Por Víctor Hernández
Un año más, la celebración de la aparición de la Virgen de Guadalupe irrumpió en la vida nacional, transformando el caos de la polarización política y la protesta social en un día de tregua sagrada para millones de mexicanos.
La conmemoración, oficialmente un día de asueto conquistado por sindicatos, se centraliza en la Basílica de Guadalupe, pero se extiende a cada iglesia, calle y
vecindad del país, incluyendo las celebraciones domésticas a todas las personas llamadas «Lupita».
8 millones en el aniversario
La afluencia de peregrinos alcanzó su punto máximo con la entonación de «Las Mañanitas» en el primer minuto del 12 de diciembre, seguida de la misa católica.
Según cifras oficiales, a esta celebración asistieron más de 8 millones de personas provenientes de todo el país y del extranjero. La afluencia total para el operativo de este año se estima en cerca de 13 millones de visitantes.
El traslado a la Basílica se realiza por todos los medios de transporte posibles, reflejando el fervor de la peregrinación: autobuses, autos particulares, camiones de redilas, trailers de carga, bicicletas, motocicletas, triciclos y, la forma más tradicional, a pie. Muchas de estas travesías duran horas o incluso días.
Impacto económico y logístico
Ante la insuficiencia de hoteles y albergues, las calles aledañas a la Basílica se transforman en campamentos improvisados, llenándose de casas de campaña, lonas, anafres para calentar alimentos, y garrafones de agua. La organización para esta travesía requiere un esfuerzo logístico y económico que, para muchos poblados, implica meses de planeación.
Este evento masivo tiene un impacto económico crucial. Se estima que la derrama económica generada por la celebración en todo el territorio nacional es superior a
los 21,700 millones de pesos, impulsada por la venta de todo tipo de mercancías, alimentos y servicios de transporte y alojamiento.
Fe, milagros y tradición profunda
Para los peregrinos, el viaje trasciende el turismo o el esparcimiento; es una búsqueda profunda. La gente recurre a la Virgen para pedir salud y bienestar para sus seres queridos, y para agradecer los milagros concedidos.
Las retribuciones prometidas varían ampliamente: desde ofrendas de rezos, flores y veladoras, hasta el pago de «mandas» que consisten en regalar comida y agua a otros peregrinos. No faltan quienes prometen entrar de rodillas a la Basílica, recorriendo grandes distancias en agradecimiento.
Un componente visualmente llamativo son los danzantes que ofrecen sus bailes con características prehispánicas, realizando saludos a los cuatro puntos cardinales, el uso de incienso de copal, flores y agua como ofrenda.
Este impulso de conexión con lo sagrado irrumpe en un mundo contemporáneo, a menudo desacralizado, y conecta con las raíces ancestrales que muchos relacionan con la Pachamama o la deidad mexica Coatlicue. Incluso en la inmediatez impuesta por la tecnología y las crisis generalizadas, los momentos de necesidad abren el contacto con lo profundo y lo sagrado.













