4. La instrumentalización de Hamás como estrategia de fragmentación
El conflicto palestino-israelí no puede analizarse sin considerar el papel de Hamás, movimiento islamista palestino fundado en 1987 durante la Primera Intifada. Aunque Israel lo presenta como su enemigo existencial y lo clasifica como organización terrorista, diversos estudios y documentos históricos muestran que en sus orígenes fue indirectamente alentado por Israel, con el objetivo de debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y fracturar la unidad nacional palestina. Esta paradoja constituye un elemento esencial para entender la dinámica del conflicto contemporáneo: un movimiento que Israel utilizó inicialmente como herramienta política se convirtió, con el tiempo, en un actor central de la resistencia armada y en una justificación permanente para las operaciones militares más devastadoras en Gaza.
4.1. Los orígenes: del islamismo social a la tolerancia israelí
En la década de 1970, mientras la OLP y los grupos seculares palestinos articulaban un proyecto nacionalista de liberación, surgieron en Gaza organizaciones islamistas vinculadas a los Hermanos Musulmanes de Egipto. Estas asociaciones se concentraban en actividades sociales, caritativas y religiosas, construyendo redes de apoyo comunitario en barrios empobrecidos.
Israel, que ocupaba Gaza desde 1967, permitió y hasta estimuló el desarrollo de estas asociaciones islamistas, en parte porque las veía como un contrapeso a las facciones nacionalistas y marxistas de la OLP (Roy, 1993). El cálculo estratégico era claro: al fragmentar el movimiento palestino, se debilitaba la capacidad de articular una resistencia unificada contra la ocupación.
Cuando en 1987 estalló la Primera Intifada, estas redes sociales se transformaron en el movimiento Hamás (Harakat al-Muqawama al-Islamiyya). Desde entonces, Hamás combinó la acción social con la lucha armada, reclamando un lugar en la resistencia que hasta entonces había estado dominada por la OLP.
4.2. La utilidad de Hamás en la narrativa israelí
A medida que Hamás adquirió protagonismo, Israel empezó a construir su narrativa de seguridad en torno a la amenaza islamista. El movimiento fue catalogado como organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, y se convirtió en el argumento central para justificar bloqueos, operaciones militares y medidas de excepción en Gaza.
La paradoja es evidente: el movimiento que en sus orígenes Israel toleró —e incluso permitió crecer como contrapeso interno— pasó a convertirse en la coartada perfecta para la política de cerco y devastación sobre Gaza. Desde la victoria electoral de Hamás en 2006 y la posterior división política con Fatah en Cisjordania, Israel ha utilizado la existencia del gobierno de facto de Hamás como justificación para el bloqueo total de Gaza, presentado como una medida de seguridad, pero que en la práctica constituye una forma de castigo colectivo prohibida por el derecho internacional (Convenio de Ginebra, art. 33).
Además, cada escalada bélica en Gaza ha sido enmarcada por Israel como una “respuesta” a los ataques de Hamás, ignorando el carácter estructural del asedio. Esta dinámica refuerza la tesis de que Hamás, lejos de ser solo un enemigo, ha sido funcional a la estrategia israelí para consolidar la fragmentación palestina y para mantener un estado de guerra permanente que legitime la colonización.
4.3. La fragmentación palestina como objetivo estratégico
El resultado de esta instrumentalización es la división territorial y política del pueblo palestino:
En Cisjordania, la Autoridad Nacional Palestina, dominada por Fatah, administra enclaves bajo supervisión israelí, en un territorio cada vez más reducido por los asentamientos.
En Gaza, Hamás ejerce el control de facto, bajo un asedio que ha convertido la franja en un enclave humanitario al borde del colapso.
Esta división no es un accidente, sino una condición funcional a la estrategia israelí de impedir la emergencia de un Estado palestino unificado. Mientras Hamás existe como enemigo visible, Israel puede justificar la perpetuación de un régimen de excepción y deslegitimar cualquier demanda palestina de soberanía.
