Este país asiático pretende estructurarse combinando las virtudes de un estado fuerte y una economía de mercado.

En medio del legado de una década de desarrollo de infraestructuras y la ambición de agregar valor a su base productiva, Indonesia está probando un modelo que mezcla un estado activo y una economía de mercado.

Después de unirse a los BRICS y consolidarse como la mayor potencia del Sudeste Asiático, el país está intentando convertir su peso demográfico y su relevancia geopolítica en capacidad industrial. La década de 2014 a 2024, bajo la presidencia de Joko Widodo (o Jokowi), aceleró la infraestructura y acortó las distancias logísticas en Indonesia, pero dejó el desafío de convertir el asfalto y el hormigón en productividad, innovación y empleos de mayor calidad. Frente a este desafío, el downstreaming. Es decir, el proceso de agregar valor a la producción nacional mediante la industrialización y procesado en el país de las materias primas extraídas, particularmente del níquel, con restricciones a la exportación del mineral en bruto. La disputa en la OMC y una fuerte afluencia de capital chino, son la prueba definitiva de este cambio de rumbo.

En una entrevista con Brasil de Fato, el miembro del Consejo Popular de los BRICS de Indonesia, Ah Maftuchan, analiza el papel del país en el bloque, los límites de la era Jokowi, y las primeras iniciativas sociales e institucionales del actual presidente, Prabowo Subianto.

En su primer año en el cargo, el presidente introdujo en la escena internacional la idea de un «sistema económico mixto», que combina tanto los defectos como las virtudes del estado y el mercado, anclado en la tradición del “gotong royong” (una expresión indonesia para la asistencia mutua y la cooperación comunitaria) y el cooperativismo.

Internamente, esta visión aparece en políticas sociales como las comidas escolares, el perdón de la deuda para pequeños productores, los internados y las reformas institucionales —la creación de un ministerio coordinador para el empoderamiento popular y un fondo soberano de riqueza para gestionar activos estratégicos. En la entrevista, Ah Maftuchan, que también es director ejecutivo de Prakarsa, un instituto de investigación de políticas públicas con sede en Yakarta, analiza lo que Indonesia ya ha logrado y lo que aún debe hacerse para convertir la ambición en desarrollo sostenible.

Lea la Entrevista

Brasil de Fato —Indonesia se convirtió en miembro de los BRICS a principios de este año. El país, con 280 millones de habitantes, es la mayor nación musulmana del mundo, la octava economía del planeta (muy cerca de la séptima, que es Brasil), y la potencia líder en el Sudeste Asiático, lo que convierte a Indonesia en un actor importante en la geopolítica regional y global. Como miembro del Consejo Civil de los BRICS, ¿qué cree que el país puede aportar al grupo?

Ah Maftuchan —En primer lugar, el papel de Indonesia en los foros globales proviene de su historia. Desde la independencia y a lo largo de la Guerra Fría, el país siempre ha actuado de manera responsable dentro de la comunidad internacional, especialmente en misiones humanitarias y de seguridad. La propia Constitución indonesia establece el deber de contribuir a una comunidad global segura y pacífica.

Indonesia siempre ha buscado una posición independiente, inspirada por el espíritu del Movimiento de Países No Alineados. Esta postura estratégica permite al país actuar como mediador entre las grandes potencias y las naciones en desarrollo, promoviendo el diálogo y reduciendo las tensiones. Esta neutralidad histórica da credibilidad y confianza a la diplomacia indonesia.

El espíritu de igualdad y cooperación siempre ha estado en el centro de la política exterior del país. Si Indonesia aprovecha su experiencia política e histórica, puede expandir su poder y fortalecer su posición en los foros internacionales. La entrada en los BRICS refleja esta intención: no solo seguir la dinámica entre las grandes potencias, sino contribuir activamente a resolver los problemas globales.

Indonesia busca participar en iniciativas destinadas a abordar desafíos compartidos, priorizando la cooperación sobre la competencia entre países. Es un país poblado, la mayor nación musulmana y una de las diez economías más grandes del mundo. Sin embargo, más importantes que los números son el espíritu colectivo y la voluntad de resolver problemas —valores centrales que Indonesia aporta a la escena global.

La historia del país refuerza este papel. Tanto el presidente como la sociedad civil comparten la visión de que Indonesia debería ser un agente de resolución de problemas, no solo un espectador de los desafíos globales. No siempre es fácil mantener esta postura, ya que el país no tiene el mismo peso militar que las grandes potencias, pero su credibilidad lo hace indispensable como un mediador confiable, especialmente en situaciones de conflicto.

