Luego de haber pasado el fin de semana en Sol respirando aires de libertad,de revolución del corazón. Es indignación lo que se siente frente a un acontecimiento tan lamentable como este:

Testigo de la existencia clara de dos bandos en esta revolución:

-Los que defienden la libertad, el amor y la humanidad.

-Las minorías que se posicionan en antiguos esquemas feudales de señorío, para seguir manteniendo un poder opresor y encerrar al resto de la humanidad en una cloaca.

A mi regreso de viaje pude comprobar como sigue existiendo la falta de coherencia en las personas que ejercen ciertos puestos de responsabilidad, como en el caso de los puestos de taquilla del metro.

Efectivamente este 25 de julio por la mañana en la Estación de Manuel Becerra de Madrid , presencié como la señorita desde su puesto de taquillera ejercía abuso de poder hacia una ciudadana española que regresaba al extranjero, a la cual impedía el paso de manera categórica.

Aqui los intercambios que se lanzaron:

Ciudadana española: Por favor, ¿podría pasar? Qyer me robaron la cartera en Sol y denuncié el hechom pero me quitaron las tarjetas y todo el dinero. Dentro de dos horas necesito embarcar en el aeropuerto y no me queda ni siquiera un euro para pagar el billete de metro, ni para ir a Sol donde seguramente me darían un plato de comida sin pedirme nada a cambio.

Taquillera: Lo siento pero no la puedo dejar pasar, señora.

C.E.: Pero, ¿usted no comprende, señorita, que realmente necesito partir, que no me puedo quedar en Manuel Becerra?

Taquillera: Usted debe comprender también,que yo no la puedo dejar pasar sin billete después de decírmelo.

C.E.: ¿Qué puedo hacerm entonces?

Taquillera: No lo sém pero no la puedo dejar viajar sin billete.

C.E.: ¿No entendió la gravedad del asunto? No he comido y usted no me deja llegar a Sol: no puedo caminar, tengo el pie lastimado, no tengo ni un euro y necesito tomar ese avión para regresar donde vivo y trabajo. ¡No me puedo quedar en Madrid!

Taquillera: Usted no me entendió, no la puedo dejar pasar.

C.E.: No me queda otra alternativa que pasar, no puedo perder ese vuelo.

Taquillera: Si usted lo hace, yo tendré que llamar a seguridad.

La ciudadana española con las lágrimas en los ojos traspasó la puerta hacia el metro.

La taquillera con el vigilante intentaron alcanzarla pero no lo lograron.

Esta situacion refleja la adhesión ciega o absoluta de ciertas personas a las «normas despersonalizadas», sometiendo terceros a un sufrimiento inútil y cruel.

¿Tan importante es un EURO para impedirle a una persona de llegar a su destino?

¿Está ese EURO por encima del hambre de las personas?

¿Está ese EURO conduciendo las personas a abusar de su puesto para someter a otros a situaciones tan lamentables?

¿Está ese EURO conduciendo la vigilancia hacia un desplazamiento, hacia lugares donde no es necesario?

¿Acaso no estamos comprobando que quienes necesitan vigilancia hoy son los grupos bancarios que nos están estafando o desahuciando familias enteras dejándolas en la calle sin nada?

Este tipo de situaciones son las que llevan a las personas a caer en el abismo de la precariedad humana quitándoles toda dignidad, incluyendo el derecho de comer y tener un techo donde dormir.

¿Hasta qué punto esa minoría va a seguir hostigando a los seres «sensibles y humanos» para convertirlos en «desechos de la sociedad» totalmente deshumanizados, en hombres modernos, hombres sin alma?

A estos infelices que proyectan su amargura sobre los seres más sensibles, aplastándolos hasta destruirlos o transformándolos por la fuerza a pesar de ellos, en esa forma irracional del ser humano del siglo XX llamado tambien: el «Hombre–robot», yo les pido que dejen ya de restarle a los seres humanos la expresión de su sensibilidad y de su capacidad de pensar por sí mismos y trabajen en el modo de conseguir ser más humanos.