El derecho internacional reconoce que los pueblos sometidos a ocupación tienen derecho a resistir, incluso por medios armados (Resolución 37/43 de la ONU, 1982). Sin embargo, Israel instrumentaliza la violencia de Hamás para negar la legitimidad de toda resistencia, incluida la pacífica. Al criminalizar cualquier expresión palestina bajo la categoría de “terrorismo”, Israel transforma la existencia misma del pueblo palestino en una amenaza a su seguridad.
En síntesis, el análisis de Hamás muestra cómo la doctrina israelí de seguridad se articula con una estrategia de fragmentación política. La paradoja de haber permitido el crecimiento de un movimiento islamista para debilitar a la OLP, y de luego utilizar su existencia como justificación para la represión masiva en Gaza, ilustra el carácter instrumental y funcional de Hamás dentro del proyecto israelí.
La narrativa de seguridad encuentra en Hamás su enemigo ideal: suficientemente fuerte para servir como excusa bélica, pero suficientemente aislado para no representar una amenaza real al poder israelí. En consecuencia, la política de Israel no busca eliminar a Hamás, sino administrar su existencia como elemento útil para mantener dividido al pueblo palestino y bloqueada cualquier solución política integral.
5. Los acontecimientos recientes (2023–2025) y la doctrina de exterminio
5.1. Gaza como laboratorio de la aniquilación planificada
Tras el 7 de octubre de 2023, la ofensiva israelí sobre Gaza marcó un punto de inflexión. No se trató ya de “castigos” cíclicos como en 2008, 2014 o 2021, sino de una operación diseñada para hacer inhabitable la franja. Así lo reconocieron funcionarios israelíes en declaraciones públicas y filtraciones de planes de “resettlement” que contemplaban la expulsión masiva de gazatíes hacia Egipto o terceros países. Documentos difundidos en 2024 y 2025, así como discursos de ministros de extrema derecha, hablaban abiertamente de “transferencia de población” como solución definitiva.
Los bombardeos sistemáticos a hospitales, universidades, plantas de energía y reservas de agua no fueron errores militares, sino parte de una doctrina de exterminio orientada a destruir las condiciones materiales de vida de más de dos millones de personas. Netanyahu mismo declaró en 2024 que Gaza debía convertirse en un “resorte inhabitable” (springboard uninhabitable), confirmando que el objetivo era más que militar: era demográfico y político.
5.2. Cisjordania y la aceleración del despojo territorial
Mientras Gaza era arrasada, Cisjordania se transformó en el otro frente de la guerra silenciosa. Asentamientos ilegales multiplicados, ataques de colonos contra agricultores y aldeas palestinas incendiadas —especialmente contra olivares, símbolo de la identidad palestina— mostraron que el objetivo no era solo neutralizar a Hamás, sino eliminar toda presencia palestina resistente en su territorio histórico.
Las agresiones contra comunidades rurales fueron toleradas e incluso protegidas por el ejército. Los colonos operaron como brazo paraestatal del expansionismo, en lo que diversas ONG han calificado como Terrorismo de Estado. El resultado: más desplazados internos, más fragmentación del territorio y más imposibilidad de construir un Estado palestino viable.
5.3. La proyección extraterritorial: del Líbano a Catar
La violencia israelí no se limitó a los territorios ocupados. La doctrina del “por si acaso” legitimó ataques selectivos en Líbano, Irán, Siria, Yemen y Túnez, presentados como medidas preventivas. El caso más escandaloso fue el ataque del 9 de septiembre de 2025 contra Doha, la capital de Catar.
En plena negociación de un cese al fuego, Israel bombardeó la ciudad en una operación llamada Summit of Fire (Pisgat HaEsh en hebreo), dirigida contra dirigentes de Hamás reunidos para dialogar. El hecho constituye un acto de guerra directa contra un Estado soberano no beligerante, sin precedentes en la historia reciente de Oriente Medio. La reacción internacional fue de condena formal pero sin sanciones, lo que reforzó la impunidad con que Israel despliega su violencia más allá de cualquier frontera.
