En un país donde el pasado reciente sigue siendo un campo de batalla ideológico, la presentación por parte de RTVE del mapa audiovisual interactivo «El país de las 6.000 fosas» no es solo un ejercicio de periodismo de datos. Es un acto de justicia memorialística, un desafío a décadas de silencio y una herramienta que devuelve la humanidad a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista.

Este proyecto, desarrollado en colaboración con el Ministerio de Memoria Democrática, representa el esfuerzo más exhaustivo hasta la fecha por cartografiar la tragedia que yace bajo el suelo español, pero con una clara intención de favorecer la integración o cierre de los procesos de duelo aún abiertos. Necesario, porque los descendientes y las familias aún viven y desean dar entierro a los restos cuando saben, aproximadamente donde encontraron la muerte de modo indigno. Cerrar el duelo es una parte de la reconciliación democrática e histórica (viene a ser lo mismo), y enfatizar que esta iniciativa busca sin duda cómo favorecer «el común» o sensación hacia esos hechos y tiempos pasados, respetando las historias más pequeñas y humanas de las victimas y sus descendientes. Es decir los bandos… En ni entonces nadie eligió nacer en uno u otro…

Volviendo a 2025: El mapa no se limita a ser un frío listado. Su valor es que Geolocaliza 5.848 fosas comunes, un número que por sí solo desmiente cualquier intento de minimizar la escala de la represión o la distorsión que en el periodo previo al Golpe de Estado contra la República representó. Es un tiempo pasado. Ni los que queden vivos lo cuentan o lo vivieron completamente. Fueran del lado que fueran, en la génesis del Golpe de Estado. Es cierto que España antes del golpe estaba convulsa. La República intentó acompasar a España al tiempo histórico del respecto de Europa y del Mundo.

Su acción no fue desordenada, al contrario. Sino que ese espíritu que pretendía abarcar e incluir a todos en la mejora y progreso, necesariamente se encontró con la resistencia de aquellos y de aquello que nos tenía como furgón de cola. Era una resistencia y obstrucción al cambio bien planificadas y muy variopinta. Siento un tremendo respeto por cualquiera que conociendo por hechos ciertos que una vida fue cercenada y anonimizada en estas fosas. NO lograrán saber todo lo que buscan, pero encontrar a quien está en la historia de la familia… Darle sepultura… Dolerse todos juntos por la tragedia y el dolor que implica que «ideas» y hechos humanos fuera sesgados y muertos, en lo que entonces estaba presente sin más vocación y alegría y fuerza que la dicha del vivir…

Como lejano descendiente, que ni nació en la península/isla ibérica…  Me es extraño y hasta anti natural, siniestro todo lo que se opone a lo que hasta aquí consideramos a mayores… La gente de aquellos tiempos. Que solo son ecos que malamente cuentan lo que pasó y por eso mismo interesa ser entre activo hacia la exhumación, neutro en a excesiva interpretación de unos tiempos de los que no quedan vivos en la familia ya nadie a casi nadie…  Va siendo tiempo de que todos… los que incendiaron lo que no les gustaba y el resto: reconozcan que lo que vino después fue un parón histórico. España se quedó atrás.. Para bien o mal, o porque debía suceder así. Que no seguimos al pie de la letra lo que  «los Estados/Nación» de nuestro entorno, o «pares» en lo historiológico si fueron (el resto de Europa al norte de Paris. No creo en la Historiología como «Ciencia dura» (incontestable en un margen razonable para explicar los hechos, causas,  y de qué unos y otros son consecuencia. Ni en uno mismo la Historia, en ese sentido es clara, o evidente, y univoca para todos). Le doy lugar como disciplina de narrador parcial. Pura narrativa. Pero aún con todo. Si tal ciencia existe y es seria, pues en mi experiencia y descubrimientos me ha decepcionado.

Un viejo profesor de historia me explicó, mantengo como experiencia/vivencia válida: esa visión que «los que mandaban» en España estaban acojonados por la aceleración histórica de los 150 años anteriores. España caía, una caída que duro demasiado y de entre los que pudieron hacer algo significativo, nadie despuntó (o fue laminado/eliminado real o metafóricamente). Así España es casi una isla. Los Pirineos ejercen como escarpado gran mar piedra que nos hace, a los peninsulares isleños. Reacios y poco «en contacto con los cambios» o «a los cambios». Los ingleses y otras civilizaciones insulares exhiben este tic. En el caso de Inglaterra no lo aparentan porque el último factor de cambio o aceleración histórica precisamente se gestó allí por la particular digestión de «la Ilustración como movimiento trasversal.

