Una ficción que podría convertirse en un horizonte político
París — Imagina: abres los ojos, el día se aclara lentamente, y escuchas una frase que nadie ha escuchado en la historia moderna:
“No hay más guerras en el mundo. Todas las armas fueron silenciadas. Todas las personas han dejado de luchar. »
Este mensaje, transmitido al amanecer en cada radio, en cada pantalla, sería un terremoto global. No es una conmoción de terror, sino una conmoción de paz. Un evento tan masivo, tan improbable, que se volvería histórico, perturbando nuestra forma de entender el mundo y nuestro lugar en él.
Un nuevo despertar planetario
En París, Dakar, Gaza, Kiev, Kabul, Saná, Dhaka, Bogotá o Tel Aviv, el mismo silencio resonaría. Un extraño silencio, casi perturbador al principio, ya que los sonidos de la guerra han acostumbrado a las poblaciones a vivir en la angustia permanente.
Luego, un segundo más tarde, un aliento: un suspiro de alivio colectivo. La gente saldría de sus casas, con los ojos mirando hacia el cielo, comprobando que nada caía, que nada explotaba. Y por primera vez en décadas, los padres en zonas de conflicto podrían decirles a sus hijos:
“Puedes dormir en paz. »
El fin de las guerras: un evento tan grande como su comienzo
Cada conflicto, incluso el más corto, deja huellas profundas. Imaginar su fin simultáneo va más allá de la política: es una conmoción antropológica.
Si la paz total se produjera en una noche:
Los diplomáticos se reunirían con urgencia para organizar la transición;
Los ejércitos se movilizarían no para luchar, sino para asegurar la paz;
Las fronteras ahora militarizadas se reabrirían parcialmente;
Las organizaciones humanitarias acudirían en masa para acompañar la reconstrucción;
Los gobiernos deberían explicar cómo llegó esta paz… y comprometerse a mantenerla.
El fin de las guerras causaría un reajuste mundial comparable al final de la Segunda Guerra Mundial, pero sin ruinas adicionales.
Un mundo libre de miedo
En los países en guerra, las prioridades cambiarían inmediatamente:
Reconstruir los hospitales,
Reconstruir las escuelas,
Restaurar el acceso al agua,
Reunir a las familias separadas,
Reintegrar a los niños soldados,
Acompañar traumas psicológicos.
Para los civiles agotados, el miedo que desaparecería primero: el miedo a un avión no tripulado, a un bombardeo, a una explosión, a una redada, a un arresto violento, a perder a un ser querido.
La paz no sólo sería el fin del ruido: sería el retorno de la dignidad.
Un cambio económico colosal
El gasto militar mundial supera los 2 billones de dólares al año. En un mundo sin guerra, este dinero podría ser redirigido:
Hacia la lucha contra la pobreza,
Sistemas de salud,
Investigación médica,
La infraestructura,
La educación,
La transición ecológica,
La cultura,
Y tecnologías ciudadanas.
El impacto sería inmediato: el progreso humano acelerado, quizás el más rápido de la historia.
Paz total: ¿una utopía o una meta?
Para algunos, la idea de un mundo sin guerra es un sueño ingenuo. Pero todo gran avance de la humanidad —la abolición de la esclavitud, la igualdad de derechos, la conquista de la Luna— nació de un sueño considerado poco realista.
La paz nunca cae del cielo. Se construye, negocia, enseña, protege.
Comienza en las escuelas, cuando se educa en la solidaridad más que en el odio.
Vive en los medios cuando rechazamos la escalada verbal.
Se practica en barrios, cuando preferimos el diálogo.
Es afirmado por ciudadanos, asociaciones, periodistas, artistas.
Cada alto el fuego es un paso. Toda negociación es una victoria.
Cada movilización por la paz es una piedra colocada en un camino que parece largo, pero que avanza.
Si mañana este sueño se hiciera realidad
Una mañana sin guerra lo cambiaría todo: nuestra economía, nuestras relaciones internacionales, nuestra relación con el miedo, nuestra visión del futuro. Sería el primer día de una nueva era, no perfecta, pero mejor.
Y si este despertar no es hoy, ya podemos empezar a escribirlo.
Para reclamarlo.
Para prepararlo.
Actuar de manera que, cuando la humanidad finalmente despierte en un mundo sin guerra, ya no se sorprenderá nadie.
Un día, tal vez pronto, ya no será un artículo de periódico, sino un simple despacho:
“Las armas fueron silenciadas. La humanidad ha escogido la paz. »













