La política despertó. Y entonces empezó lo complicado.

Por Juan Luis Sánchez

“Dormíamos, despertamos”. Y llevamos cinco años en vela. Con los ojos muy abiertos para no perder detalle del día más largo, agotados pero frenéticos. Han pasado tantas cosas que a una generación le ocurren normalmente en 10 o 20 años. Solo han pasado cinco.

A simple vista, hay una relación evidente entre los nuevos partidos y el 15M. Incluso para muchos hay hasta una equivalencia entre Podemos, las confluencias y el 15M. ¿Es realmente así? ¿Qué debates está suscitando la nueva relación entre activistas y partidos? Vamos a intentar hacer un viaje rápido por algunos detalles de estos cinco años de relación entre el 15M y la política institucional.

Así comenzó la acampada de Sol

España era, hasta el día antes del 15M, un país que no se cuestionaba el poder de los bancos. Un país donde perder la casa y conservar la deuda por no poder pagar la hipoteca era lo normal, lo que es de sentido común. La palabra “transparencia” no estaba en el vocabulario político y menos en ninguna ley, retrasadas y escondidas por los cajones de Moncloa. Tampoco “regeneración”, “participación”, “democracia real”.

Era un país donde las primarias en los grandes partidos se habían enterrado. Donde participar era, básicamente, votar cada cuatro años y poco más. Donde la única política ocurría dentro del Congreso, y con eso había que conformarse. Donde las redes sociales era cosa de gurús, un mundo “virtual” lejos de la vida real y de la lucha real, la de la izquierda de toda la vida, que por supuesto debía hacerse “en la calle”.

España, 14 de mayo de 2011

17m. Resumen del streaming de la primera noche masiva en Sol.

España, el 14 de mayo de 2011, era un país donde cuestionar el aforamiento era demagogia. Donde señalar los privilegios fiscales o los beneficios del Ibex35 era demagogia. Donde hablar de pobreza era demagogia. Donde hablar de fallos en el sistema era demagogia.

El 14 de mayo de 2011 España era un país de cartón, que repetía “la democracia que nos hemos dado”, “en nuestro Estado de derecho”, “donde hay que hablar es en las urnas”, “en defensa de la Constitución”, “respetando el espíritu de la Transición” o “pacto de Estado” como expresiones-comodín que buscaban cargar de razón argumentos que ya no conectaban como antes con la sociedad.

Cospedal debe estar muy arrepentida de estas palabras de 2012.

Siempre hubo voces críticas, claro. Por muchas razones, no estaban estructuradas como mayoritarias. También hay una prehistoria social del 15M, pistas de que una nueva generación de activismo apartidista sabía congregarse para momentos concretos: Nunca Mais, No a la Guerra, organizaciones de defensa de los derechos humanos, el activismo digital, la tecnopolítica y Wikileaks… Pero lo cierto es que hasta el 15 de mayo de 2011, esas voces eran marginadas, despreciadas intelectualmente, adjudicadas a minorías. “Frikis”. “Antisistema”. “Perroflautas”.

Prehistoria: protestas tras los atentados del 11M. “Que no nos representan”, se oye de fondo.

No hay que irse a los extremos mediáticos que uno ya sabe que van a criticar al 15M. Es más útil para entender en qué sociedad vivíamos acudir a la hemeroteca de los espacios más neutros o progresistas. Un ejemplo de la desconexión entre la élite y la sociedad se escuchó en una tertulia matinal de RNE, y no en la RNE de hoy sino en la RNE que pasaba por su mejor momento de audiencia, prestigio e independencia.

Tertulia sobre el 15M

No era un caso aislado. Cuesta creerlo cinco años después, pero el tono general del sentido común, de la opinión publicada era esa. Desconcierto, miopía y un miedo paradójico a que las manifestaciones condicionaran la campaña electoral, como si la campaña electoral fuera algo que no tiene que ver con los ciudadanos sino que es un juego entre partidos y medios donde cualquier interferencia es “peligrosa”. Como se oyó esa mañana, los más respetados analistas españoles podían permitirse decir que “lo que es intolerable es que haya una acampada en la Puerta de Sol” como primera y casi única reacción. “Lo que tienen que hacer es ir a votar, cosa que no van a hacer este tipo de joven que tenemos”.

Todo eso cambió tras el 15M. Y precisamente por “ese tipo de joven que tenemos”.