Desde lo filosófico, político, artístico, y espiritual. Especial digestión que se magnificó en los EE.UU. Nación donde mezclaron: sacrificio dolor y sufrimiento, con la falsa creencia de que por ello eran «significados» o elegido o tenían un destino manifiesto desde el que enseñar o aleccionar, dominar a los demás grupos humanos o naciones. «Make America Great Agáin» triste demostración de lo dicho. NO tiene lugar en el Siglo XXI esa ubicación. Todo lo que se haga será conflicto. Ya lo era en el XIX.

Pero por seguir con el ejemplo de «lo isleño» nuestro. España. Lo parcialmente aislado… Hasta nuestro ancho de vía del ferrocarril era distinto, respecto al europeo habitual o standard.

Volviendo a los tumbas y sus historias más intimas, y reales. De ellas, solo 1.478 han sido exhumadas, lo que significa que miles de familias siguen hoy, casi un siglo después, sin saber dónde descansan sus seres queridos. El proyecto detalla que hay 1.215 fosas totalmente por exhumar y 263 parcialmente por exhumar, y revela un dato estremecedor: 505 fosas fueron exhumadas y trasladadas al Valle de Cuelgamuros (antes «Valle de los Caídos»), un monumento que durante décadas sirvió para equiparar a verdugos y víctimas bajo una narrativa de «reconciliación» forzada. Precisamente, la reciente selección del proyecto ‘La base y la cruz‘ para resignificar este lugar simboliza el esfuerzo oficial por desvincularlo de su origen franquista y convertirlo, por fin, en un espacio de memoria acorde con una democracia.

Pero lo que realmente convierte a esta iniciativa en un hito es su capacidad para contextualizar y humanizar. Integra más de 1.500 materiales audiovisuales. Es decir, fotografías, testimonios sonoros, vídeos,…. que convierten las cifras y datos en historias más personales y familiares. Compartibles/compatibles. Deja de ser una estadística, para ser el retrato de un jornalero, el recuerdo de un maestro, la historia de una madre;  o de «Juan normal» o «Josefa, una de tantas»… Es, en esencia, un gigantesco archivo contra el olvido.

De «Memoria Histórica» a «Memoria Democrática»: La Batalla Semántica y Política

Hasta aquí como autor he dejado margen. El suficiente para entender la profunda significación de este proyecto, es necesario retroceder en el tortuoso camino de las políticas de memoria en España. La primera ley, promulgada en 2007 por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se tituló Ley de Memoria Histórica. El nombre no era casual. «Histórica» sugería algo concluido, un capítulo cerrado que la historiografía debía estudiar. Sin embargo, para las asociaciones de víctimas y familiares, no se trataba de historia, sino de justicia, de verdad y de reparación en el presente.

Desde su nacimiento, esta iniciativa encontró una férrea oposición del Partido Popular (PP). Heredero directo de Alianza Popular, fundada por Manuel Fraga Iribarne —ministro de Franco y el  que en su día fue ministro de Información y Turismo y, más tarde, de Gobernación (cargo siniestro), cargo que también ocupó en los primeros compases del gobierno de Suárez y que Suarez (nunca sabremos del todo)  le fue conduciendo a la arena política… Mejor suelo o escenario de lo que Fraga venía siendo como personaje y persona.

A día de hoy, el PP ha mantenido una posición invariable respecto a la Memoria, el franquismo y sus aspectos. Hay corrientes ideológicas, si en lo declarativo o los libros, crónicas. Pero a partir de muerto Franco la Historia ni es es tan  ingenua ni inocua para «le común» mencionado antes. Prueba de ello es que la acción Legal con el propósito de cerrar fosas y heridas en el Presente. Es decir, la de considerar estas Leyes de Memoria y restitución (votadas en democracia o por su voluntad). En el PP de «entonces «, así como en el de ahora, se sentía y expresaba como una «reabrir de heridas». Un hacer que perturbaría una supuesta y ya lograda reconciliación nacional. Claro en falso desde la continuidad del Régimen de Franco, y del periodo anterior a la Republica (ominoso paréntesis, desde esta óptica)… Sus protagonistas entonces y herederos hoy, siguen sintiendo/pensando respecto del Alzamiento contra la República y el Golpe de Estado  contra ella «que no pudieron hacer algo distinto» (pensamiento limitado y poco flexible, por defunción).

