares apropiados para la expresión conjunta de la nueva espiritualidad; sino que están destinados a ser centros desde donde irradiar referencias y contribuciones positivas hacia el medio social circundante. Por ejemplo, una contribución positiva está representada por los trabajos de nivelación y de Disciplinas que fueron presentados a quienquiera en los Parques. Estos, así como los tres ámbitos de lo nuestro, marchan ya hacia una nueva etapa de descentralización y autonomía operativa sin precedentes.

Los movimientos y las organizaciones son subsidiarios del espíritu que les da dirección y las alienta. En tal sentido, no hay recurso organizativo que pueda suplantar la falta de calidad interna de sus integrantes. Así, lo nuestro sólo se desarrollará y cumplirá su cometido gracias a la existencia y desarrollo de la nueva espiritualidad. De lo contrario, quedará como un noble intento inconcluso. Cuanto más crezca todo lo nuestro en número y calidad; en particular, cuantas más personas tengan acceso a los trabajos de Escuela, más altas serán las probabilidades de poder hacer nuestro aporte durante esta transición crítica de la humanidad en su nueva etapa.

En otras palabras, a través de las diferentes expresiones y desarrollo de la nueva espiritualidad, intentamos demostrar una manera constructiva de apuntar hacia el mejor desenlace posible de la crisis actual. Intentamos convertirnos como conjunto en verdaderos guías espirituales de la humanidad. Y quizá basten algunos pocos para que con su conciencia fuertemente inspirada desde Lo Profundo se pueda dar un vuelco positivo de dirección a la Historia. Si lo conseguiremos y en qué medida, es algo que habrá que ver; pero en todo caso es una acción válida digna de ser intentada. Éste es nuestro objetivo general. No hay ningún otro plan aparte de esto. Este explica la importancia crucial de apoyar los Parques y los trabajos de Escuela, en particular, y de apoyar toda nuestra Obra en general.

Para finalizar, cabe señalar que todo esto constituye la Gran Obra de su fundador, Silo, guía espiritual de los nuevos tiempos.