Eritrea es un país que habla poco, pero grita a través de su gente que huye.
UN PAÍS SECUESTRADO POR LA GUERRA QUE NO TERMINA
Eritrea nació en 1993 con una alegría que parecía indestructible. Treinta años de resistencia contra Etiopía habían construido un país que se levantó desde la nada, liderado por guerrilleros que creían que la historia podía escribirse sin maestros externos. Pero esa épica, celebrada durante semanas en Asmara, se transformó pronto en una jaula de hierro.
Eritrea, país del este de África, tiene un PIB per cápita de alrededor de 646,9 USD según datos de la ONU. Su PIB total nominal es de aproximadamente 2,3 mil millones de USD. Cuenta con una población de unos 3,47 millones de habitantes y una superficie de aproximadamente 121.000 km². Eritrea está ubicada en África Oriental, frente al Mar Rojo, limitando con Sudán, Etiopía y Yibuti
Isaias Afwerki, héroe convertido en monarca sin corona, congeló la Constitución antes de que respirara, cerró las fronteras como quien cierra una herida sin curarla y convirtió al Estado en una máquina silenciosa donde nadie habla y nadie pregunta. Lo que nació como un proyecto de dignidad terminó como un laboratorio de obediencia. La prensa fue expulsada, la oposición desapareció, y el servicio militar se volvió un túnel sin salida que atrapó a generaciones enteras.
Hoy Eritrea es uno de los tres países más pobres de África, pero su pobreza no es natural, es política, es la consecuencia directa de un régimen que gobierna con aislamiento y miedo. También es uno de los estados más cerrados del planeta, un territorio donde los periodistas no entran, donde las ONG no operan libremente y donde las fronteras se cuidan más que los ciudadanos. Y, al mismo tiempo, es uno de los motores más potentes de migración del continente. Quien escapa, no huye del hambre, huye del encierro. El sueño de independencia terminó atrapado entre fusiles, desiertos y silencio.
Eritrea es la prueba viva de que un país puede derrotar a un imperio y aun así, caer prisionero de sí mismo.
UNA ECONOMÍA QUE RESPIRA POR UNA HERIDA
Eritrea es una economía que no camina, respira por una herida abierta desde hace treinta años. El país funciona con un PIB estimado en USD 2.7 mil millones y un ingreso per cápita de apenas USD 690, uno de los más bajos del continente. El desempleo juvenil bordea el 45%, mientras la deuda externa asciende a USD 650 millones, una cifra que parece pequeña solo porque la economía es demasiado frágil para endeudarse más. Ninguna actividad productiva puede consolidarse cuando la mitad de la juventud está fuera del mercado laboral o atrapada en servicio militar perpetuo.
El gobierno destina más del 22% del presupuesto nacional a seguridad y defensa, lo que equivale a alrededor de USD 330 millones anuales, un gasto que supera lo invertido en salud, educación y agua juntos. Cada cuartel nuevo cuesta entre USD 3 y 5 millones, mientras el país tiene hospitales que funcionan con menos de USD 50.000 al año en suministros. En Eritrea, la economía no se estanca y si es drenada.
El reclutamiento militar indefinido vacía la vida civil y empuja a miles a huir. Se estima que la pérdida de productividad por fuerza laboral retenida en el ejército supera los USD 900 millones anuales, casi un tercio del PIB. La agricultura, que podría generar USD 1.200 millones, opera con menos del 50% de la mano de obra necesaria. La industria pesquera, con potencial de USD 300 millones al año, apenas produce USD 55 millones porque no hay personal capacitado.
Eritrea no es pobre por clima, es pobre porque vive en estado de guerra permanente y paga por ello con su futuro económico.
EL SERVICIO MILITAR INFINITO: LA CÁRCEL QUE EMPOBRECE AL PAÍS
El servicio militar en Eritrea no es una institución. Es una estructura de encierro que sostiene al régimen y destruye la economía nacional. Hombres y mujeres son reclutados sin fecha de salida y obligados a servir por años, incluso décadas, con salarios que rara vez superan los USD 20 al mes, una cifra que no cubre ni el costo mensual de alimentos básicos, estimado en USD 75 por persona. El Estado mantiene atrapadas a hasta 300.000 personas en este sistema, equivalente al 8% de toda la población del país y al 40% de su fuerza laboral joven.
La pérdida económica es monumental.
La ausencia de estos trabajadores en el sector civil le cuesta al país alrededor de USD 900 millones por año, una cifra que representa casi un 33% del PIB nacional, destruyendo el tejido productivo antes de que pueda crecer. La formación militar prolongada impide el desarrollo de sectores estratégicos como agricultura, construcción, transporte y minería, que podrían generar más de USD 1.500 millones anuales si contaran con mano de obra libre y capacitada.
A esto se suman los costos de mantener un aparato militar sobredimensionado: alojamiento, logística, uniformes, transporte y suministro, que absorben alrededor de USD 220 millones al año, recursos que podrían financiar escuelas, hospitales, energía solar y redes de agua. El servicio militar, lejos de proteger al país, encadena su futuro económico.