La protesta era también contra los medios

Nuevos políticos sin partidos

Siempre decimos que el 15M no es un sujeto político, es decir que no hay nadie tomando decisiones. Porque el 15M no es alguien sino algo. Pero tampoco es riguroso el mito de que “en el 15M no hay líderes” y que las cosas sucedían espontáneamente o siempre por asamblea. En el 15M no había jerarquías pero sí había liderazgos. No había caras visibles pero sí había vanguardia.

Diferentes grupos, diferentes estrategias

A lo largo de los primeros días de acampadas, varios grupos fueron construyendo una legitimidad indiscutible a través de dar ejemplo de honestidad activista, generosidad, renuncia al protagonismo y, también, una capacidad para la estrategia y la intensidad política con la que supieron dar salida a sus propuestas combinando un manejo magistral de la comunicación, las asambleas y los grupos de trabajo.

15 de junio. Primer desahucio parado por la PAH en Madrid

Empiezan a nacer o crecer proyectos en todo el país: PAH, 15MPaRato, DRY, Juventud Sin Futuro, Legal Sol, Tanquem els CIEs, Graba tu pleno, Qué hacen los diputados, Cuentas claras, Oficina precaria, Bookcamping, Iaioflautas, Solfónica, ÁgoraSol, Observatorio Ciudadano Municipal, 15MPedia, 25S, NoSomosDelito, los centros sociales como el Patio Maravillas de Madrid o La Casa Casa Invisible de Málaga, luego las mareas… Muchos más.

Todo esto antes era campo. Una de las muchas versiones del mapa de proyectos 15M.

Esa energía se contagió progresivamente a organizaciones no tan directamente vinculadas al 15M como Access Info, Civio, Goteo, Actuable o grupos feministas, a publicaciones como Periodismo Humano, La Marea, Carne Cruda, Píkara, Diagonal, La Tuerka, a nuevos líderes de opinión e información en redes sociales. Aparecen nuevos medios como eldiario.es donde una nueva generación puede explicarse bien y entenderse. Muchas ONG se ponen las pilas. Partidos como IU, Equo y hasta UPyD dicen representar lo que las calles reclaman.

15MPaRato ha puesto contra las cuerdas a Rato y Blesa

Esa nueva fuerza y talento político concentra la atención mediática que antes tenían acampadas y protestas. Los periodistas hacemos seguimiento de la evolución de estos grupos, que van sofisticando sus campañas. Acciones legales, estrategias políticas, asistencia social, recogida de firmas, lobby, conquista de los medios de comunicación. Una pelea por “el relato” tan potente, tanto mejor que la de los partidos políticos, tan bien situada, que enamora a los medios, antes vistos como enemigos del activista. Una revista del corazón regaló pegatinas de la PAH y eso debe ser la hegemonía.

Compra Pronto y llévate pegatinas de la PAH

Un mantra del 15M decía “no hay que fomentar el protagonismo de nadie” pero inevitablemente el juego mediático y las redes sociales convierten en más accesibles a determinadas personas: Ada Colau, Guillermo Zapata, Simona Levi, Pablo Soto, Stéphane Grueso, Fabio Gándara, Francisco Jurado, Gala Pin, Gerardo Pisarello, Rafael Mayoral… Alrededor de esos nombres hay otros con mucho músculo para empujar varios procesos a la vez: Marta G. Franco, Mario Munera, Susana Sanz, Miguel Arana, Javier Toret, Miguel Ongil, Ramón Espinar… Son solo un puñado de nombres de los muchos que no trataban de representar al 15M pero sí articular su herencia en diferentes direcciones. Son nuevos políticos sin partido.

Reunión de varios grupos del 15M con diputados alemanes. 2012. A otros grupos no les sentó bien.

Empieza 2013 y no hay semana en la que la televisión no lleve las movilizaciones a su prime time. Los videoperiodistas que graban cargas policiales se convierten en los reporteros del momento. Se emiten desahucios en directo en programas matinales. Y casi todas las cadenas quieren contar con la presencia por ejemplo de Ada Colau o Alberto Garzón, el primer político con partido impulsado al calor del 15M a pesar de su propia organización. Casi nadie conoce todavía a Pablo Iglesias.

Ada Colau en El Gran Debate de Telecinco. El programa fue cancelado en verano entre presiones del gobierno.

