Hiroshima, Nagasaki y el Grito Humano: 80 Años de Silencio, Miedo y Esperanza
En agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron devastadas por bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos, inaugurando una era de terror y ambigüedad moral que aún nos persigue. El horror no terminó con el fin de la guerra. Por el contrario, se transformó en una sombra persistente sobre la conciencia humana. El mundo que emergió tras aquellas explosiones conoció un paradójico escenario: el avance técnico-científico fue acompañado de una capacidad destructiva nunca antes vista.
Hoy, 80 años después, esa sombra no solo persiste, sino que adquiere nuevas formas. La guerra en Ucrania, las tensiones en Asia, el colapso de los acuerdos de desarme y el resurgimiento de la carrera armamentista indican que la amenaza nuclear está lejos de ser solo un vestigio del pasado. Ante este escenario, resuena con urgencia la voz del Humanismo Universalista.
Silo, pensador y fundador del Movimiento Humanista, formuló un sistema de pensamiento que recoloca al ser humano en el centro de los valores y de la transformación social.
Este sistema simple, pero revolucionaria, se opone frontalmente a las ideologías y sistemas que justifican masacres en nombre de intereses nacionales, estratégicos o económicos. La bomba atómica —producto de la “inteligencia” desvinculada de la ética— es el ejemplo máximo de aquello que el Humanismo busca superar.
El armamento nuclear no es solo un instrumento de guerra: es una estructura simbólica de poder y amenaza.
Esta definición amplia permite entender que el armamento nuclear no es únicamente una cuestión militar, sino una manifestación extrema de una estructura global injusta. El mundo vive bajo el chantaje de la destrucción mutua, sostenido por una lógica que privilegia el dominio en detrimento de la cooperación.
El peligro renace. Durante las últimas décadas, hubo tímidos avances en favor del desarme. Tratados como el TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear) y el más reciente TPAN (Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares) buscaron establecer normas. Sin embargo, las potencias nucleares continúan modernizando sus arsenales.
Conflictos como los de Ucrania y Medio Oriente han vuelto a colocar la amenaza nuclear sobre la mesa de negociación como arma de intimidación.
Hiroshima y Nagasaki son hoy ciudades reconstruidas, pero la memoria de las víctimas y el significado histórico de aquellas explosiones tienden a ser borrados por la banalidad cotidiana. Los museos, los memoriales y los hibakusha (sobrevivientes de la bomba) luchan contra el olvido, pero enfrentan el cansancio del mundo y la distracción de las nuevas generaciones.Por ello, no podemos suponer que la barbarie no regresará. Por el contrario, ya ronda los discursos que relativizan el uso de armas nucleares como “último recurso”.
El riesgo nuclear no se superará únicamente mediante acuerdos entre gobiernos. Se necesita un movimiento social y cultural profundo que transforme las bases de la convivencia humana.
Por lo tanto, las acciones transformadoras que proponemos los humanistas son:
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En el plano político, exigir a los gobiernos:
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La firma y ratificación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN);
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La reactivación de los foros multilaterales de desarme;
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La reducción gradual de los arsenales estratégicos;
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Transparencia y auditoría pública de los gastos militares.
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En el plano social y cultural, promover:
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Educación para la paz y la no violencia;
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Creación de espacios de memoria y reflexión crítica en las escuelas;
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Fortalecimiento de los movimientos humanistas y antinucleares;
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Difusión de un nuevo modelo mental basado en la empatía y la reciprocidad.
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El Humanismo Universalista no es una utopía ingenua. Es una propuesta ética y política basada en experiencias concretas de organización social, no violencia y conciencia activa.
Ese nuevo ser humano será quien ya no tolere el chantaje del miedo, quien rechace el sacrificio de pueblos enteros en nombre de proyectos imperiales, quien actúe no solo por supervivencia, sino por sentido.
El aniversario de 80 años de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki no debe ser solo un rito de memoria. Es un Llamado a la Memoria y a la Acción.
Frente a la posibilidad real de destrucción, nos queda elegir entre la barbarie y el humanismo. Entre el olvido y la memoria. Entre la violencia y la reconciliación. Entre el silencio de la muerte y la palabra viva de la conciencia despierta.
Equipo de Coordinación Internacional – Federación Internacional de Partidos Humanistas
06-08-2025













