El accionar colonialista de Estados Unidos

Medios internacionales reportan que “Estados Unidos desplegó buques y tropas en el Caribe bajo el argumento de combatir el narcotráfico”. Lo que implica el despliegue de los buques anfibios USS Iwo Jima, USS Fort Lauderdale y USS San Antonio y unos 4,000 infantes de Marina. También se informa que están asignando al Comando Sur un submarino de ataque de propulsión nuclear, aviones de reconocimiento P8 Poseidon adicionales, varios destructores y un crucero lanzamisiles guiados como parte de la misión.

Tal despliegue tiene a Latinoamérica y el Caribe en ascuas, sin comprender de que va todo esto, y negándose a aceptar que la amenaza se convierta en una operación real, pues ciertamente es inaudito.

Pero lamentablemente, se conoce que las acciones de Estados Unidos para instalar su supremacía global son, en efecto, arbitrarias y permanentes. La política expansionista estadounidense, que se remonta a sus orígenes como nación, ha sido sostenida por todos los sectores sociales y promovida por los grupos gobernantes de cada época.

Su posición de fuerza la logró inicialmente a través de la colonización de tierras, la compra de territorios, la anexión de Estados y, principalmente, las guerras. Hoy lo hace por la imposición de una “visión de Estados Unidos”, una suerte de país mesías con una misión para el mundo. El resultado ha sido un violento intervencionismo en todo el planeta, legitimando intervenir política, militar, económica y territorialmente en cualquier lugar que represente una amenaza a sus intereses. Desde sus orígenes, esta misión divina, expresada como el Destino Manifiesto, ha tenido un impacto profundo y devastador en las poblaciones y las estructuras sociales de los países intervenidos. Esto ha incluido acciones de violencia y actitudes discriminatorias también en propio territorio, contra tribus originarias de América del Norte. Ni hablar de su menosprecio hacia los pueblos de América del Sur, a quienes han considerado «miserables, atrasados e ignorantes, incapaces de gobernarse a sí mismos”.

En el actual escenario, no se pueden desconocer las más de 70 intervenciones políticas, bélicas y económicas efectuadas por Estados Unidos en la historia reciente. Esto está absolutamente en línea con las palabras de Donald Trump, en su curiosa reflexión a los gobiernos anteriores… “Al final, los llamados constructores de naciones destruyeron muchas más naciones de las que construyeron». Así, los pueblos del mundo, ven que Estados Unidos hoy es el juez y policía del mundo, sin contrapeso.

EE.UU. y su injerencia en el quiebre de las democracias en Latinoamérica

El siglo pasado fue, desde sus inicios, una época de injerencia en los procesos políticos y de soberanía en la región, movidos por conseguir el máximo despliegue de los propósitos comerciales de las empresas estadounidenses.

En los primeros años fue Cuba el afectado; le sigue El Salvador con su penoso calvario de sucesivos militares en el poder; algo similar en Nicaragua; el caso de México con la invasión sufrida en Veracruz; por cierto, la secesión de Panamá de la soberanía colombiana por el control del canal; luego, en la mitad del siglo Guatemala. En la década posterior, la dictadura en Brasil; la ocupación en 1965 de la República Dominicana. Ya en los años 70, las sangrientas dictaduras en el cono sur, en Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay a manos de golpistas militares adiestrados en la nefasta “Escuela de Las Américas”; terminando el siglo 20 con el desmantelamiento institucional y ocupación de Haití y la instalación de la dictadura en Paraguay.

Con independencia de las tiendas políticas de quienes ocupaban la Casa Blanca, la política de intervención estadounidense, en lugares donde gobiernos defendieron intereses nacionales y soberanía, se aplica sin miramientos. Otros países fueron obsecuentes con los empresarios norteamericanos y el control tuvo otras características. Los datos históricos hablan por sí solos.

Y en el presente, con mucha paciencia la Casa Blanca, vino destruyendo los vínculos del Chavismo en Latinoamérica. El reemplazo de los progresismos de centro izquierda por gobiernos de derecha desde el inicio de la segunda década del siglo 21; acompañado con un continuo y progresivo relato mediático que partió con «Maduro no es Chávez», siguió con «una democracia fallida», luego avanzó hacia «la dictadura venezolana» y hoy «Maduro es el capo de los Narcos en Venezuela». La demolición mediática es total.