Estos nuevos personajes daban audiencia, generaban un clima contundente de opinión pública, pero increíblemente no se producía ningún cambio significativo en las instituciones. Tampoco en los grandes partidos de la oposición. El PSOE cambiaba a la generación de Zapatero por la de Rubalcaba; Izquierda Unida creía que Willy Meyer era su mejor apuesta para las elecciones europeas y José Luis Centella su mejor portavoz parlamentario.

Primera aparición de Alberto Garzón en televisión (TVE)

Más allá de eso, lo que pasó fue que el sistema supo resistir la presión. Ni la crisis, ni la corrupción, ni los desahucios, ni arriesgarse a rodear el Congreso, ni la reacción en mareas a los recortes, ni los rescates. Ni con el CIS señalando que una enorme mayoría ciudadana reclamaba lo que el 15M representaba. El Gobierno no reaccionaba. Los activistas de esa vanguardia se agotaban. Los que seguían fuerza para seguir, muchas veces a costa de caer en la precariedad personal absoluta, se encerraban sin darse cuenta en mundos cada vez más aislados y autorreferenciales.

Manifestación ‘Rodea el Congreso – 25S’ en 2012

Montar un partido

Entonces pararon. Y algunos pensaron que ante la sordera y la ceguera del gobierno, lo llamaron “bloqueo institucional”, no estaba quedando más remedio que hacer lo que muchas veces se juraron no hacer porque la política debe ser más que eso. Decidieron presentarse a las elecciones. A su pesar.

Bloqueo

Este es el momento donde se produce el salto, un salto lento. Desde diferentes ciudades, empiezan a surgir marcas independientes entre sí pero relacionadas. Aparece el Partido X, del núcleo liderado desde Barcelona por Simona Levi, que también impulsaba 15MPaRato; o En Red, impulsado por activistas madrileños vinculados al Patio Maravillas. Muchos periodistas les prestamos atención porque llevamos ya tiempo suguiéndoles con la mirada; conocemos su capacidad porque son fuentes habituales. Tenemos su teléfono y tienen el nuestro. El monotema entre esos activistas y los periodistas que suelen seguir sus pasos empieza a ser este: partidos, elecciones, plazos, qué van a hacer de manera diferente para que sea algo conectado a la sociedad y no un partido como otros. Grupos de trabajo, métodos de primarias, documentos marco, asambleas, desacuerdos, negociaciones.

Ilustración de Miguel Brieva para Carta por la Democracia, un texto de partida sobre la apuesta electoral

Aquí podemos identificar otro fenómeno interesante del universo 15M: todo el mundo cree que el 15M le da la razón. Es decir, durante años ha habido trabajando simultáneamente decenas de grupos que estaban seguros de que el 15M era algo incompatible con lo que pensaba el grupo de al lado. Era fácil escuchar a militantes de izquierda decir que el 15M, aunque no quisiera decirlo, era de izquierdas y abogaba por lo que la izquierda tradicionalmente pide. A la vez, podías encontrar asambleas convencidas de que el 15M era anarquista y que de ahí el “no nos representan”. Otros matizaban: más bien autonomista, que promueve la autogestión. Ciudadanistas. Populistas. Podríamos dar una buena lista de nombres de promotores del 15M que en realidad defienden ideales liberales y otra lista de comisiones temáticas donde las conclusiones eran compatibles con la socialdemocracia. Había mucha inspiración en el software libre que a veces eran antagónicos con los del espíritu asambleario.

Noche minera en Madrid

El 15M lo amparaba casi todo porque en realidad era un motor y uno una idea. Lo que provocó esa pluralidad es que grupos muy diferentes tomaran caminos muy diferentes entre sí, pero sintiéndose respaldados por las esencias quincemayistas. Eso hacía que para visibilizar sus acciones, todos esos grupos post15M, de una manera u otra, jugaran con la legitimidad del 15M para darse valor. Cada uno arrimaba el 15M a su sardina. Esto se convierte en especialmente delicado con los partidos que tienen militantes o dirigentes en grupos del 15M: los que están dentro de los partidos se sienten inspirados por el 15M y lo explicitan; los que están fuera no quieren que se use electoralmente el 15M, pero apelan a él para hacer más efectivas sus acciones. Y ahí se suceden las tensiones: ¿de quién es el 15M? ¿Es anti-partidos o es un chute que partidos tradicionales y nuevos hacen bien en usar?

Retransmisión de la Tuerka de Pablo Iglesias en un aniversario del 15M. Entrevista a Miguel Urbán.

Y, de repente, Podemos.

