*por Ignacio Ramonet*

Con inmenso gozo recibieron la noticia del golpe de Estado en Honduras los grupos conservadores del mundo y sus propagandistas habituales.

Aunque éstos criticaron retóricamente el golpe, avalaron y justificaron los argumentos de los golpistas, repitiendo que “el presidente Manuel Zelaya había incurrido en múltiples violaciones de la Constitución al querer organizar un referéndum para mantenerse en el poder”.

**Consulta no vinculante**

Tales afirmaciones son falsas. El Presidente Zelaya no vulneró un solo artículo de la Constitución. Ni organizó ningún referéndum. Ni deseaba prolongar su mandato que termina el 27 de enero de 2010. Su intención era organizar una consulta, no vinculante (es decir un simple sondeo o una encuesta de opinión), preguntándole a los ciudadanos: “¿Está usted de acuerdo que, en las elecciones generales de noviembre de 2009, se instale una cuarta urna para decidir sobre la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que emita una nueva Constitución de la República?”.

O sea, se trataba de una pregunta sobre la eventualidad de hacer otra pregunta. Ningún artículo de la Constitución de Honduras le prohíbe al presidente la posibilidad de consultar al pueblo soberano.
Es más, suponiendo que una mayoría de hondureños hubiese contestado positivamente a esa demanda, la “cuarta urna” sólo se hubiese instalado el 29 de noviembre de 2009, día de la elección presidencial, a la cual – en virtud de la Constitución vigente – Manuel Zelaya no puede de ningún modo presentarse.

**“República bananera”**

Entonces, ¿por qué se dio el golpe ? Porque Honduras sigue siendo la “propiedad” de una quincena de familias acaudaladas que lo controlan todo : poderes ejecutivo, legislativo y judicial, principales recursos económicos, jerarquía de la Iglesia católica, medios masivos de comunicación y Fuerzas Armadas. La mayoría de sus gobiernos han sido tan corruptos y tan sumisos a los intereses de las empresas extranjeras que, para designar Honduras, el humorista estadounidense O. Henry acuñó el término “República bananera”.

En 1929, queriendo explicar lo fácil que era comprar a un congresista, Samuel Zamurray, alias Banana Sam, presidente de la Cuyamel Fruit, empresa rival de la United Fruit, afirmó : “Un diputado en Honduras cuesta menos que una mula”. Al final de los años 80, el presidente José Azcona del Hoyo admitió el sometimiento de Honduras a la estrategia de Estados Unidos confesando: “Un país tan pequeño como Honduras no puede permitirse el lujo de tener dignidad”. Y un grupo de empresarios llegó a proponer que pasara a convertirse en un Estado Libre Asociado de Estados Unidos, como Puerto Rico…

**Dependencia absoluta de EE.UU.**

La relación económica con la gran potencia norteamericana es de dependencia casi absoluta; hacia allí van el 70% de sus exportaciones (plátanos, café y azúcar), y de allí llegan unos 3 mil millones de dólares que envían a sus familias 800.000 hondureños emigrados. Y el capital principal (40%) de las fábricas maquiladoras (de mano de obra barata) en zonas francas es estadounidense.

Hace 30 años, al vencer la revolución sandinista en Nicaragua, Washington decidió convertir Honduras en una suerte de portaaviones para combatir militarmente a las guerrillas revolucionarias en Guatemala y El Salvador, y apoyar a la “Contra” antisandinista. Una de las primeras medidas consistió en implantar una “democracia controlada” en Tegucigalpa. En 1980, hubo por primera vez “elecciones libres”; un año después fue elegido Roberto Suazo Córdova, quien dio paso a una era siniestra de terror, “escuadrones de la muerte”, “desapariciones” y eliminación de activistas de izquierda. En tales circunstancias se promulgó la Constitución de 1982, actualmente vigente.

**Reparto desigual**

Una Constitución redactada por los principales grupos económicos que desean mantener para siempre a su favor uno de los repartos de riqueza más inequitativos del mundo, con 60% de los habitantes por debajo de la línea de pobreza y más de un tercio por debajo de la línea de indigencia. Un país empobrecido, en el que la tasa de desempleo se sitúa en torno al 30%.

Eso es lo que ha querido transformar el Presidente Manuel Zelaya. Perteneciente a una de las grandes familias latifundistas de Honduras y miembro del Partido Liberal, el mandatario trató de reducir las desigualdades. Aumentó el salario mínimo en un 50% ; detuvo la privatización de empresas públicas (energía eléctrica, puertos, sistema de salud) y se pronunció a favor de una mayor participación ciudadana en las políticas públicas. Y esto, aún antes de acudir a Petrocaribe en 2007 y de integrar el ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) en 2008.

**Oligarquía escandalizada**

La poderosa oligarquía se escandalizó y trató a Zelaya de “traidor a su clase”. Sin embargo, él afirma: “Yo pensé hacer los cambios desde dentro del esquema neoliberal. Pero los ricos no ceden un penique. (…) Todo lo quieren para ellos. Entonces, lógicamente, para hacer cambios hay que incorporar al pueblo”.

El itinerario intelectual de Manuel Zelaya y su “conversión” a una concepción progresista de la sociedad son ejemplares. En el ejercicio del poder, constata que “el Estado burgués lo componen las élites económicas. Están en las cúpulas de los ejércitos, de los partidos, de los jueces; y ese Estado burgués se siente vulnerado cuando yo empiezo a proponer que el pueblo tenga voz y voto”. Y viene a descubrir esta idea revolucionaria: “La pobreza no se acabará hasta que las leyes no las hagan los pobres”.

**La hora de los pueblos**

Es mucho más de lo que pueden soportar los “dueños” de Honduras. Con el apoyo de viejos “halcones” estadounidenses – John Negroponte, Otto Reich – traman entonces el golpe del 28 de junio que ejecutan las fuerzas armadas. Todas las cancillerías del mundo lo han condenado. Porque la época de los “gorilas” ya acabó. Ha llegado la hora de los pueblos.

*Ignacio Ramonet es director de «Le Monde diplomatique en español»*