El servicio militar no es defensa, es un sistema de control. Una fábrica de pobreza diseñada para que nadie cuestione al régimen y para que el país nunca respire fuera del uniforme.
MIGRACIÓN MASIVA: EL ÉXODO QUE EUROPA NO QUIERE MIRAR
Eritrea vive un éxodo que desangra al país más rápido que cualquier guerra.
Cada mes huyen entre 6.000 y 7.000 eritreos, una hemorragia humana que representa la salida forzada de más de USD 40 millones en capital humano potencial cada treinta días. Más de 700.000 personas viven fuera, casi un 20% de toda la población, enviando remesas por USD 350 millones al año, dinero que sostiene familias enteras, pero que también evidencia el colapso del Estado. Sin esa diáspora, cientos de miles caerían en la miseria absoluta.
El costo para escapar es brutal.
Cada migrante paga entre USD 3.000 y 6.000, una industria de fuga que mueve más de USD 250 millones anuales y que alimenta redes criminales en Sudán, Etiopía, Libia y el Sinaí. Los traficantes cobran USD 1.500 por cruzar la primera frontera, USD 2.000 por cada tramo hacia el norte y hasta USD 1.000 adicionales por “seguridad” en zonas de milicias. Para muchos, escapar cuesta más que vivir.
Europa habla de olas migratorias, pero no habla del régimen que las produce.
Eritrea es uno de los países con mayor proporción de refugiados del mundo con relación a su población total. Cada joven que cruza el desierto es una declaración silenciosa de que el país no ofrece futuro. Cada familia que envía a un hijo arriesga los ahorros de toda una vida, muchas veces vendidos en ganado o tierras por USD 2.000 a 4.000 para financiar la huida.
Quien huye no lo hace por hambre. Lo hace para recuperar su vida antes de que el uniforme se la devore para siempre.
LAS MATERIAS PRIMAS DEL PAÍS QUE NO CAPITALIZA SU RIQUEZA
Eritrea es un país pequeño con una riqueza subterránea enorme, pero encarcelada por un modelo económico militarizado que impide transformar recursos en bienestar. El Estado controla cada operación minera a través de empresas vinculadas al régimen, limitando la entrada de capital independiente y bloqueando la transparencia. El país produce 15 toneladas de oro al año, valoradas en USD 950 millones, pero menos del 15% de ese dinero queda dentro del presupuesto nacional. El resto fluye hacia consorcios extranjeros y estructuras estatales opacas.
También exporta 230.000 toneladas de zinc y cobre, equivalentes a USD 380 millones, pero la mayor parte se mueve bajo contratos de producción compartida que favorecen a empresas foráneas con retornos superiores al 65%. El proyecto de potasio en la región de Danakil tiene un potencial de USD 1.200 millones anuales, sin embargo, permanece estancado por falta de infraestructura y por exigencias políticas internas que ahuyentan inversionistas. Eritrea posee además 40 toneladas de plata por un valor cercano a USD 30 millones, y un sector pesquero en el Mar Rojo que, si estuviera modernizado, podría generar USD 250 millones, pero actualmente apenas produce USD 55 millones.
TABLA MATERIAS PRIMAS DE ERITREA (2024)
ORO — 15 toneladas/año | USD 950 millones
ZINC Y COBRE — 230.000 t | USD 380 millones
POTASIO (DANAKIL) — reservas gigantes | USD 1.200 millones (potencial)
PLATA — 40 t | USD 30 millones
PESCADO MAR ROJO — subexplotado | USD 55 millones
El problema no es la ausencia de recursos. Es la ausencia de libertad económica para convertir esa riqueza en desarrollo real.
Eritrea es la paradoja perfecta: un país rico atrapado en un sistema que mantiene a su pueblo pobre.
GEOPOLÍTICA DEL SILENCIO. ¿POR QUÉ NADIE SE METE CON ERITREA?
Eritrea es un país pequeño, pero está ubicado en una de las esquinas más estratégicas del planeta. Controla la entrada norte al Mar Rojo, una vía por donde circulan cada año mercancías valoradas en más de USD 700 mil millones, incluyendo petróleo del Golfo, contenedores asiáticos y carga europea. Su costa de 1.150 kilómetros es un corredor geopolítico que ningún actor global quiere desestabilizar. Esa posición convierte al régimen de Asmara en un guardián incómodo, pero necesario.
China lo entendió primero. A través de compañías estatales, invierte más de USD 450 millones en minería de oro, zinc y cobre, asegurando contratos a largo plazo y acceso preferente a yacimientos del Cuerno de África. Los Emiratos Árabes Unidos, por su parte, han destinado cerca de USD 300 millones en infraestructura portuaria y logística en Assab, utilizando el puerto como punto táctico en sus operaciones regionales. Israel y Estados Unidos observan desde la sombra, manteniendo acuerdos de inteligencia y vigilancia que superan los USD 80 millones por año, especialmente para monitorear rutas de tráfico marítimo y movimientos militares en el estrecho de Bab el-Mandeb.
