Por Juan José Vega Carrascal

Israel en gran parte de su historia tuvo una política expansionista y esta misma la lleva a cabo en la Franja de Gaza, un enclave del pueblo palestino que sufre las consecuencias de un devastador avance de las tropas israelíes provocado por la radicalización y el descontrol político.

Este es el punto de inflexión para que Hamás no vuelva a accionar el gatillo en contra de Israel, ya que esto terminará fracturando más al pueblo palestino y a las relaciones con Israel. Ya que el objetivo debe ser la reconciliación de los dos pueblos entendiendo la problemática estructural que la historia les ha proporcionado, es por eso que estamos en la antesala de procesos de ocupación y erradicación de un pueblo entero, mientras el mundo mira hacia otro lado y países como Estados Unidos crean permanencia económica y siguen abonando el bolsillo del aparato militar israelí, que es fundamental en la economía del país hebreo.

Estados Unidos apoya indiscriminadamente las incursiones de Israel en la región y fomenta el uso de políticas de ocupación y represión en contra de la población palestina. Esto está fomentando la participación de EE. UU. en este conflicto, ya que se observan intereses de la nación norteamericana en esta región para poder manejar con mayor influencia la región y así fortalecer aún más su relación con Israel y seguir creando contratos y manteniendo acuerdos de cooperación económica, mientras la gente del pueblo palestino sufre las consecuencias.

No podemos olvidar que EE. UU. es un fiel aliado del Estado hebreo y, sin importar el cambio de mandatario, los acuerdos preexistentes seguirán financiando a Israel para contrarrestar la influencia de grupos fundamentalistas aliados a Teherán. De esta forma, se busca expandir los principios democráticos y sistemáticos europeos en Medio Oriente, destruyendo así pueblos y convirtiendo al Estado de derecho internacional en simples palabras vacías.

Es claro que Israel no es el único culpable de esta historia. Irán, por su parte, ha sido un factor fundamental en la financiación de grupos irregulares que tienen el objetivo de destruir a Israel. Pero, gracias a la presión ejercida por un gobierno ultraconservador, inflexible y ortodoxo, se ha desatado que el conflicto cada día afecte más a la población de estos países, ya que los ataques se producen en lugares públicos y no se tiene en cuenta el principio de proporcionalidad.

Israel ha delimitado ataques de precisión contra estos grupos en distintos países como Yemen, Siria y el Líbano, algo que ha afectado fuertemente la capacidad financiera de Teherán para poder crear mecanismos de presión sobre el Estado hebreo. Irán, al igual que otros países de la región, ha observado a lo largo de la historia el intervencionismo extranjero camuflado de democracia, y es necesario aclarar que, tras el argumento de acabar con Hamás, también se le hace un llamado al mundo islámico para que se creen posturas más acordes hacia Israel y de esta forma ganar posturas más radicales en contra de Irán y así presionar para crear un cambio de régimen y debilitar a Hamás y los demás grupos insurgentes que atentan contra la seguridad de Israel.

Estamos en un momento de la historia en donde las actuales políticas de seguridad no crean contextos de cooperación y dan como resultado conflictos que parecen no tener fin. Es evidente que Hamás ha impulsado su propia carrera armamentista y ha instaurado una postura islamista radical que ha encendido las alarmas en Tel Aviv. Este es un conflicto en el que no se debe tomar partido, solo una postura que conozca las raíces históricas que han producido este fenómeno en Medio Oriente. Esto solo es un grano de arena para entender por qué esta es una ofensiva interminable.