Cuatro décadas después, siguen siendo más las incógnitas que las respuestas sobre los sucesos que tuvieron lugar durante 28 horas, entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985, en el Palacio de Justicia de la capital de Colombia
En este aniversario se dan cita diferentes actividades y eventos públicos para conmemorar una fecha y unos hechos de los que todavía quedan preguntas por resolver y que mantiene en la incertidumbre la verdad sobre lo sucedido. Entre esas acciones recordatorias, la inauguración en el Museo de la Independencia, Casa del Florero, de la sala “6 y 7 de noviembre de 1985” con la que se pretende “resignificar los espacios del museo que fueron utilizados como centro de detención e interrogatorio” en aquellos fatídicos dos días en que “no fuimos museo”.
Con la entrega de un folleto informativo y una flor siempre viva se ha inaugurado el 6 de noviembre de 2025 esta nueva sala del museo como una contribución para ampliar la mirada sobre aquellos hechos, para recuperar la historia y mantener viva la memoria sobre una realidad muchas veces silenciada y que, por salud mental y democrática para el país y su ciudadanía, conviene mostrar para albergar renovadas esperanzas en pos de la paz y la justicia social.
El nuevo espacio de la memoria está conformado por tres momentos: una reflexión sobre el sitio, una reseña histórica sobre la toma y retoma del Palacio de Justicia y un grupo de símbolos y acciones de memoria sobre esos hechos. Elvira Pinzón, directora del museo, nos dice que lo que quiere es que “la gente tenga claro lo que sucedió en 1985 en este museo y que pueda resignificarlo, no como ese lugar de tortura y detenciones, sino como un museo histórico con ese componente tan valioso que es la memoria”. Preguntada sobre el posible impacto de esta nueva sala, afirma que lo han pensado mucho y que “seguramente va a haber aceptación por parte de algunas personas y otras que van a estar en contra, pero que lo importante es que va a haber reflexión sobre esos hechos, va a haber debate y eso también lo debe generar un museo porque no somos un lugar donde la verdad es absoluta, somos un lugar que cuestiona, que pregunta y que nos gusta que quienes nos visitan lo hagan”.
En palabras de Luis Felipe Núñez, investigador y curador del museo, la idea surgió en el año 2010, “momento en el que por primera vez el museo se atrevió a hablar sobre los hechos de la toma y la retoma del Palacio de Justicia. Desde entonces los equipos del museo han venido trabajando en la conmemoración “haciendo diferentes actividades que nos han llevado a entender que el museo requería un espacio permanente en el que se hablara de esto”. Entre las conclusiones que saca de toda esta labor destaca el que se pueda “entender la historia para humanizar al otro” y también que esta sala del museo “es un espacio que, si bien va a ser permanente, va a estar sujeto a una continua renovación para dar cabida a otras voces y otras memorias”.
La inauguración ha contado con la presencia de familiares de algunas de las víctimas, como Pilar Navarrete, esposa de una de las personas desaparecidas durante aquellos sucesos, quien ha comparado la memoria con un reloj de arena, “que deja caer gotas del pasado para que se hagan presente”.
También se presenta en estos días en Bogotá la exposición “Cuarenta veces noviembre”, organizada por el Consejo de Estado y la Biblioteca Luis Ángel Arango, junto con algunas obras de la colección de arte del Banco de la República y los testimonios de algunos de los sobrevivientes, cuya propuesta es “humanizar los hechos desde los relatos de la época, reconocer a las personas que allí estuvieron y abrir un espacio para comprender lo ocurrido desde múltiples voces sigue siendo una necesidad y un derecho de familiares, sobrevivientes y de una sociedad entera que aún intenta comprender qué paso”.
En un país que ha sufrido innumerables golpes de violencia estructural y política, la toma y retoma del Palacio de Justicia es uno de los episodios más graves de su historia. Frente a la toma por parte del M-19 del edificio, sito en la plaza de Bolívar, centro neurálgico de la vida ciudadana y política en el país, con la intención de poner en tela de juicio las acciones del entonces presidente de la República, Belisario Betancur, que consideraban habían traicionado el proyecto de paz en marcha; se dio la retoma del mismo por parte del Ejército en una maniobra militar desmesurada que acabo incendiando el inmueble y con más de cien personas muertas, entre ellas once de los magistrados que allá se encontraban, y una docena de desaparecidas.
Las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el asalto y la general impunidad posterior al mismo, así como la falta de voluntad institucional para lograr el esclarecimiento de lo sucedido, hacen de esta debacle uno de los sucesos más graves, sangrientos e inciertos de la historia colombiana desde su independencia. De hecho, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 14 de noviembre de 2014, dictó por unanimidad una sentencia condenatoria contra el Estado colombiano, argumentada en un expediente de 235 páginas, por las desapariciones, torturas y otros delitos cometidos durante la retoma del Palacio de Justicia.