Estamos ya en 2014. Nace un nuevo partido que no solo no huye del protagonismo personal sino que construye identidad (y logo en las papeletas) alrededor de Pablo Iglesias, que llevaba meses convirtiéndose en fenómeno televisivo. Iglesias confiesa que él no estuvo muy presente en Sol pero sabe leer perfectamente la situación y sincroniza con el nuevo sentido común para canalizarlo hacia un lugar nuevo: la maquinaria electoral.

Del «no hay líderes» a la cara en la papeleta

Muchos activistas que ya preparaban su lento asalto al poder institucional con la mente puesta en las siguientes elecciones municipales de 2015 reciben mal el estilo de Pablo Iglesias, que ven muy poco 15M. Pero a la vez se quedan absolutamente descolocados con su éxito, basado en un discurso muy 15M. ¿O sea que el “no nos representan” en realidad quería decir “no nos representan estos, pero queremos que nos representen otros”?

Pablo Iglesias «puede»

Una idea deslizada por algunos líderes de Podemos resulta especialmente irritante para muchos: es ese que dice que Podemos hace que el 15M pase de la protesta en la calle a la política de verdad. Que hay que pasar de protestar a gobernar, que hay que dejar de ser ingenuos. Esa imagen coloca al activismo post15M en una posición subalterna de inmadurez, lo paraliza a la espera de lo que pase con la “ventana de oportunidad” electoral. No cuadra con la demanda de que una sociedad civil madura y potente es imprescindible para controlar a los partidos y no un paso previo para formar un partido.

Asamblea de Vistalegre

Pero Podemos tiene margen de confianza, tiene permiso para intentarlo porque ya se ha intentado todo, nada ha terminado de funcionar y la crisis sigue empeorando con el Gobierno del PP. El “grupo promotor” de Podemos (Iglesias, Errejón, Bescansa, Monedero, Alegre…) desplaza al post15m como nueva referencia mediática de la crítica social y política. Se va asumiendo que todo lo que pase tendrá que girar ahora alrededor de los nuevos chicos de moda y que en todo caso habrá que entenderse con ellos. Todo se acelera.

El ajedrez político. La centralidad del tablero.

Ada Colau y su grupo más afín de la PAH de Barcelona montan lo que sería luego Guanyem Barcelona. Los impulsores de aquella iniciativa llamaban por teléfono a periodistas para pedir un imposible: que por favor no le diéramos demasiado protagonismo a Colau en la noticia que contaba que Colau iba a presentarse a la alcaldía de Barcelona; la transición de la filosofía zapatista de las multitudes a la de los iconos personales para ganar no estaba siendo fácil.

El grupo de Madrid mejor conectado a Ada Colau se lanza definitivamente a replicar el ejemplo de Guanyem en lo que acabaría llamándose Ahora Madrid. Guillermo Zapata, Celia Mayer, Mario Munera se lanzan a la misión imposible de poner de acuerdo a Podemos, la parte crítica de IU, Equo, Por un Mundo más Justo y otros activistas de diferentes movimientos sociales. Lo consiguen.

Junto a Rita Maestre, ex de Juventud Sin Futuro, estos activistas dirigieron la campaña casi épica de Manuela Carmena. Hoy, Maestre es portavoz del gobierno municipal; Zapata, Mayer o Pablo Soto son concejales. Con él trabaja Miguel Arana, de los primeros acampados de Sol. Y algunos de los que manejaban las redes sociales más influyentes del 15M, como @acampadasol, han pasado a gestionar las del Ayuntamiento de Madrid.

Rita Maestre dando un mitin, fotografiada por Mario Munera

Ramón Espinar, Pablo Padilla o Eduardo Fernández Rubiño son otros tres nombres de Juventud Sin Futuro que ahora son cargos electos de Podemos. Teresa Rodríguez, candidata en Andalucía, a veces se sigue poniendo su camiseta de la marea verde. Rafael Mayoral o Irene Montero, que ya antes militaban en IU, pasan de la PAH de Madrid al núcleo dirigente de Pablo Iglesias.

Juan Moreno Yagüe, primer abogado de 15MPaRato, es diputado del Parlamento de Andalucía con Podemos. Con él trabaja Francisco Jurado, también involucrado en muchos grupos. Miguel Ongil, que fiscalizaba las cuentas públicas en grupos anticorrupción, es diputado y lidera las políticas de transparencia en Podemos. Bajo esa lista de nombres más visibles, hay cientos de personas más que ahora trabajan la parte orgánica o institucional de esos nuevos partidos en muchas ciudades.