Un ejemplo reciente fue el discurso del presidente Prabowo Subianto en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de este año. Donde enfatizó la importancia de la seguridad global y anunció que Indonesia proporcionaría 20.000 profesionales para esfuerzos humanitarios en Gaza, una demostración del compromiso del país con la Paz, incluso sin ser una potencia militar.

Además, el país ha buscado cooperación con socios como Qatar y Arabia Saudita, lo que fortalece su credibilidad y capacidad de coordinación en el mundo islámico y el Sur Global. Esta «diplomacia de la confianza» es una de las principales estrategias de Indonesia para contribuir a la seguridad internacional. Aunque pertenece al Sur Global, Indonesia aspira a actuar más allá de esta definición, trabajando de manera proactiva por un orden global más equilibrado.

Brasil de Fato —¿Cuál es su evaluación general de los diez años de Jokowi en el cargo? ¿Cuáles fueron los principales avances económicos, políticos y sociales durante su gobierno? ¿Cuáles son los mayores desafíos por delante?

Ah MaftuchanDurante los últimos diez años del gobierno de Jokowi, el mayor logro del país ha sido en el área de infraestructura. Este desarrollo fue posible gracias a una planificación basada en bonos gubernamentales, que permitió la expansión de bienes públicos para la población y dinamizó la economía. La modernización de la infraestructura creó nuevas oportunidades tanto para pequeñas como para grandes empresas, convirtiéndose en uno de los pilares del crecimiento económico y la integración nacional.

Los proyectos de infraestructura implementados durante la presidencia de Joko Widodo trajeron avances importantes, pero también generaron efectos secundarios significativos, especialmente en lo que respecta a la estabilidad fiscal y la sostenibilidad económica. La administración de Jokowi fue extremadamente ambiciosa en sus objetivos de expansión de infraestructura, y esa ambición, aunque comprensible, terminó causando desequilibrios.

En varias ciudades, como Yakarta y Bandung, el volumen de construcción y la expansión de carreteras locales requirieron inversiones a gran escala. Algunos proyectos costaron alrededor de 130 millones de dólares estadounidenses, mientras que incluso iniciativas más pequeñas superaron los 30 millones de dólares. Este nivel de inversión impactó directamente las finanzas públicas y redujo la capacidad del estado para asignar recursos a otras áreas igualmente estratégicas, como la salud, la educación y los programas de desarrollo económico.

Las mejoras logísticas promovidas por el gobierno de Jokowi mejoraron el transporte de personas y mercancías, pero al país todavía le falta una base industrial sólida. La agenda de downstreaming sigue incompleta, especialmente en el sector minero, que es estratégico para la economía indonesia.

Como resultado, la economía continúa dependiendo en gran medida de sectores tradicionales y de la importación de insumos, lo que limita las ganancias estructurales a largo plazo. Reducir costos y acelerar el transporte es importante, pero no suficiente para resolver los desafíos económicos fundamentales de Indonesia. El país necesita ir más allá de la expansión física e invertir en innovación, diversificación productiva y desarrollo tecnológico para que el crecimiento de la infraestructura se traduzca en una prosperidad sostenible.

Brasil de FatoEn 2019, el presidente Jokowi firmó una medida histórica que prohibía la exportación de mineral de níquel en bruto, que antes se enviaba ampliamente a China, su principal comprador. Esta decisión rompió con la lógica colonial clásica de exportar bienes primarios y ordenó que el níquel se procesara domésticamente antes de ser exportado. ¿Esto trajo beneficios a la economía del país? ¿Cómo reaccionó China?

Ah Maftuchan  — La política tuvo impactos significativos. En el frente internacional, desencadenó disputas con países europeos a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que impugnó la decisión. A pesar de esto, Indonesia mantuvo su posición, priorizando la soberanía sobre sus recursos naturales.

Desde una perspectiva económica, los efectos fueron mixtos. A corto plazo, la prohibición redujo los ingresos estatales por las exportaciones directas, ya que el país todavía carece de capacidad industrial completa para transformar el mineral en productos de mayor valor. Sin embargo, a medio y largo plazo, el gobierno espera que la industrialización doméstica fortalezca la economía nacional, cree empleos calificados y expanda la experiencia tecnológica.

