El 2 de octubre, aniversario del nacimiento del Mahatma Gandhi, ese gran mensajero universal de la Paz, en el planeta tierra se van a dar las manos personas de todos los países, hombres, mujeres, niños, ancianos; personas de todos los colores, de todas las creencias religiosas estarán unidas con el objetivo de la lucha por la Paz. Hace milenios que la humanidad se divide, se destruye en guerras. La última guerra mundial costó sesenta millones de vidas humanas y dejó marcas profundas en cada uno de nuestros países hasta hoy.
Como resultado de esa violencia del holocausto, el día 2 de diciembre de 1948, por primera vez la humanidad lanzó un programa para la paz: la Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece en 30 ítems un guión para vivir todos juntos como parte de una misma familia, de una misma comunidad humana en todo el planeta. Y para eso es indispensable que en cada país sean aseguradas las condiciones de igualdad, de libertad, del derecho al trabajo, remuneración digna, de educación, de salud, casa y la celebración de la convivencia en la diversidad.

Qué bueno que tengamos creencias diferentes, opciones diferentes, orientaciones diferentes. Qué bueno que seamos diferentes hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos. La belleza de la vida humana está en esa diversidad y en la capacidad de respetarnos los unos a los otros.
En ese sentido, Brasil y el gobierno del presidente Lula tiene todo el interés y el empeño para que la Marcha establezca un compromiso nuevo: para que el mundo deje de tener guerras definitivamente. Y que los cañones, los fusiles, las balas, todas las armas sean reemplazadas por el diálogo, por la palabra, por la capacidad de trabajar nuestras diferencias, nuestras disputas, dentro de la regla común: de que nadie luchará para eliminar al adversario, al rival, al interlocutor, al oponente.

En la democracia encontramos la legitimidad del consenso. La sociedad tiene diferencias, tiene disputas, tiene injusticias que necesitan ser resueltas, tiene actitudes de violencia que requieren ser erradicadas. Pero, eso no debe ser hecho por el camino de la violencia y sí por el camino de la comprensión, del diálogo y de la presión de la no violencia activa. Que eso entusiasme al mundo y que cada vez más, transforme las fuerzas armadas en ejércitos de la solidaridad humana en la construcción de caminos para unir a los pueblos para asegurar la educación, alimentos para todos, en una integración en que el mundo aprenderá a vivir bien en el cosmos, en el espacio universal.
Y acabar al mismo tiempo toda acción depredadora sobre el planeta que amenaza con la extinción, incluso de toda la especie humana.

* Ministro de la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno de Lula.

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