Yagüe tomando posesión, fotografiado por Francisco Jurado

No se puede decir que sin resultado. Ese traslado de talento hacia lo electoral ha impulsado el cambio de gobierno en Madrid, Barcelona, Valencia, Santiago, Cádiz, A Coruña o Zaragoza. Son clave también para apoyar o permitir gobiernos autonómicos del PSOE en Castilla La Mancha, Aragón, Baleares o Extremadura. Gracias a que en su momento decidieron meterse en la batalla política electoral, se han echado a andar proyectos y leyes que ahora intentan abrirse camino. Y está por ver qué recorrido tiene la nueva alianza para las elecciones generales. Y lo que venga después.

El 15M como ancla

Lo que ha pasado en este texto en los últimos 9 párrafos es una buena analogía de lleva pasando dos años. Muchos periodistas hemos seguido con la mirada a esos grupos de nuevos políticos, nombre a nombre, con los que teníamos más contacto, porque parecía claro que era gente interesante que tenía muchas más cosas interesantes por hacer. Por eso, se nos vienen a la cabeza antes que otros cuando pensamos en los nombres del 15M. Pero había muchos más que, mientras tanto, sin tanta de nuestra atención, han vivido en primera persona cómo la sociedad civil que parecía nacer tras el 15M se ha acabado debilitando durante este ciclo de ‘lo electoral’ que ya dura dos años.

Las Marchas de la Dignidad del 22 de marzo de 2014 conformaron la última gran movilización que toma Madrid conectada directamente con el 15M. Luego vendrían las elecciones europeas y la escalada de Podemos. Desde entonces y hasta hoy, solo sobresalen una modesta manifestación republicana tras la abdicación del rey, dos grandes movilizaciones feministas y una concentración precisamente convocada por Podemos. Un indicador: Legal Sol, el grupo de abogados que asesora a activistas, tenía peticiones una media de dos veces a la semana en 2012. Tras las elecciones europeas, esa media ha ido bajando hasta que prácticamente no suena el teléfono en todo un mes.

La enorme manifestación del 22 de marzo de 2014

Las cuentas de redes sociales más influyentes del 15M acumulan followers pero ya no marcan como antes la agenda. Decenas de grupos de acción social sobre el temario del 15M han entrado en latencia o han desaparecido. Claro que quedan otros muchos vivos: la PAH, incombustible incluso con los que antes eran compañeros; NoSomosDelito, surgido contra las leyes mordaza; XNet y 15MPaRato, contra la corrupción y por la cultura libre desde Barcelona; Zemos98, promotores de inspiración e investigación desde Sevilla; Yo Sí Sanidad Universal, contra la exclusión de los inmigrantes de la atención sanitaria; la marea granate, que desde el extranjero ha tomado el relevo de los muchos que desde Juventud Sin Futuro pasaron a Podemos; la Oficina Precaria; los académicos que siguen desde sus universidades aportando ideas y proyectos para pensar y avanzar. Y mucho más, invisible y trabajando en lo subterráneo, como justo antes del 15M.

El principio de una primavera feminista

Pero no es lo que era. Entre otras cosas, también porque estos grupos encuentran muchas más dificultades para que los medios les presten atención o no les vinculen con los nuevos partidos automáticamente. Antes hablabas de transparencia, desahucios, romper el eje de izquierda y derecha, mejorar los mecanismos de la democracia y fiscalizar al poder y sonabas a 15M. Eso estaba bien, todo el mundo quería ser “indignado”. Ahora ya ese discurso forma parte del lenguaje incorporado al debate entre partidos, con lo que los activistas son muchas veces empujados automáticamente en la casilla de ‘podemitas’, y sus defectos y sus virtudes. Una etiqueta, de esas de las que tanto huía el 15M.

Esta semana, cinco años después, te vas cruzando con decenas de personas en diferentes debates, programas, entrevistas. Unas están dentro de las instituciones y otras no. La conversación sobre las tensiones y las esperanzas de la relación entre el 15M y los nuevos partidos están ahí todo el rato. Pero casi todos defienden que sin una sociedad en alerta, madura, exigente, con organizaciones independientes, los nuevos líderes se convertirán en algo parecido a lo que siempre odiaron. Que rememorar el 15M no es un gesto de nostalgia sino de reafirmación de un marco de valores para desarrollar políticas en la calle, en las redes, en organizaciones o en el partido que sea. Porque sin un ancla, el mejor barco también deriva.

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