Esta postura, poco reconciliadora respecto del daño causado, desde la Transición e incluyendo las mejores intenciones de Adolfo Suarez y sus puntales, hoy (2025) se ha traducido en un activo boicot desde entonces hasta hoy mismo. En el plano retórico, ridiculizaron la búsqueda de familiares asesinados y arrojados a fosas comunes, presentándola como un capricho de la izquierda. En la práctica, su compromiso quedó ejemplificado en la famosa respuesta del entonces presidente Mariano Rajoy a una pregunta sobre su prioridad para con las víctimas: el presupuesto destinado era de «cero euros».  Es más. Hubo del PP gentes que alegaban que el Memorialismo buscaba medrar económicamente en las subvenciones o dineros designados a la exhumación. Hoy, no recuerdo quien o quienes dijeron cosas así… Pero sé que es una muestra de lo anti-histórico. Entendiendo «lo histórico», como aquello que convertido en relato aceptado blandamente por todos, salvo tarados y violentos, en ello estamos de acuerdo.  Relato que años más tarde crean una realidad humana firme y solida sobre la que seguir, aunque nunca todo todo quede aclarado… Lo humano es así.

Esta actitud, tanto en el PP y, por extensión y multiplicación, en VOX, y más alla de ellos los en grupúsculos nostálgicos del franquiso y del fascio o del nazismo, no es simple insensibilidad. Es una posición ideológica profundamente enraizada yque tiene ciclos en la Historia. Eso si es evidente.

La derecha española, en su corriente mayoritaria, nunca ha realizado una ruptura explícita y crítica con el franquismo. No lo suficiente para quedar libre de herencias y adherencias. Pero es que es difícil cuando coinciden que hoy el «dinero viejo», «clanes», y gentes que se sumaron por el oportunismo y auparon al Régimen golpista de Franco más tarde, en su evolución,… Tienen hoy sus representantes o sus fenómenos de nostalgia «engañada».

Viendo lo «inasible» en lo histórico, político, dinástico, etc… Hay que reconocer la necesidad de buscar a las víctimas de la represión implicaría reconocer la naturaleza criminal del régimen que las produjo, un régimen del que, en cierta medida, se sienten herederos culturales y políticos y desea con voluntad y propósito renovador, al menos cumplir con esa parta de «la memoria». El PP no llega ni a eso. En la Europa con regímenes fascistas no hay parangón.

La evolución del nombre de la ley, de «Histórica» a «Democrática» (bajo el gobierno de Pedro Sánchez), es profundamente simbólica. Ya no se habla solo de recordar el pasado, sino de afirmar los valores democráticos que el golpe de Estado de 1936 truncó. Se subraya que la democracia actual es hija de la legitimidad republicana, no del franquismo, y que honrar a sus defensores es un deber del Estado de Derecho.

La Coalición con VOX: La Normalización de la Nostalgia Franquista

La situación se ha agravado con la irrupción y consolidación de VOX. Si el PP practicaba una política de olvido activo, VOX abraza una de exaltación activa. VOX, como partido, y otros en esa esfera (o burbuja de «alienados») no solo no reconoce a Franco como dictador, sino que su ideario recupera abiertamente los símbolos y narrativas del franquismo y su más dolorosa manifestación violenta. En las Comunidades Autónomas donde el PP gobierna en coalición con VOX (como Castilla y León, Valencia o Extremadura), esta alianza ha tenido consecuencias concretas y dramáticas.

Utilizando las competencias transferidas, estas administraciones han promovido o implementado políticas destinadas a obstruir y desfinanciar las exhumaciones. O incluso derogar en lo «practico» la Ley de Memoria Histórica o la de Memoria Democrática. Han legislado, dentro de sus márgenes de las Comunidades Autónomas, para paralizar las ayudas a las familias y asociaciones, y en algunos casos, han buscado equiparar a «los dos bandos» en un falso relato de neutralidad que, en la práctica, blanquea a los sublevados y diluye su responsabilidad en la represión sistemática.  A esto se suma que ese mismo colectivo anti-revisionista, ahora casi involucionista, es mayoritariamente propietario de los Medios de comunicación en España (así como en términos de Fondos de Inversión, con signo y poder para decidir lo es conforme o no en plataforma y redes.  Es el XXI, el siglo de Super-Señores, de las plataformas y Redes, Apps o Medios online, todas más allá de periodismo y de la búsqueda de la verdad histórica común.

