Por el contrario, debió pasar estas casi dos semanas desde el devastador movimiento coordinando la necesaria ayuda, desplegando a los militares en las calles, decretando medidas de emergencia.

Difícil tarea para sus últimos días en La Moneda y sin embargo la ciudadanía ha sabido reconocer su inagotable esfuerzo, premiándola con la mantención de su ya consolidado contundente apoyo ciudadano, con más del 80% de aprobación.

No siempre tuvo ese nivel de adhesión. Después de una reñida elección, en la cual fuimos contrincantes, ganó en segunda vuelta al mismísimo Sebastián Piñera que asume como nuevo Presidente. Segunda vuelta en la cual ni los Humanistas ni otras fuerzas de izquierda que conformamos el pacto Juntos Podemos Más, le dimos nuestro apoyo. Coherentemente con lo anunciado durante la campaña electoral, votamos nulo en ese bollotage.

No tuvo un comienzo fácil su gobierno. Una temprana huelga de hambre de dirigentes mapuches se encontró con su indiferencia y mientras aquellos desfallecían después de casi 60 días sin alimentarse, ella se reunía con el rey de España, paradojal símbolo del trato a los pueblos originarios.

Pocos días después se desencadenó la más grande e importante movilización en nuestro país desde el retorno a la democracia. La revolución de los pingüinos, en la cual cientos de miles de estudiantes desafiaron al gobierno exigiendo un cambio estructural del sistema educacional chileno heredado de la dictadura de Pinochet. Lo más fantástico y novedoso fue la metodología utilizada por los jóvenes manifestantes, quienes desde un comienzo incorporaron la No Violencia Activa como metodología de acción y movilización. Gobierno y policías quedaron perplejos ante la respuesta de los estudiantes que, frente a la provocación y violenta represión, optaban por retroceder e instalarse en sus colegios y liceos, los cuales, para adicional sorpresa de todos, durante el paro fueron pintados y refaccionados por ellos mismos. Una nueva generación hacía su aparición en escena y el gobierno evidenciaba la incapacidad de comprender los nuevos tiempos.

Cuando sancionaron drásticamente con la expulsión a María Música, joven que en su impotencia y desesperación por un Sistema que no era capaz de escucharla, arrojó el agua de un jarrón a la ministra de Educación, la apoyamos abiertamente, dando la cara, como pocos, ante un episodio que nuevamente mostraba la total incomprensión de las autoridades hacia los jóvenes.

A los dos años de su gobierno, la Presidenta, pésimamente aconsejada, inauguró el Transantiago, sistema de transporte público que reemplazaría al antiguo y tradicional conocido como las “micros amarillas”. Fue sin duda el episodio más bochornoso de la administración que concluye. En un acto que refleja de cuerpo entero a quienes se sienten poseedores de “la verdad” y son incapaces de escuchar, se pretendió cambiar todo el sistema de transporte público de la capital en 24 horas. Se implementaron más de 200 recorridos, con más de 6000 buses, con cientos de paraderos, con nuevos sistema de pago, todo en un día. Por supuesto el caos fue total. Hay que decir sin embargo, en defensa de la Presidenta, que no fue ella sino que su antecesor, Ricardo Lagos, quien se empecinó en diseñar un sistema faraónico con el cual pretendía dar un paso más hacia su fastuosa concepción de modernidad. Fue ese mismo antecesor, tan aplaudido por la derecha económica, el que instauró el negociado de las millonarias concesiones de carreteras, el que despilfarró mil millones de dólares en la empresa de ferrocarriles, el que inauguró obras que nunca llegaron a existir.

Claramente, hay que decirlo, la Presidenta Bachelet hubo de lidiar permanentemente con la nefasta herencia de su soberbio antecesor.

Fue en ese momento cuando los humanistas implementamos la campaña “yo no pago”, en la cual se reivindicaba el derecho de los pasajeros a no pagar por un servicio de pésima calidad, que no cumplía con las normas mínimas de traslado de seres humanos.