En Chile, desde que Lagos reivindicó apresuradamente a los golpistas contra Chávez, luego Bachelet y su informe de violación de DDHH, y hoy, la permanente ofensa tóxica del «izquierdista Boric» contra Maduro, se observa como todo cuadra perfectamente con la línea “editorial” estadounidense.

El golpe final a Venezuela en la región, fue la relativización de resultados en la última elección presidencial por parte de Lula y Petro, y el rechazo brasileño al ingreso venezolano en los BRICS.

En este contexto, ante una eventual “operación militar estadounidense en territorio venezolano”, ¿Los países de CELAC mirarán desde la galería, tal como hoy con el genocidio de Israel en Gaza, con el apoyo de EEUU?

Toda esta situación es un horror y provoca una sensación insoportable de impotencia. Se requiere con necesidad profunda, que la ciudadanía de la región, con independencia de sus creencias de todo tipo, levanten unidas un clamor por la Paz en nuestra amada tierra. Que la denuncia, el boicot, la desobediencia civil vaya en crescendo y no se detengan hasta conseguirla. Más que nunca se requiere colocar en marcha la acción de la noviolencia y resistir la violencia, presionando a que se manifieste “la voluntad política en los gobiernos”.

La reivindicación de los pueblos soberanos

La soberanía de nuestros pueblos no sólo está amenazada por un imperio en franca decadencia, y no deberíamos sorprendernos de que entre más débil, más intentos haga por parecer fuerte. Vivimos en un mundo donde los gobiernos autoritarios comienzan a extenderse, ya no a través de golpes militares, sino que llegan por votos. Nuestro continente sigue fragmentándose, y lamentablemente no solo los líderes de la derecha, siempre más vinculados a ideologías nacionalistas, son los únicos responsables. También, desde líderes y gobiernos de izquierda, se apela al chovinismo y a una retórica que divide, sin encontrar la capacidad para la Adaptación Creciente al Cambio.

Los referentes y organismos internacionales están debilitados reduciendo las posibilidades de que los países puedan encontrar el apoyo para sus proyectos de desarrollo, promoción de derechos humanos y de seguridad.

Es por esto, que ante las amenazas directas que ejerce el gobierno de Donald Trump sobre la población de Venezuela surge el justo reclamo por reivindicar la soberanía e independencia de nuestros pueblos, como bien dice esa antigua canción ¡Latinoamérica es grande! debe aprender a decidir. Y aunque Latinoamérica sigue estando al sur de EE.UU., el poder económico de éstos se ha debilitado, su hegemonía se disuelve en la multipolaridad, y su decadencia moral es definitivamente vomitiva.

Hoy nos hace bien atender a lo expresado en la “Quinta Carta a mis Amigos” de Silo (1994), donde se evoca un acto público de viejos obreros, madres, trabajadores y luchadores sociales con sus banderas al viento, sobrellevando la dura caída de los socialismos reales. Carta que nos habla de si queremos vivir, en qué condiciones queremos hacerlo, y qué estamos dispuestos a hacer. Donde nos habla sobre la libertad humana, entre otros temas.

Sin duda, como individuos aspiramos a una vida digna y en libertad y como naciones, reivindicamos nuestro derecho a ser soberanos, a elegir nuestras condiciones de vida sin imposiciones externas. Este desafío no puede ser resuelto por nuestros países de manera individual, debemos buscar en las relaciones y organismos multilaterales los espacios para el diálogo y la coordinación de acciones que, en sinergia, vayan recuperando espacios, mejorando la vida de las personas y permitan el acceso a nuestras poblaciones a lo necesario para que cada ser humano también sea soberano de su destino.

 

Redacción colaborativa:
M. Angélica Alvear Montecinos, Guillermo Garcés Parada, César Anguita Sanhueza, Ricardo Lisboa Henríquez, Sandra Arriola Oporto, Claudio Medina Briones.

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Partido Humanista