La política de restricción de exportaciones también atrajo inversión extranjera directa, particularmente de China, que comenzó a invertir en la construcción de fundiciones y plantas industriales en regiones como Célebes y las Molucas. Las empresas chinas se asociaron con empresas estatales y privadas indonesias para establecer fábricas de procesamiento. Aún así, los resultados sociales y económicos siguen siendo limitados, ya que una parte significativa de la mano de obra es extranjera y las ganancias locales son modestas.

El gobierno reconoce que el downstreaming solo producirá beneficios duraderos si va acompañado de políticas complementarias como el desarrollo de capacidades tecnológicas, financieras y de mercado. Esta transición requiere tiempo y planificación. La nueva administración, bajo el presidente Prabowo Subianto, ha reafirmado su compromiso de continuar con esta agenda. Para ello, se ha creado un grupo de trabajo dedicado a la política de valor agregado, junto con el establecimiento del Fondo Soberano de Riqueza Danantara, diseñado para consolidar los activos y beneficios de las empresas estatales y privadas en un mecanismo unificado de gestión estratégica.

Danantara, inspirado en modelos como la SASAC china (Comisión de Supervisión y Administración de Activos Estatales), tiene como objetivo centralizar y optimizar los rendimientos de las empresas públicas y fortalecer la capacidad del estado para invertir en sectores productivos. El fondo tiene actualmente alrededor de 1 billón de dólares estadounidenses en activos. La expectativa es que, en una década, el fondo crezca a más de 15 billones de dólares. Esta reforma institucional y regulatoria es vista como uno de los cimientos para una nueva fase de la industrialización de Indonesia.

Al mismo tiempo, el país firmó un acuerdo con un importante productor chino de baterías de litio para construir una fábrica de baterías en territorio indonesio, con inversiones estimadas en 10.000 millones de dólares. El proyecto, que involucrará a empresas estatales indonesias y chinas, representa un paso estratégico hacia la integración de Indonesia en la cadena de valor global de la transición energética.

En general, el downstreaming sigue siendo una prioridad estatal. La combinación de consolidación institucional, fortalecimiento de las empresas nacionales y atracción de inversión productiva podría transformar gradualmente a Indonesia de un mero exportador de recursos naturales en una potencia industrial integrada.

En el frente político, sin embargo, el legado de Jokowi también dejó tensiones. En los últimos dos años de su mandato, hubo críticas de que el gobierno había excedido los límites democráticos al facilitar el ascenso de su hijo en la política nacional. El caso involucró un fallo del Tribunal Constitucional que permitía excepciones al requisito de edad mínima para candidatos presidenciales y vicepresidenciales, desatando un debate público sobre el respeto a las normas democráticas.

A pesar de esto, la transición al gobierno de Prabowo Subianto ocurrió sin problemas. El nuevo presidente ha buscado preservar las ganancias económicas de la era Jokowi mientras intenta reposicionar al país como un actor más autónomo en la economía global, manteniéndose fiel a la tradición de equilibrio, soberanía y diplomacia pragmática de Indonesia.

Brasil de Fato — l sucesor de Jokowi, el presidente Prabowo Subianto, acaba de completar su primer año en el cargo. En junio, durante un discurso en el Foro Económico de San Petersburgo, propuso la creación de un sistema económico mixto entre capitalismo y socialismo. ¿Eso fue solo retórica para una audiencia internacional, o esto se refleja en sus políticas económicas y sociales internas?

Ah Maftuchan —Creo que no se limita a la retórica. Su declaración refleja su propio trasfondo histórico. El presidente Prabowo es, de hecho, socialista por sangre. Es hijo de Sumitra Choyahati Kusuma, quien fuera una de las co-fundadoras del Partido Socialista de Indonesia.

Indonesia ha sido, desde el principio, una mezcla ideológicamente arraigada entre capitalismo y socialismo. Nuestro padre fundador, el primer presidente Sukarno, y el primer vicepresidente, Muhammad Hatta, tenían un conocimiento profundo tanto de Oriente como de Occidente.

Nuestra economía es, de hecho, una mezcla de capitalismo y socialismo. Respetamos la propiedad privada, pero al mismo tiempo, elegimos gestionar nuestra economía de manera orientada a la familia, basada en la cooperación “gotong royong” y cooperativas, que siempre han sido pilares de nuestro sistema.

Así que, para mí, la declaración del presidente Prabowo en el Foro Económico de San Petersburgo no es sorprendente, pero fue sorprendente que lo dijera en ese lugar. Después de todo, la Revolución de 1917 ocurrió allí.

Repitió esta idea cuando fue entrevistado por Stephen Forbes, fundador de la revista Forbes, quizás unas semanas después, en Yakarta.

