¡Era un temblor de tierra! Mi corazón se disparó. ¿Qué debía hacer? Acababa de despuntar el día. Miré por la ventana y no vi a nadie saliendo de sus apartamentos; abrí la puerta y escuché voces en los apartamentos contiguos. Después llamé a mi hermano, que seguía durmiendo y no quiso levantarse; más tarde me explicó que ese tipo de temblor es relativamente normal. Pero no fue del todo así. El terremoto de ayer, 11 de agosto, alcanzó los 6,5 grados en la escala Richter y tuvo su epicentro en Shizuoka, en la provincia vecina de Aichi, donde estábamos.

Pasado el susto fui a la estación de tren para continuar finalmente hasta Tokio, mi última etapa del viaje. Cuando llegué a la estación de Nagoya para tomar el tren-bala (shinkansen), todo estaba parado; los funcionarios gritaban y corrían de un lado a otro, intentando informar a los pasajeros. Al principio, todos estaban un poco impacientes, pues iban a llegar tarde a sus compromisos laborales; pensé que era muy difícil para los japoneses afrontar el retraso de los trenes y llegar tarde al trabajo, pero luego empezaron a llamar por teléfono móvil para avisar de que llegarían con retraso.

En la estación, las televisiones anunciaban ya los problemas causados por el temblor de tierra. Más de cien heridos. Además, tifones e inundaciones amenazaban algunas regiones. Resultado: los shinkansen permanecieron dos horas parados.

Yo también iba a llegar con bastante retraso a mi compromiso en Tokio. Pero no se puede luchar contra la fuerza tan poderosa de la naturaleza. Ni la puntualidad ni la organización japonesas podían hacer nada. Cuando los trenes volvieron a circular, todavía lo hacían con bastante lentitud en el trayecto a la capital. Observé que había mucha lluvia y viento. Un viaje que dura generalmente tres horas, se retrasó el doble.

Después supe que el terremoto había sido bastante fuerte; el mayor temblor de tierra de la región de Shizuoka desde 1944. Fue tan intenso que se paralizaron dos reactores nucleares por el temblor. Solo me faltaba eso: que hubiese ocurrido algún accidente nuclear justamente cuando estamos en Japón para participar de las ceremonias de conmemoración de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Suerte que no ocurrió nada más grave.

**El editor de Pressenza, Alexandre Sammogini, ha sido invitado por las prefecturas de Hiroshima y Nagasaki a la ceremonia en memoria de las víctimas de la bomba atómica. El día 5 de agosto, el periodista participó en un acto simbólico en el que se encendió una antorcha de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia.**

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*(Traducción del portugués al español: Pilar Royo)*