A ese fracaso se sumó el verdadero boicot que desde hace ya meses le venía haciendo el mundo político tradicional. Al buen intento de la Presidenta de conformar un gobierno que se vincularía directamente con la ciudadanía, que prescindiría de las verdaderas mafias instaladas en las cúpulas políticas tradicionales, se le opuso la fuerza del “cartel machista”. Los viejos poderes instalados en la cúpula partidaria le hicieron la vida imposible.

Fue quizás el momento de mayor debilidad del gobierno de Bachelet. Fue entonces cuando, siendo oposición, de todos modos consideramos que era nuestro deber ayudarla, contribuir a que su gobierno concluyera bien. Luego de analizar la situación concluimos que el gran problema que enfrentaba la gobernante, más que de tipo político, correspondía a un rechazo machista hacia una Presidenta mujer. Decidimos entonces proponerle como solución, drástica pero única adecuada, que conformara un gabinete conformado solamente por mujeres. Coherentemente con la propuesta incluso estábamos disponibles para colaborar en ese armado si fuera necesario. Y así fue como pedimos audiencia, infructuosamente, durante casi un año. Nunca pudimos hacerle llegar nuestra propuesta que estamos seguros habría marcado un hito en la historia política nacional y mundial. Evidentemente el mismo “cartel mafioso” se blindó para impedirnos llegar hasta ella. Es el mismo cartel instalado como cúpula de la Concertación, que sin entender jamás su intento, siguió el camino de la corrupción y los intereses personales, que le terminó costando la continuidad en el poder.

Poco menos de un año antes de concluir su mandato, las circunstancias permitieron que pudiéramos restablecer un contacto con Michelle. Vale la pena detallar como se dieron las cosas. Durante un encuentro social en la embajada de Venezuela, en la que compartimos mesa con la madre de la Presidenta, tuvimos la oportunidad de exponerle sobre la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia que el Humanismo estaba comenzando a desarrollar. Fue inmediato su interés y eso derivó en un segundo encuentro en su departamento en el cual le solicitamos nos ayudara a hacer posible encontrarnos con Bachelet para exponerle sobre la Marcha. Doña Ángela Jeria, mujer comprometida y de palabra, hizo las gestiones del caso y en pocas semanas la Presidenta nos recibió.

Inmediatamente se convirtió en la primera gobernante en adherir a la Marcha Mundial. Pero no solo eso. Además grabó de inmediato un entusiasmante video en el cual convocaba a hombres y mujeres a sumarse a esta inédita iniciativa. Llamaba a todos los gobernantes de Latinoamérica a apoyar. Se comprometía no solo como Presidenta, sino como madre, mujer, doctora a hacer todo lo necesario para promover una cultura de la No Violencia.

Ofreció toda la ayuda necesaria para el buen éxito de la Marcha. Y cumplió. Reuniones con el coordinador mundial y luego con el equipo completo de marchantes. Apoyo de sus ministros para realizar actos y conciertos multitudinarios. Difusión en el canal estatal de televisión y en el metro. Apertura de sus embajadas y coordinación con Naciones Unidas y OEA. Todas gestiones que fueron posibles a partir de su decidido apoyo.

Finalmente, después de un comienzo distante cuatro años atrás, había sucedido que encontramos un campo de acción común, fuera de lo político, en el cual nos unían sueños y esperanzas.

Hoy concluye su gobierno. Concluye de un modo extraño, con el más alto respaldo que ha tenido un gobernante en Chile y sin embargo entregándole el poder al bando contrario; concluye en un país que se vanagloriaba de su modernidad y hoy sobrevive sacudido física y psicológicamente por un violento terremoto; concluye con nuevos derechos ganados para las mujeres y los pensionados y sin embargo con la población atemorizada de perderlos a la vuelta de la esquina.

Por mi parte, más allá de toda diferencia política, más allá de toda crítica vertida, la respeto y la valoro como mujer de buenas intenciones, comprometida por avanzar hacia una sociedad en la que hombres y mujeres puedan vivir mejor.