La paz entre israelíes y palestinos, no es algo que se puede lograr sólo entre palestinos e israelíes. Aquí se sintetizan los conflictos entre Occidente y el Islam y por tanto es necesaria la concurrencia de todos para lograr dos estados libres e independientes.

En un mundo interconectado, multicultural en que el ser humano toma conciencia de su universalidad, es posible encontrar respuestas nuevas y creativas y derrumbar los muros que por siglos han impedido el acercamiento y el progreso humano.

Las armas nucleares amenazan a la humanidad, un conflicto entre pueblos puede arrastrarnos a una catástrofe mundial. Esto pone urgencia para apoyar a que palestinos e israelíes a construyan una paz verdadera. La violencia no nos da paz ni seguridad, ni es un ejemplo para las generaciones venideras. La paz es una decisión de los pueblos y debe ser una exigencia a los propios gobiernos para que la construyan.

Hay mujeres y hombres valientes, israelíes y palestinos, que buscan construir la paz a través de la no violencia y se encuentran en una moral común que pone como máximo valor al ser humano. La Marcha Mundial entregó su mensaje a ambos lados de la frontera, y si bien no ha podido derribar el muro que los separa, ha permitido expresar un compromiso de lucha por la Paz a través de la No Violencia.

Jerusalén que pareciera ser la piedra de tope para resolver este problema, podría convertirse en la clave de la solución. Lograr un acuerdo por un nuevo tipo de soberanía de Jerusalén, en cuya reflexión participen distintas interpretaciones del judaísmo, del islamismo y del cristianismo, así como otras creencias o culturas que han arraigado en Occidente, puede convertirse en un efecto demostración de tolerancia y sentar las bases de un estado palestino libre. Además podría encontrarse allí el método para poner la primera piedra de una civilización planetaria, cada vez más necesaria para salvaguarda de la humanidad.