Las jornadas de las últimas 48 horas en Gaza City están marcadas por una serie de bombardeos implacables que han destruido los últimos barrios habitables de la ciudad. 

El ejército israelí, tras declarar la urbe como “zona de combate peligrosa”, desplegó en las últimas horas una ola de ataques aéreos y de artillería que ha convertido cuadras completas en escombros, sepultando bajo ellos a cientos de familias palestinas. Zeitoun, Sabra, Jabalia y Rimal, donde la escasa infraestructura aún permitía a la población subsistir en máxima precariedad, han sido los principales blancos de esta ofensiva final. Testigos y medios internacionales describen el avance de tropas terrestres acompañadas por la entrada continua de refuerzos, mientras la población civil permanece atrapada, desprovista de rutas seguras de escape o alguna resistencia significativa.

La demolición total del tejido urbano palestino

La tesis que subyace y se verifica en los hechos actuales es la demolición sistemática de Gaza City, con epicentro en las zonas más pobladas y en la infraestructura básica que, hasta hace unas horas, permitía del alguna manera la vida familiar palestina. Desde la declaración unilateral de la ciudad como campo de batalla, el bombardeo no sólo apunta a supuestos fines militares -si es que ya queda alguno-, sino claramente a la erradicación física y social del último bastión civil organizado. Una campaña inédita en intensidad y alcance ha devastado edificios multifamiliares, hospitales, refugios y escuelas.

El hospital Nasser, uno de los pocos aún funcionales, fue impactado dos veces en menos de 48 horas, dejando decenas de muertos entre médicos, pacientes y periodistas. Ya no queda infraestructura sanitaria ni menos aún escolar capaz de asistir a la sociedad, y la desolación se extiende entre los sobrevivientes, quienes vagan por los escombros en busca de agua, comida o familiares desaparecidos.

Desglose del proceso de destrucción

El bombardeo selectivo sobre las últimas zonas habitables sigue una lógica de “limpieza urbana”: a punta de bombazos están preparando el terreno para la ocupación y asentamiento israelí, el plan primigenio. Imágenes satelitales y reportes de campo advierten que más del 60% de los edificios han sido reducidos a escombros y el éxodo forzoso supera el medio millón de desplazados en la ciudad.

Las operaciones militares han transformado Gaza City en un campo irregular de ruinas, donde la población atrapada vive un doble drama: los ataques masivos y la falta total de protección institucional. Los residentes han abandonado sus hogares, huyendo en masa o buscando refugio en cualquier espacio subsistente bajo techo. El derrumbe de casas, hospitales, sistemas de agua y electricidad condena a miles de civiles a condiciones de miseria absoluta, sin acceso a servicios esenciales, y las muertes por desnutrición y heridas no atendidas aumentan cada día.

Y ni hablar de la infraestructura educativa que ha colapsado: el 97% de las escuelas está dañada y el 92% requiere reconstrucción total. Niños y adolescentes han perdido el ciclo escolar y el derecho a toda forma de educación segura. Los bombardeos indiscriminados sobre refugios, hospitales y escuelas acaban de enterrar la última red social y comunitaria palestina.

La situación humanitaria y urbana se ha tornado desesperada. Más del 86% de la superficie de la Franja está bajo zona militar israelí. Quienes no han logrado huir sobreviven en concentraciones masivas, con hambre, sed y falta de medicamentos. Las cifras de muertos y heridos reales son desconocidas, ya que muchos cuerpos permanecen bajo los escombros y las capacidades de reportes están al límite.