Dijo: «Voy a adoptar el mejor camino del socialismo y el mejor camino del capitalismo.»

…Y se lo dijo a Forbes, la «biblia del capitalismo». Fue bastante impresionante.

Lo que me sorprendió aún más fue que llevó un debate clásico —el de las escuelas de pensamiento— a un foro económico internacional. Fue interesante ver a un líder invitando a la audiencia a reflexionar sobre los fundamentos ideológicos, provocando un análisis más profundo de los desafíos que enfrentamos.

Por lo tanto, el punto de vista del presidente Prabowo no se limita a discursos internacionales o ejercicios intelectuales, se refleja directamente en la política interna.

Su visión de «bienestar social soberano» es una combinación de socialismo y capitalismo; es decir, Gobierno por el Estado y Gobierno por el Mercado. Reconoce los fracasos de ambos: la corrupción y la ineficiencia del Estado, por un lado; y por el otro, los fallos del Mercado como la desigualdad, la concentración de ganancias y el desempleo.

Danantara, en mi opinión, refleja este enfoque: la mejor forma de socialismo y la mejor forma de capitalismo combinados. El socialismo aparece no solo en la estructura institucional y el papel del Estado, sino también en programas dirigidos directamente al pueblo. Como las comidas gratuitas y la nutrición infantil.

La política de comidas gratuitas involucra comidas proporcionadas por el gobierno para estudiantes, mujeres embarazadas y madres lactantes. La idea es asegurar una nutrición adecuada para el crecimiento infantil, el desarrollo cerebral, el acondicionamiento físico y combatir el retraso en el crecimiento.

También es una herramienta directa de redistribución de la riqueza. Para las familias urbanas, puede parecer innecesario, pero para las comunidades rurales, el impacto es enorme.

Adicionalmente, el programa no debe verse de forma aislada: estimula las cadenas de producción local, impulsa las transacciones y crea empleos. Es una buena política, pero su implementación todavía necesita mejorar.

Hubo casos de intoxicación alimentaria, que afectó a alrededor de 8.000 estudiantes, debido a alimentos de baja calidad proporcionados por grandes empresas centralizadas en las ciudades. Es aceptable que el primer año sirva como fase de aprendizaje, pero en los próximos años, el programa debe descentralizarse.

Las comunidades y las escuelas deben participar directamente como implementadores líderes. Y los ingredientes deben priorizar los productos locales; por ejemplo, importar carne de res si es necesario, pero usar pollo, huevos y verduras producidos en Indonesia. Esta combinación ayuda a fortalecer las economías rurales y aumentar el valor agregado en las comunidades.

Actualmente, la comida se procesa en centros urbanos y se envía a las zonas rurales. Un solo centro entrega hasta 3.000 paquetes de comida al día en unas pocas horas. Recientemente, la administración redujo el objetivo entorno a 2.000 comidas por centro para asegurar una mejor calidad e inocuidad alimentaria.

La expectativa es que, en el segundo año, la participación comunitaria y escolar aumente, haciendo el programa más eficiente. La idea es buena, pero su ejecución necesita ser ajustada con sabiduría, en términos de objetivos, ingredientes y cuestiones técnicas.

Además, se ha lanzado una red de nuevos internados, con becas completas para niños de bajos ingresos, incluidos niños sin hogar. Estas escuelas ofrecen educación, vivienda y comidas. Este año, ya se han abierto 50 escuelas, con la intención de llegar a 500.

Los niños se quedan allí durante la semana y regresan a casa solo los fines de semana. La idea es romper el círculo vicioso de la pobreza, ofreciendo cinco días de aprendizaje y protección por semana, tiempo suficiente para comenzar a revertir el patrón de vulnerabilidad.

La mayoría de las ideas de Prabowo, especialmente en el ámbito social, están dirigidas al empoderamiento humano: transferencia de ingresos, asistencia social, alimentación y educación. Y para coordinar todo esto, creó un nuevo ministerio, el Ministerio Coordinador para el Empoderamiento Popular.

Este ministerio tiene un rango superior y coordina varios otros departamentos, como Asuntos Económicos, Asuntos Políticos y de Seguridad, Alimentación, Infraestructura y Desarrollo Humano y Cultura. Es una innovación institucional importante.

Durante décadas, el término «empoderamiento popular» fue solo retórica. Ahora, se ha convertido en política de estado. Esto permite a la sociedad civil exigir resultados concretos.

Traducido del original con el amable permiso del autor: Marco Fernandes

El artículo original se puede leer aquí