Con ello, quedó claro que la doctrina israelí ya no distingue entre enemigos armados y Estados soberanos, y que el marco de “seguridad nacional” se ha convertido en un cheque en blanco para la expansión militar sin límites.
5.4. La instrumentalización del 7 de diciembre
El ataque del 7 de diciembre de 2024, atribuido a facciones palestinas en Gaza, fue presentado como prueba irrefutable de que Israel no tiene un interlocutor para la paz. Sin embargo, múltiples analistas críticos y documentos filtrados muestran que Israel estaba preparado para usar cualquier acción armada palestina como detonante para justificar una ofensiva total.
La lógica es clara: cuanto más se radicaliza la resistencia palestina en respuesta al asedio, más fácil le resulta a Israel criminalizarla como “terrorismo” y presentarse como víctima que solo se defiende. En esa dinámica perversa, Israel provoca la violencia que luego instrumentaliza como justificación para avanzar en la ocupación y el exterminio.
5.5. Discursos oficiales: la confesión de la estrategia
Los propios líderes israelíes han dejado en claro los objetivos últimos. Netanyahu y sus asesores más cercanos han sostenido que “no hay socios para la paz”, que Palestina debe ser “borrada del mapa” y que “cada niño palestino es una bala contra Israel”. Estas expresiones no son deslices retóricos, sino la formulación explícita de una política de Estado que asume la violencia no como un medio transitorio, sino como el núcleo de un proyecto expansionista.
Al mismo tiempo, discursos de la extrema derecha israelí han propuesto abiertamente la ocupación total de Cisjordania y la anexión definitiva de Gaza. En foros internacionales, Netanyahu ha amenazado con extender la guerra a cualquier país que se interponga, incluyendo advertencias directas a Irán, Turquía y Catar. Estas amenazas, acompañadas de ataques concretos, refuerzan la tesis de que Israel no busca la paz, sino la expansión permanente bajo el ropaje de la seguridad.
Amenazas/deshumanización desde el gobierno israelí (muestra representativa):
Yoav Gallant (Defensa): “luchamos contra animales humanos” al anunciar el “asedio completo” a Gaza (9 oct 2023). (Al Jazeera)
Amichai Eliyahu (ministro): sugirió el uso de arma nuclear contra Gaza; fue reprendido pero marcó el tono del gabinete (nov 2023). (The Times of Israel, Le Monde.fr, Al Jazeera)
Bezalel Smotrich (Finanzas): pidió “borrar Huwara” (mar 2023), calificado por EE. UU. como incitación a la violencia. (Reuters, The Times of Israel)
Avi Dichter (gabinete de seguridad): “Desplegamos la Nakba 2023” al justificar desalojos masivos en el norte de Gaza (nov 2023). (Haaretz)
Netanyahu: reiteró que no habrá Estado palestino y que Israel debe mantener “control de seguridad” permanente “al oeste del Jordán” (enero 2024). Es la negación explícita de la solución política. (The Times of Israel, The Guardian)
En suma, apreciamos claramente que los acontecimientos recientes prueban de manera concluyente que Israel no persigue la paz, sino la aniquilación y expulsión total del pueblo palestino. Gaza fue convertida en un laboratorio de exterminio; Cisjordania en un espacio de colonización acelerada; los países vecinos en blancos de operaciones preventivas; y Catar en la víctima de un acto abierto de guerra.
La doctrina israelí consiste en provocar la violencia palestina, criminalizarla como terrorismo y utilizarla como justificación para avanzar en un plan expansionista sionista que hunde sus raíces en 1948. No se trata de una política reactiva, sino de un proyecto estructural que combina exterminio, colonización y expansión sin límites, bajo la cobertura discursiva de la seguridad nacional.

Gaza Beach, 2006. Dominio público (autor: Gus – Wikipedia NL), vía Wikimedia Commons.