Esta actitud de/en España, es profundamente chocante y constituye una anomalía en el contexto europeo. O no. Solo que aquí es tan chusca y obvia que se la puede señalar… Mientras países como Alemania o Italia han integrado la condena de sus pasados totalitarios en su identidad nacional, en España una parte significativa de la clase política y de la sociedad sigue viendo la búsqueda de miles de civiles asesinados extrajudicialmente como un «problema político», no como un imperativo humanitario y democrático.

Conclusión: El mapa como Testigo y Acusación

El mapa de RTVE es, por tanto, mucho más que un recurso informativo. Actúa como un testigo silencioso pero elocuente que señala no solo las fosas en la tierra, sino las que permanecen abiertas en la conciencia nacional. Al mostrar con datos irrefutables la magnitud de la tragedia, pone en evidencia la insensibilidad y la desidia de quienes durante años han gobernado con la voluntad de mirar hacia otro lado.

Sin embargo, olvidemos toda la complejidad para conocer la Historia. Reducir esta iniciativa a la categoría de «mapa-acusación», contra unos un  otros, sería ignorar su propósito más profundo (y una trampa). En esencia, el proyecto busca facilitar un cierre, tanto para las familias como para el país, de un duelo colectivo e inconcluso por todos aquellos que carecieron de la honra final de una tumba. Su vocación última es, en realidad, propiciar una reconciliación auténtica, una que nazca del reconocimiento del dolor en la alteridad del otro, con un respeto tan profundo como el que se profesa al dolor propio.

Resulta triste, por ello, que hoy esta herramienta no pueda titularse aún como el «mapa de la reconciliación». Pero hay que dar tiempo al tiempo. La sociedad española, en su conjunto, es sensata y mayoritariamente democrática. La reconciliación cívica, esa que permite la convivencia en el día a día, es un hecho incontestable desde hace décadas. Lo que persiste, y el mapa lo desnuda, no es una fractura social, sino una pose y una rémora política en un sector de la derecha que aún no ha asumido con naturalidad que España es una democracia plena, donde el poder emana exclusivamente del pueblo.

Se puede afirmar, de manera descriptiva, que a este sector le cuesta aceptar las reglas de juego cuando no detenta el Gobierno. Esta dificultad, mutatis mutandis, guarda un incómodo parecido de familia con aquel otro desdén por la voluntad popular que, en su día, justificó el golpe de Estado contra la República y sustentó posteriormente la naturaleza excluyente del régimen franquista. El mapa, al final, no solo geolocaliza fosas; también cartografía las resistencias de una parte de la clase política a cerrar definitivamente el ciclo de la desmemoria.

La resistencia del PP y la abierta hostilidad de VOX hacia la memoria democrática no son simples discrepancias políticas. Son la prueba de que la Transición española dejó heridas sin suturar y cuentas pendientes. Son la continuación ideológica y material de un régimen que se negó a pedir perdón y que, a través de sus herederos, sigue negándose a reconocer los hechos: que fue un golpe de Estado contra un gobierno legítimo y democrático el que desencadenó una dictadura cruel y prolongada.

Frente a la desmemoria interesada, proyectos como este mapa audiovisual plantan cara. Recuerdan que, mientras una sola familia no sepa dónde llorar a los suyos, la democracia española estará incompleta. La geolocalización de las fosas es, en definitiva, la cartografía de un duelo interrumpido y un recordatorio constante de que, sin verdad ni reparación, no puede haber una reconciliación auténtica.

Sin dudo, algún día, cuando las manos que abren las fosas no busquen solo huesos con el mejor propósito sino también con un sentido de reconciliación, comprenderemos que toda tierra removida por compasión se vuelve fértil. Que recordar no es reabrir heridas, sino permitir que la vida vuelva a circular donde el silencio, el desconocimiento, el despecho, quiso arraigar, pero que así se le da curso en lo humano. Porque en cada gesto de reparación late algo más que memoria: late la posibilidad de reconciliar al ser humano consigo mismo. Este mapa —hecho de ausencias, de nombres y de gestos— no es solo testimonio del horror, sino también germen de una nueva mirada, donde el dolor, al ser comprendido, pueda transformarse en conciencia, en ternura y en paz compartida.