La Unión Africana evita confrontar a Afwerki por temor a desestabilizar un espacio donde una sola crisis puede cerrar rutas que sostienen economías enteras. Etiopía, Sudán y Yibuti dependen de ese corredor, y cada uno mueve más de USD 15 mil millones en comercio a través del Mar Rojo.
Eritrea no necesita tamaño para jugar grande, necesita ubicación. Y la tiene donde más duele: en un corredor que el mundo teme perder y que el régimen usa como escudo político.
¿QUÉ NECESITA ERITREA PARA SALIR DE LA POBREZA?
Eritrea no necesita milagros. Necesita decisiones que su régimen ha evitado durante treinta años.
El primer paso es terminar con el servicio militar indefinido.
Liberar a 300.000 personas atrapadas en cuarteles devolvería al país una fuerza laboral capaz de producir al menos USD 1.2 mil millones por año, dinamizando agricultura, pesca, construcción y logística. Ese solo movimiento podría duplicar el crecimiento económico en menos de cinco años.
El segundo paso es abrir la economía.
Eritrea requiere un plan de inversiones de USD 5.000 millones entre 2025 y 2040: USD 1.800 millones para modernizar los puertos de Massawa y Assab, USD 1.500 millones para energía solar y redes eléctricas estables, USD 900 millones para agricultura y riego en zonas semiáridas y USD 800 millones para carreteras estratégicas que conecten el interior con el Mar Rojo
El tercer paso es la reintegración internacional es inevitable.
Si Eritrea cumple estándares mínimos de derechos humanos (fin del reclutamiento indefinido, prensa mínima, reformas judiciales) podría recibir USD 1.500 millones en financiamiento del Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y programas europeos destinados a estabilidad regional. Esa cifra es suficiente para financiar diez años de infraestructura social.
El cuarto paso es controlar y formalizar sus minerales.
El país tiene potencial para generar USD 1.800 millones anuales entre oro, cobre, zinc, potasio y plata si renegocia contratos, detiene las fugas fiscales y permite auditorías externas. La minería podría duplicar los ingresos fiscales nacionales, hoy estimados en apenas USD 600 millones.
Eritrea puede salir de la pobreza. Pero solo si deja de gobernarse como un cuartel y comienza a comportarse como un Estado.
EL PAÍS DONDE EL SILENCIO CAMINA
Eritrea es un territorio detenido entre dos tiempos. El tiempo de la guerra que ya no existe y el tiempo del futuro que aún no puede comenzar. Es un país donde la resistencia se convirtió en rutina, donde la lealtad se mide por el miedo y donde la juventud aprende que escapar es más realista que soñar.
Pero Eritrea también es una nación que lleva fuego en la memoria. Un pueblo que derrotó a un imperio con tenacidad y desierto. Es una sociedad que conoce la disciplina, la organización comunitaria y la fuerza de un mar que lo conecta con el mundo, aunque su régimen lo cierre.
Ningún país permanece congelado para siempre. Los muros del silencio siempre se quiebran, los ejércitos envejecen, los regímenes se agotan y las generaciones nuevas no aceptan vivir en un uniforme eterno.
El día que Eritrea despierte, cuando abra sus puertos, cuando devuelva a sus jóvenes a la vida civil, cuando entienda que soberanía no significa encierro, el Mar Rojo verá levantarse una potencia que siempre estuvo ahí, solo que enterrada bajo miedo y obediencia.
Eritrea no está condenada, está esperando el amanecer y cuando llegue, su pueblo no caminará más en silencio.
Caminará en libertad.
BIBLIOGRAFÍA
Banco Mundial: Eritrea Country Data 2022–2024
International Monetary Fund: Eritrea Article IV Consultations
African Development Bank: Horn of Africa Economic Outlook
UNHCR Eritrea Refugee Statistics
International Organization for Migration: Mobility Trends Horn of Africa
Amnesty International: Eritrea Human Rights Reports
Human Rights Watch: Eritrea Country Files
International Crisis Group: Eritrea Briefings
Small Arms Survey: Eritrea Military Structures
UN Security Council: Reports on Eritrea and the Red Sea Region
US Geological Survey (USGS) Minerals Yearbook – Eritrea
Extractive Industries Transparency Initiative (EITI) Eritrea Dossiers
OECD: Illicit Mineral Flows in the Horn of Africa
Chatham House: Red Sea Security Papers
Institute for Security Studies Africa: Eritrea Strategic Analysis
Middle East Institute: Gulf States in the Red Sea
Archivio Stato Italiano: Eritrea Colonial Records
Biblioteca Nacional de Asmara: Pre-Independence Documents
University of Khartoum: Eritrea–Ethiopia Conflict Studies













