Por Cristián Opaso

Tras leer recientemente las palabras de Joaquín Arduengo, éstas me quedaron rondando la conciencia, con una curiosa mezcla de desazón y esperanza. Pero , ¿qué dice que me hace tanto pensar?, decíame yo.

Dada su sabiduría, se las repito y las comento, muy brevemente, intentando calmar mi desazón.

Todo es desastre y pérdida.

¿Qué guarda oculto el incierto futuro?

¿Alzaremos la mirada para definir lo que queremos?

¿O viviremos sometidos?

Hay que rescatar al «nosotros» del olvido

Hay que mirar a los ojos de la tragedia.

Ella no está en los árboles, ni el fuego

Está en la estupidez

Está en la mentira

¡Levanta guerrero tus ojos!

¡Cómo me pegaron esas primeras palabras!, a mí, entre aterrado y espantado -o mas bien ambas- en mi casa del centro sur chileno, en llamas ya hace más de una semana y viendo por internet las noticias de cómo el payaso del norte comienza a intentar implementar sus locuras.

Pero como es eso, decíame luego, ¿de alzar la mirada, de rehusar seguir viviendo sometido? ¿Que mierda tengo yo que ver esos incendios? ¿Cuándo los he querido, ni decidido vivir por ellos sometido?

Pero, pensándolo no sé cuántas veces, y ya cuando recordé que se me sugiría también mirar de frente y pensar que la tragedia estaba más allá de los árboles y el fuego -y tras insinuarse la necesidad de acordárnos de la palabra nosotros- me comenzó todo a hacer sentido.

Claro, ¡La estupidez y la mentira!

La estupidez de plantar millones de hectáreas de monocultivo de pinos y eucaliptus y no medir sus consecuencias.

La estupidez de gastar millones de dólares en armamentos para combatir la paranoia de los militares (y aumentar los bolsillos de los comerciantes de armas) y no en aviones para apagar incendios.

La mentira de pensar que podemos ayudar sólamente entregando unas migajas a las víctimas, sin cambiar las razones de fondo que estimulan la tragedia.

La mentira de pensar que la tragedia comenzó recién, cuando la sequía generalizada provocada pór las plantaciones, comenzó por lo menos una década.

Pero nuestro amigo Joaquín se refiere también -me parece- a otras estupidezes y mentiras, aún más cercanas a casa. Por eso nos intenta recordar eso de “nosotros” y por eso nos insta a nosotros, que nos gusta considerarnos guerreros, a recordar lo que queremos, a mirar de frente y ¡a alzar la mirada!

Querer profundamente superar la mentira de pensar que no podemos organizarnos colectivamente para combatir con medidas de fondo los incendios que vislumbramos en el futuro.

Querer superar la mentira de pensar que la fuerza bruta, el racismo y el patrotismo barato de un multimillonario no pueden ser resistidos y superados.

Querer superar la mentira de pensar que yo nada puedo hacer, o que muy poco, que es igual.

Tarea guerrera que están cumpliendo los miles de voluntarios que combaten con lo que pueden el fuego de los árboles y del egoísmo, mientras en la parte norte del continente miles de norteamercianos dicen basta y paralizan uno de los principales aeropuertos del mundo para decirle no a la discrimación y la injusticia.

Si pues, guerrero/a que me escuchas: la verdad es que tú, estés donde estés, puedes mirar la tragedia alrededor (y adentro) y con cariño levantar tu mirada más allá de esas llamas, sabiendo y actuando a ciencia cierta, de que hay vida más allá de las tragedias, del sufrimiento, y de la muerte.

Gracias Joaquín.

Arriba guerreros. ¡Somos muchos/as! ¡Somos el futuro!