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«Que fácil es no ver, qué fácil no escuchar mientras te encandila la comodidad».

Aztecas Tupro – El fuego

Un ojo no supo ver lo que veía el otro, ángulos cerrados, un país de ciegos.

Así me siento después del resultado electoral del domingo. Y no hay unos más ciegos que otros, todos hemos estado ciegos. Ciegos a lo que le pasaba al otro, ciegos a lo que le pasaba a la patria, cegados por una cortina de mentiras mediáticas, cegados por fanatismos, por orejeras, por mecanismos de autodefensas.

Cegados de poder, cegados de capacidad de consumo, cegados de individualismo o cegados de odio. Pero anduvimos todos sin bastones, chocándonos entre nosotros sin entender por dónde estaba la salida.

Un ojo quedó encandilado por el reflejo de los reflectores de la fiesta, por el humo colores, el otro por haber encontrado un depositario para todas las esperanzas. La llegada de salvadores no permite ver el bosque.

Estamos ciegos si pensamos que los que eligieron A o B ahora tienen que probar su medicina. Estamos ciegos si pensamos que ahora se acabaron los acomodos y los vagos se van a tener que poner a trabajar. Estamos ciegos si pensamos que los porcentajes del domingo avalan a dos candidatos, a dos modelos, a dos construcciones políticas. Ni siquiera al 54% de CFK se lo supo contener, formar, escuchar, persuadir. Y no me refiero a CFK, me refiero a todos los organismos del Estado y todas las redes de contención que forman la militancia. Se apostó a disputar el poder real, combatir los dragones, aun a riesgo de convertirse en dragón. Y no se mantuvo lo suficientemente informada a la gente, lo suficientemente esclarecida. Quizás no era la prioridad de la gente esa disputa. Y tendríamos que haber sabido interpretar o haber sabido convencer.

Solo un ojo que no ve puede pensar que la mayoría de los argentinos son cretinos. Haylos, pero más que cretinos, hay temerosos, hay desinformados, hay gente que necesita canalizar sus frustraciones.

Es de ciegos pensar que no se pueden construir tejidos de solidaridad y de economías alternativos que nos permitan sortear el temporal, por no estar en el gobierno. Es de ciegos pensar que de esta vamos a poder salir solos.

No pienso que sea la militancia la solución de todos los males, porque sería igual de necio. Porque la militancia no es buena en sí misma, depende de los valores que se defiendan, del modo en que nos tratemos, de si crecemos en alegría o en desazón.

Pero los ámbitos de militancia suelen ser espacios de contención, de reflexión, de ayuda al prójimo, de combate al individualismo y al abandono. Como lo son las iglesias de muchas congregaciones, los clubes de barrio o algunas oenegés.

Estamos ciegos si pensamos que el bienestar económico redunda en una mejor actitud frente al prójimo, en un respeto, aprecio y comprensión de los contextos en los que esas situaciones se dan. No, acaparar es un camino de encierro. Es de una vía, unidireccional, del mundo hacia mí, de garra apretada que no suelta la presa. Hay mucho para trabajar ahí.

Es de una profunda ceguera repetir las consignas sin analizarlas, vengan del líder, del referente o vengan de las celebrities de la televisión, sean showmans, médicos o periodistas residuales. Sin mirada crítica estamos ciegos. Y sería muy grave que además de ciegos, ahora nos volvamos sordos.