Reacciones internacionales: Políticas y humanitarias

Las reacciones políticas ante el plan de ocupación total y los bombardeos sistemáticos han sido rotundas en condena. El líder político israelí Yair Lapid calificó la medida como “un desastre que conducirá a muchos más desastres”, mientras organismos como la ONU y la Comisión Europea clamaron por la suspensión inmediata de la operación militar. El secretario general de la ONU, António Guterres, declaró: «Es un desastre provocado por el hombre, una crítica moral y un fracaso de la humanidad». Insistió en que la hambruna en Gaza no es resultado de la falta de alimentos, sino de “el colapso deliberado de los sistemas necesarios para la supervivencia humana”, lo cual subraya con total claridad la intención real y el fin último de Israel por medio de su versión de «solución final», como en el genocidio nazi.

Desde las principales cancillerías europeas, el ministro español José Manuel Albares condenó la escalada militar por “provocar más sufrimiento y destrucción”, y llamó a un alto el fuego permanente, una liberación de rehenes y el acceso humanitario sin restricciones. El primer ministro británico, Keir Starmer, calificó el plan israelí como “erróneo” y advirtió que “solo provocará más derramamiento de sangre”.

El portavoz de la ONU, Stephan Dujarric, enfatizó: “Cada día sin un alto el fuego trae consigo más muertes evitables: niños sucumben al dolor, personas hambrientas reciben disparos intentando acceder a flujos mínimos de ayuda”. Las agencias internacionales destacan la urgencia extrema de ayuda humanitaria a gran escala, el aumento de muertes por hambre y desnutrición aguda, y la desaparición de todo consumo de alimentos seguro en Gaza.

Un comunicado conjunto de 25 expertos y relatores de Naciones Unidas denunció la gestión de ayuda humanitaria bajo auspicio militar israelí, acusando complicidad con crímenes de guerra, genocidio y la explotación de la asistencia para objetivos geopolíticos encubiertos. Remarcaron que fuerzas militares han disparado indiscriminadamente contra quienes intentan acceder a puntos de distribución de alimentos, causando cientos de muertes entre civiles desarmados.

La descomposición del tejido social: Expertos y testimonios

Alex de Waal, reconocido especialista en hambrunas, ha advertido: «La hambruna es tanto una experiencia física de consumo del cuerpo como una experiencia colectiva de deshumanización, de desgarramiento del tejido social». En Gaza, señala el experto, el uso del hambre como arma no busca solo matar, sino desmantelar la sociedad objetivo. El elemento social —trauma, vergüenza, pérdida de identidad, violación de tabúes y ruptura de vínculos comunitarios— será más persistente en la memoria colectiva que el dolor físico. “Quienes imponen hambruna son conscientes del daño que están haciendo: están desmantelando una sociedad. La campaña militar israelí junto con la destrucción de bienes esenciales y el desplazamiento forzado sugiere una intención que va mucho más allá de derrotar a Hamás. Indica el deseo de desmantelar toda capacidad política y funcional en Gaza, o incluso expulsar completamente a la población palestina de la región”.

Las estadísticas de organismos internacionales avalan el diagnóstico: del 27 de mayo a la fecha, más de mil palestinos han sido asesinados intentando acceder a alimentos y ayuda básica. El impacto del trauma, la inseguridad extrema y la hambruna masiva reconfiguran a la población sobreviviente como una comunidad diezmada, traumatizada y al límite de sus capacidades biológicas y sociales. El tejido familiar, escolar y sanitario está absolutamente fracturado y la mayoría de los habitantes han perdido la esperanza de retorno a una vida digna.

Gaza City, el límite de la catástrofe

La demolición de Gaza City por bombardeos masivos no sólo destruye su urbanismo, sino el fundamento organizativo y vital que sostenía la existencia palestina. La ofensiva sistemática, rematada por los ataques de hoy, instala a la urbe al borde de la desaparición funcional, con decenas de miles de víctimas, millones de desplazados y una generación entera condenada a la indigencia, el exilio y el trauma colectivo. La comunidad internacional describe la situación como una crisis moral y política sin precedentes, advertencia de que toda reconstrucción posible requerirá más que ladrillo y cemento: exigirá sanar a una sociedad herida y desmantelada hasta la raíz.