En este artículo publicado en el Diario La Arena, de Santa Rosa, La Pampa, Argentina, encontré algunas imprecisiones, aquí las aclaraciones:
Al parecer, el fuego que Prometeo le regala a los mortales después de robárselo a los dioses en la mitología griega es el fuego humano, es decir el fuego que los humanos hace miles de años aprendimos a encender. A este fuego lo podríamos llamar un fuego profano.
por Juan Esponda
Porque antes de aprender a encenderlo nuestros antepasados más antiguos lo tomaron de la naturaleza. Después de miles de años de intentos, ellos aprendieron a conservarlo y a transportarlo, y en este proceso que duró cientos de miles de años los humanos fuimos convirtiendo el mero barro en barro cocido, fuimos probando distintas formas para su transporte. A este fuego lo podríamos llamar un fuego sagrado, que había que conservar, alimentar, cuidar, porque todavía no sabíamos encenderlo. Este fuego lo podemos reconocer hoy en las llamas votivas de los grandes monumentos, en la llama olímpica de los juegos homónimos. Este fuego sagrado es el que los primeros homínidos usaban para combatir el frío, alejar los animales peligrosos, cocinar los alimentos que por acción del fuego fueron más fácil de digerir, lo que a través de cientos de miles de años permitió el crecimiento del cerebro. Además, alrededor de las fogatas comenzaron los primeros relatos.
Lo que sí está claro es que sin la conservación inicial, el transporte y mucho después la producción del fuego, no hubiéramos pasado a manejar temperaturas crecientes para pasar del barro cocido a la cerámica, a la porcelana, al vidrio ( y a todo lo que se deriva de este para el desarrollo de la alquimia y luego de la química). Sin el fuego y luego sin los altos hornos no podríamos manejar los metales ( la siderurgia – aunque la etimología de esta palabra hace referencia a los metales contenidos en meteoritos caídos del cielo –sideros-, que inicialmente se manipulaba a golpes). Es decir, sin fuego no tendríamos ni siquiera computadoras, mucho menos inteligencias artificiales.
Ante los peligros de manipulación que significa el uso malicioso de las inteligencias artificiales, se opone una fuerza y una intención que nos trasciende, que viene desde aquellos primeros homínidos que se atrevieron a vencer el miedo al dolor y a la muerte que podía producir el fuego. Esa fuerza y esa intención puesta al servicio de las mejores y más altas aspiraciones humanas se expresa hoy en la búsqueda sin estridencias de felicidad y libertad verdaderas para cada habitante de la Tierra.
Referencias:
Charla La Piedra – Silo. http://www.silo.net
Técnicas de conservación y producción del fuego en el Paleolítico medio y superior. Acercamientos desde la arqueología experimental – Miguel Angel Fernandez Rodriguez – FFyL Universidad de Málaga.













